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Requisitos para ser un planeta

La Unión Astronómica Internacional estableció que un planeta es un cuerpo celeste que mantiene una órbita regular.

El 24 de agosto de 2006 la Unión Astronómica Internacional —UAI—, en la ciudad de Praga, estableció que un planeta —del griego πλανήτης, ‘errante’— es un cuerpo celeste que mantiene una órbita regular alrededor de una estrella —sin ser a su vez estrella o satélite de otro planeta—, que tiene suficiente masa para que su propia gravedad le permita tener una forma esférica y que ha despejado las inmediaciones de su órbita.

A partir de esta definición, hay ocho planetas en el Sistema Solar: los cuatro primeros son medianos y rocosos y los demás son gigantes gaseosos. El resto de los objetos celestes, como el célebre Plutón —motivo de controversia entre los astrónomos—, fueron renombrados como «planetas enanos». Esta trivia señala sólo algunas peculiares características de cada planeta.

Mercurio

Es el planeta más pequeño —apenas más grande que la Luna— y el más cercano al Sol. Los sumerios fueron los primeros en mencionarlo, alrededor del año 1000 a.C. Más tarde, los babilonios lo llamaron Nabu: dios de la escritura y mensajero de los dioses. En la Antigua Grecia lo nombraban Apolo, por las mañanas y Hermes, por las noches —los romanos lo renombraron como Mercurio—, hasta que Pitágoras señaló que se trataba del mismo planeta.

Durante siglos se pensó que Mercurio siempre mostraba la misma cara al Sol, es decir, que su periodo de rotación era igual a su periodo de traslación, de casi 88 días. Pero en 1965, por medio de pulsos de radar, se demostró que su periodo de rotación es de 58.7 días. En 1974 la sonda Mariner X permitió descubrir que sí tiene atmósfera —compuesta principalmente por potasio y sodio— y que su presión atmosférica es de una cienmilésima parte de la que hay en la Tierra. Su temperatura oscila entre los -173 ˚C y 428 ˚C. No tiene satélites.

Venus

Además del Sol y la Luna, este cuerpo celeste puede observarse a simple vista durante el día o la noche. Por ello existen referencias de Venus en todas las culturas antiguas y ha recibido infinidad de nombres. Los antiguos sumerios lo llamaron Nindaranna y más tarde Inanna —una de las deidades más relevantes de la mitología mesopotámica—, y fue conocido en los textos acadios como Ishtar. Los mayas lo llamaron Chak ek —la gran estrella— y elaboraron un calendario con base en sus ciclos.

Galileo fue el primero en registrar sus ciclos a detalle, lo que le sirvió para confirmar la teoría heliocéntrica de Copérnico. Durante siglos se pensó que era un planeta muy similar a la Tierra, pues son casi del mismo tamaño y masa, pero como 96% de su atmósfera se compone de dióxido de carbono —y sus nubes de ácido sulfúrico— su temperatura promedio es de 463 ˚C.

A diferencia de los demás planetas, su movimiento de rotación es de Este a Oeste; por ello, tarda 243 días terrestres en girar sobre sí mismo, incluso más tiempo del que le toma darle una vuelta al Sol, que es de 224.7 días. Su presión atmosférica es 90 veces mayor a la que existe en la Tierra. No tiene satélites.

Tierra

Es el mayor de los planetas rocosos y el cuerpo más denso del Sistema Solar, incluso más que el Sol. La distancia que hay entre la Tierra y el Sol determinó la unidad astronómica —UA— que desde tiempos de Copérnico intentó calcularse.

Es el único en el que se ha probado la existencia de vida y en donde hay agua líquida —cubre el 71% de su superficie—, sólida —en los polos y en las cadenas montañosas— y gaseosa —en las nubes—. Aparte de Titán —luna de Saturno—, es el único cuerpo rocoso donde se produce el fenómeno de lluvia, salvo que en Titán las lluvias son de metano. También es el único que tiene placas tectónicas activas y que cuenta con la capacidad de homeostasis —conjunto de fenómenos de autorregulación—, la cual le permite recuperarse de cataclismos a mediano plazo. Su atmósfera se compone principalmente de nitrógeno. Tiene un satélite: la Luna.

Marte

Por su color, que a simple vista es de un rojo intenso, los antiguos griegos lo vincularon con la sangre y con Ares, el dios de la guerra; luego, los romanos lo renombraron como Marte. Tycho Brahe registró su órbita con precisión, pero fue su alumno, Johannes Kepler quien, con base en su órbita, estableció las leyes del movimiento planetario, que dieron origen a las leyes de Kepler.

