Si le pidiéramos a un niño que nos dibujara una silla, seguramente trazaría un plano horizontal —el asiento— apoyado en X número de patas y un elemento vertical de soporte —el respaldo—, pues tales son los elementos esenciales que comparten todas las sillas. sin embargo, seguimos produciendo soluciones diferentes para, básicamente, la misma función: sentarse.
Sus premisas son muy sencillas: basada en la mecánica, ha de soportar el peso de una sola persona sentada; las físicas y prácticas influyen en su forma y parten de las nociones de que una silla es esencialmente un objeto movible y, por lo tanto, debe ser razonablemente ligera y cómoda, al tiempo que la flexibilidad, la libertad de movimientos y la adaptabilidad a todo tipo de morfologías son importantes.
Su función apenas ha variado a lo largo de la historia, pero, si antaño su factura era meramente artesanal, a partir de mediados del siglo xix se convirtió, en su acepción moderna, en una forma de arte francamente industrializada, con su propia estética, que deriva de los nuevos materiales y de sus peculiares procesos industriales.
«La silla es un objeto muy difícil. Todo aquel que ha tratado de hacer una sabe eso. Hay infinitas posibilidades y muchos problemas —tiene que ser ligera, tiene que ser fuerte, tiene que ser cómoda—. Es casi más fácil construir un rascacielos que una silla.»
Ludwig Mies van der Rohe
Esta nueva estética, influenciada por las vanguardias artísticas de los primeros decenios del siglo pasado, ponía acento en la estructura, la transparencia y la ligereza, y correspondía exactamente a la descripción de Marcel Breuer sobre sus sillas de tubo de acero: «Su masa no ocupa ningún espacio»1 Jeannine Fiedler y Peter Feierabend —editores—, Bauhaus, Colonia: Könemann, 2000; p. 325..Breuer llegaba, incluso, al extremo de proponer la «silla del futuro» —ideal adelantado en los años 20— y pensaba que sería invisible, esto es: «una columna de aire elástica» y un chorro de aire en lugar de asiento.
La comodidad
En la posición convencional de estar sentado, el peso de la cabeza y del tronco recaen sobre los huesos de la pelvis y la cadera. El eterno problema que plantea esta relación física es que, por mucho que se ablande el asiento, a la larga, la presión de los huesos se deja sentir en las nalgas, lo que produce una sensación de incomodidad que obligará al usuario a cambiar de posición aproximadamente cada diez o quince minutos.
Por paradójico que parezca, cuanto más se ajuste la silla al «ideal» de posición y apoyo estático para la morfología humana, más incomodidad producirá al usuario.
Por eso, aunque el apoyo lumbar es importante,
no es tan esencial como el hecho de que la silla permita al usuario mover las piernas libremente y, sobre todo, cambiar de postura con frecuencia. Una buena silla, pues, deberá permitir la libertad de movimientos, favorecer el cambio de postura y ofrecer un soporte continuo, pero flexible.
La forma sigue a la función
Hay diferentes formas de sillas, según
el fin para el que fueron diseñadas: de oficina para trabajar; domésticas para comer, esperar, descansar, para ver tv o hacer la visita —porque no es lo mismo estar «echado» viendo tele que hacer la visita y sentarse «correctamente»—; para escribir, comer u oír un concierto, o para ver una película en una sala v.i.p.
Sus diseños también dependen de la persona para la que fueron elaborados: la silla del jefe y la del empleado no son iguales en dimensiones, implementos, funciones y calidad; reflejan un estatus distinto.«Una posición confortable, incluso si es la más confortable del mundo, no lo es durante mucho tiempo […] La necesidad de cambiar de posición es un factor importante que a menudo se olvida en el diseño de sillas.»
Eero Saarinen
Aunque son sillas para un mismo fin, son distintas las que usamos en el comedor de las del antecomedor, las del restaurante de lujo de las de
la fonda, unas «formales», las otras «informales»…
Su variación también se define
por el material con el que están hechas y, por lo tanto, por el método apropiado de fabricación. Su forma será consecuencia de la resolución de estas cuestiones eternas, sin olvidar, por supuesto,
la estética, los valores intelectuales, culturales e, incluso, espirituales.
A veces, la función se vuelve poesía
En casos muy afortunados, la función se toma como punto de partida para llegar a una solución poética; tal es el caso del arquitecto finés Aalto, tanto en sus sillas como en sus obras. Él confiesa haber pasado hasta diez años haciendo ensayos, experimentando sin un fin preciso, sin una aparente aplicación práctica hasta culminar con sus innovadores diseños.Una silla se puede diseñar a partir de tres elementos que se interrelacionan entre sí: el razonamiento tecnológico, el carácter y la emoción que nos provoca.
El primero, el razonamiento tecnológico, se funda en dos aspectos: la comprensión de los principios naturales y científicos subyacentes en la creación de objetos de uso y el conocimiento de las actitudes y los valores de los usuarios.
Cuando hablamos de principios naturales y científicos que rigen el diseño de una silla, forzosamente tenemos que mencionar una «palabrota»: ergonomía. En el caso particular de las sillas, la ergonomía se aplica en cómo se adaptan a ellas los cuerpos y las capacidades de las personas, lo que depende siempre del fin al que están destinadas.
El segundo elemento, el carácter,
es el reflejo de los diseñadores en
los objetos que crean. Así, pueden
ser «inteligentes», «honestos», «seductores», «virtuosos»… Y aunque el carácter puede complementar un buen razonamiento tecnológico, los diseñadores también pueden utilizarlo para disimular o enmascarar deficiencias técnicas.
La emoción, el tercer elemento, puede derivarse tanto del contacto físico como de su contemplación, ya sea antes, durante o después de su uso. Se apoya en la experiencia sensorial y en la persuasión emocional; nos provoca gestos y actitudes a partir de la percepción de las líneas, colores, texturas, patrones… En síntesis, nos hace identificarnos o no con el objeto.
«Al buscar soluciones prácticas y estéticas […] no siempre es posible ceñirse a consideraciones racionales y técnicas; incluso, no es frecuente. La imaginación debe tener el campo libre.»
Alvar Aalto
El debate sobre el papel de la tecnología y el proceso industrial continúa, al igual que el de las necesidades y las preocupaciones de las mayorías en oposición a las minorías, la importancia de la función y la estética en los objetos de uso práctico, si todavía «menos es más» —less is more— o «menos es aburrido» —less is bore— o… más o menos.
Pero hay que parar aquí, hay que sentarse y reflexionar un momento: ¿qué nos seduce de una silla?