El error en el que generalmente se incurre cuando escribimos es querer «transcribir» como hablamos. Esto puede crear una serie de confusiones extrañas o cómicas, como «La perra de mi hermana Nicky», en lugar de «La perra de mi hermana, Nicky» para referirse a la mascota de su hermana y no a que su hermana es una tal por cual —a menos de que ésta sea la intención—. El lenguaje oral tiene sus propias condiciones de comunicación.
Uno puede hablar como se le antoje porque echa mano de muchos recursos que le permiten transmitir el mensaje; por ejemplo, los gestos, la entonación, el contexto, la relación que hay con la persona a la que nos dirigimos, etcétera. La base de todo esto se encuentra en que cuanto comuniquemos sea interpretado como deseamos.
Pero en la escritura necesitamos apoyarnos en las herramientas gramaticales, de acentuación y de redacción para que la comunicación sea efectiva. Estas herramientas son nuestros gestos, nuestra entonación, nuestro contexto: son el vehículo mediante el cual nos damos a entender cuando escribimos.
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Escribir bien no es exclusivo de literatos, no es un lujo de unos cuantos ni tampoco aprender a hacerlo correctamente es una tarea engorrosa y complicada. Sólo hay que empezar con algo básico: la escritura y el habla son dos lenguajes distintos y, como tales, cada uno tiene sus propias características y riquezas.
«Escribir bien»
Una de las ventajas de la lengua oral es que si tenemos algún error, podemos corregirlo inmediatamente. Pero en la escritura es distinto: un error puede costarnos desde una simple confusión o malentendido hasta millones de pesos —sin exagerar—. Por ejemplo, de una situación seria, una simple coma puede cambiar todo el sentido y hacer de ese momento algo cómico o incluso ofensivo para algunos.
En un periódico español, cuando se intentó dar la noticia de que Nelson Mandela había muerto, el encabezado decía: «Muere, Mandela». Esa coma cambia todo el sentido de la noticia. Escribir incorrectamente no sólo puede provocar malentendidos, sino que, al final de cuentas, no se consigue transmitir el mensaje.
En lugar de decir que el expresidente de Sudáfrica falleció, la oración se vuelve imperativa, es decir, se pide que Mandela muera. Asimismo, demuestra cómo la ausencia o presencia de un solo signo de puntuación puede hacer una gran diferencia. En consecuencia, la comunicación resulta fallida y, como en el caso anterior, las repercusiones pueden ser graves.
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Pero, entonces, ¿qué significa «escribir bien»? ¿Es únicamente saber en dónde va una coma, un punto, un guión? ¿Es emplear correctamente los acentos; saber en dónde va una palabra, cuándo no va? ¿Estar consciente de que el significado de las palabras no es el mismo en todos los contextos? ¿O que detrás de quien escribe existen presuposiciones y expectativas que influyen en el modo en que se exprese un mensaje? Sí y no. Sí es importante saber al menos lo básico de todo esto y más reglas generales de la escritura porque permiten que escribamos mejor y que, por tanto, consigamos darnos a entender.
Habla vs escritura
No es lo mismo escribir que hablar, por necia que sea esta afirmación. Es imprescindible conocer todo esto porque hay que tener en cuenta que no es lo mismo transmitir una idea hablando que escribiendo. En la escritura —casi podríamos decir, obligatorio— se tienen que respetar ciertas «reglas», ya que es un lenguaje que requiere de esas herramientas para conseguir su objetivo final: comunicar mejor. Y no del todo, porque para escribir mejor siempre hay que tener en cuenta el uso real del español, una lengua —como todas— viva y en constante cambio.
No cabe duda que la mayoría de la gente tiene menos dificultad al transmitir sus mensajes cuando habla que cuando escribe, si no lo crees, checa los varios malentendidos que se dan a cada rato en las conversaciones del WhatsApp. Para evitar confusiones y facilitar tu expresión escrita, sigue leyendo acerca de esto en la edición 124 de Algarabía.