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Gayola

Hubo una época en la que ir al cine era una experiencia diferente.

Por ahí de finales de los años 30 —del siglo pasado, obviamente— comenzó la llamada Época de Oro del cine mexicano, cuando éste se convirtió en una industria, se filmaron superproducciones que convivieron con el cine hollywoodense y surgieron los ídolos —Pedro Infante, Jorge Negrete, Cantinflas, Tin Tan, María Félix y muchos más— que, hasta la fecha, forman parte del acervo cultural de cualquiera que se precie de ser mexicano.

Así que en las décadas de 1940 y 1950 ir al cine se convirtió en una aventura, en un día de fiesta. Los cines eran enormes recintos donde las familias pasaban prácticamente todo el domingo. Había algo que se llamaba «Permanencia Voluntaria», que significaba pasarse todo el día viendo películas ¡por el precio de una! y, por tanto, la gente almorzaba, comía, cenaba, iba al baño, los niños jugaban, se aburrían y volvían a jugar, todo en una sala de cine. Como éstas semejaban teatros —de hecho, muchas habían sido teatros—, el precio de as localidades y el ambiente variaban en cada sección. Y dicen que en donde mejor se la pasaban era en la gayola.

«¡Mucha ropa!», gritaba la gente desde gayola cuando salían muchachas en la pantalla.

El término gayola —también es válido escribirlo como gallola— es un mexicanismo que da su nombre a la «parte más alta de un teatro donde puede sentarse el público y las localidades son las más baratas», tal como lo dice nuestro DEM. No se sabe quién fue el gracioso que le puso el coloquial nombre de gayola a lo que formalmente se llama galería, pero esta parte del cine era zona franca, de convivencia y albureo, donde el «populacho» —según los «ricachones» que podían pagar por mejores lugares—echaba relajo mientras en la pantalla grande Dolores del Río lloraba, Infante coqueteaba, Negrete cantaba y «la Doña» despreciaba.

Si de etimologías se trata, encontramos que el sustantivo femenino gayola proviene del latín caveŏla, diminutivo de cavea, ‘jaula’, o sea que significa ‘jaulita’. Y sí, para los señores de la Real Academia Española una gayola es una jaula o bien, una cárcel, lo mismo que para los argentinos, ya que en lunfardo —jerga bonaerense— la gayola es la prisión y los engayolados son los presos.

Hay que aclarar algo: en las multisalas de la época actual, los precios del cine varían según el día, el horario y el formato de la película —HD, 3D, 4D y demás—, pero la tarifa es la misma para todos los cines de la cadena y para las butacas. Antaño, cada cine tenía sus propias tarifas, no era lo mismo ir a uno de postín que a otro más popular o piojito —otro concepto arcaico del que hablaremos alguna vez—, donde las localidades eran muy baratas y en la gayola, aún más.

Los memoriosos cuentan que las gayolas de los cines piojito tenían unas rejas que iban del balcón al techo, así que la galería se convertía en un gran cajón semejante a una jaula y comparable con una cárcel. No es comprobable si el nombre se tomó del castellano o del lunfardo, pudo ser cualquiera; el caso es que desde gayola, con todo y sus rejas, muchas familias disfrutaron por igual de llorar, reír, asombrarse y emocionarse ante las imágenes e historias proyectadas en una gran pantalla y producidas por una fábrica de sueños.

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