¿Si tú le das las llaves de tu casa a un amigo, él te tiene que darte las suyas? ¿Cuándo te da hueva terminar de contar una historia y terminas blah blah blah se vale omitir que cogiste? ¿Cómo echarle el cereal a la leche pa que no se aguade? ¿Cómo decirle a tu date que le apesta la boca? ¿Cómo decirle a una chava con la que sales por primera vez que no la quieres volver a ver cuando la dejas en su casa? ¿Cómo hacer muffins que sólo tengan el top, que es lo rico y no el bottom que nadie se come? ¿Será un buen producto «el brossiere», es decir el brassiere para hombres que pasan de los 40? ¿Cuánto puede durar una mujer sin masturbarse?, ¿más que un hombre o menos? ¿Un perfume con olor a playa olerá bien? Éstas y otras muchas más preguntas se resuelven de manera genial en Seinfeld, la mejor sitcom —comedia de situación— de todos los tiempos. Una serie de comedia que rompió récords durante casi una década, la de los 90 y qué es casi sagrada para la gen X, repetimos sus frases de memorias, la vida diaria nos recuerda escenas y capítulos y muchas situaciones nos llevan a ella. Quien no vio Seinfeld en esta generación no entra en muchas conversaciones. Mi hermano Fernando y yo, todo el tiempo nos remitimos a ella y nos reímos, en fiestas, reuniones, y hasta en juntas de trabajo.
Long time ago
Antes de los iPhones, del internet, del streaming y sobre todo, de la era de lo políticamente correcto, cuando la gente todavía veía TV encontramos el 5 de julio de 1989 en un canal de la televisora NBC a dos «young adults» en una cafetería típica de Nueva York, comentando que el segundo botón de las camisas de los hombres generalmente está muy arriba, o sea que si te lo cierras pareces un teto pero que si te lo abres se te ve todo el pecho y pareces chacalón. Eso, simplemente. (Lo cual es cierto) Algo común y corriente se convirtió en el primer episodio de una serie hecha por stand up comediants —hoy estandoperos— y escritores diletantes que se arriesgaron a hablar de todo y nada en el tono más desenfadado y socialmente incorrecto del mundo, simplemente por que no tenían nada que perder.
«These pretzels are making me thirsty».
Kramer
Si tú que me lees eres millenial o genZ quizás no entenderás el por qué del éxito de una serie rayana en lo absurdo, en el sinsentido, que trata sobre escenas anodinas en la vida cuatro amigos solteros y treinteañeros con personalidades complemente distintas que viven solos cada uno en el UpperSide de Manhattan y que no tratan de hacer reír ni se hacen los chistosos —¿me están oyendo Friends?— sino que naturalmente son neuróticos y pasan por lo que todos pasamos, viven cosas que todos vivimos hasta el día de hoy —bad dates, desempleo, autopartes robadas, asaltos, falta de dinero, no encontrar el auto en el estacionamiento, listas esperas interminables en los restaurantes, desencuentros amorosos, problemas laborales y más— y las viven, las narran y las representan de una manera tan natural que, automáticamente, causa risa.
180 capítulos, 9 temporadas
Pero la tienes que ver, porque aun pasados los años, tienes 9 temporadas y 180 capítulos para desternillarte de risa. Pero de esa risa auténtica y única con la personalidad de estos cuatro opinionated neuróticos, con tocs, mañas e ideas fijas: Jerry Seinfeld, un estandopero que abre y cierra cada uno de los capítulos con una rutina genial como ésa que dice: «lo peor de los que cometen suicidio es que no lo logran y dejan de intentar, hasta en eso son malos, se quieren matar porque en todo les va mal, y también matarse les sale mal» y sus tres de sus amigos: George Costanza —Jason Alexander— aun más angustiado y neurótico —que representa a Larry David el coescritor junto con Jerry— , la amiga exnovia obsesiva, metiche y libertaria: Elaine Bennes —Julia Louis-Dreyfus— y su vecino del otro lado del pasillo, un loco de patio, totalmente bizarro Cosmo Kramer —Michael Richards— quizás el más cómico de todos.
El último capítulo de la serie —en el que por cierto los cuatro personajes están en una celda—termina con la misma frase del botón de la camisa, el 14 de mayo de 1998, después de 9 temporadas tan exitosas que todos los que trabajaban en ella se volvieron millonarios y los 4 actores acabaron ganando 1 millón de dólares por episodio.
Una serie sin futuro
Nadie creía en Seinfeld, sentían que el humor era completamente neoyorquino, o incluso específicamente del Upper East Side, es decir un humor judío, tipo Woody Allen que no todo el mundo iba a entender o a gustar de él, sobre todo en la costa Oeste de EE.UU. o en Midwest, pero la presentaron tan desenfadadamente a NBC, diciendo que era un show about nothing que la compañía dijo ¿por qué no? De hecho hay varios capítulos de la serie en donde George y Jerry presentan una serie igualita para NBC—, dentro de una intertextualidad donde la serie se cita a sí misma todo el tiempo, hace referencia a frases dichas, a otros capítulos, a cosas que quizás sucedieron tres temporadas antes y se mofa de su realidad, rayana en lo inverosímil, lo que te causa aún más risa.
Estoy convencida que si Seinfeld reviviera como serie el día de hoy, sería igual o más exitosa porque los escritores se seguirían burlando de la vida, de la cotidianeidad y de todas sus vicisitudes, incluyendo el WhatsApp o las Fake News, de la misma manera.