Gira sobre su eje a una velocidad similar a la Tierra, por ello, su rotación dura 24 horas, 35 minutos, 34 segundos. Tarda 686 días en completar su órbita alrededor del Sol. El volumen de su atmósfera es un 1% del volumen de la Tierra, y el 95% es dióxido de carbono. Tiene un solo volcán inactivo: el Monte Olimpo, de 24 kilómetros de altura. Se creía que había agua congelada en sus polos, pero investigaciones recientes han demostrado que se trata de CO2 congelado.
Tiene dos satélites: Fobos y Deimos.

Júpiter

Muchas culturas antiguas lo relacionaron con el astro de los dioses supremos, como Zeus, pues es un gigante gaseoso que poco le faltó para ser una estrella. Después de Venus, es el planeta más brillante en el cielo.

Aunque fue motivo de estudio durante más de dos mil años, en 1610 Galileo Galilei fue el primero en observarlo a detalle con su telescopio y por ello descubrió las lunas de Ganímedes, Europa, Io y Calisto. También de aquella época data el primer registro de su llamada «mancha roja» del tamaño de la Tierra que, gracias a las sondas Voyager, se descubrió que se trata de una enorme tormenta. Su atmósfera es diez veces más densa que la de la Tierra y está compuesta principalmente por hidrógeno y helio, aunque aún se desconoce si tiene un centro sólido. Su periodo de rotación es de sólo 9.9 horas, debido a las tormentas de gases en su interior que lo hacen girar con rapidez, y tarda 11.9 años en completar su órbita alrededor del Sol.

Tiene 66 satélites, de los cuales sólo 50 han recibido un nombre definitivo.

Saturno

En la Antigüedad, Saturno era el más lejano de los planetas conocidos y por ello los griegos le asignaron el nombre de Cronos —Saturno para los romanos—. Se trata del único planeta con inmensos anillos visibles; Galileo fue el primero en detectarlos, pero fue hasta 1659, que Christiaan Huygens pudo observarlos con claridad. En 1859, James Clerk Maxwell demostró, por medio de operaciones matemáticas, que los anillos debían estar formados por millones de objetos pequeños. Ahora sabemos que miden 274,000 kilómetros de diámetro y, desde un kilómetro hasta 45 metros de ancho, en su parte más delgada.

Como Júpiter, también es un gigante gaseoso compuesto de hidrógeno y helio, cuya atmósfera produce vientos de hasta 1 600 kilómetros por hora. La rápida rotación del planeta hace que se achate en sus polos y que su periodo de rotación sea de 10.8 horas, mientras que el de traslación es de 29.5 años terrestres.
Tiene 62 satélites, de los cuales nueve todavía no reciben nombre.

Urano

Aunque se le asignó un nombre mitológico, fue el primer planeta descubierto en la era moderna. El astrónomo y músico alemán William Herschel lo detectó en 1781 —al principio pensó que se trataba de un cometa— y dedicó el descubrimiento al rey Jorge III de Inglaterra, porque acababa de perder las colonias británicas en América, «pero ganó una estrella», a decir de Herschel.

Es el único planeta con una inclinación del eje de rotación de casi 98 grados con respecto a su órbita, por lo que siempre da la misma cara —uno de sus polos— hacia el Sol. Su periodo de rotación es de 17.2 horas y el de traslación de apenas 84 años.

La atmósfera de Urano, aunque está compuesta de hidrógeno y helio —enriquecida con metano, lo que le da su color azul—, se convierte gradualmente en un océano líquido.
Tiene 18 anillos, de los cuales sólo 9 son  visibles, y 27 satélites.

Neptuno

Aunque Galileo lo observó con su telescopio por primera vez en 1612, no fue sino hasta 1843 que John Couch Adams sugirió la existencia de un octavo planeta, a partir de las anomalías que registró en la órbita de Urano; por su parte, el matemático francés Urbain Le Verrier elaboró sus propios cálculos. Cuando por fin el planeta fue localizado, surgió una polémica entre franceses y británicos, que se adjudicaban el descubrimiento. De ahí que su primer nombre fuera, simplemente, «el planeta que sigue a Urano».

Gracias a la sonda espacial Voyager II, se pudo saber que Neptuno genera más calor del poco que recibe del Sol, que está compuesto de 84% de hidrógeno y 12% de helio, que tiene un gigantesco huracán —similar a la gran «mancha roja» de Júpiter—, y que genera vientos de hasta 1400 kilómetros por hora. Su temperatura promedio es de -220 ˚C.

Su periodo de rotación es de 16.1 horas y el de traslación de casi 165 años terrestres.
Tiene trece satélites, de los cuales destaca Tritón por describir no sólo una órbita contraria a sus demás lunas, sino por tener géiseres de nitrógeno.

Foto: NASA, Plutón

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