Se llamaba Robert Norman, mejor conocido como Bob Ross, pasó su niñez en Orlando, Florida, y desde joven entró a la milicia. Fue destinado a una base en Alaska, donde sirvió en la fuerza aérea durante 20 años. Se retiró en 1981 y se prometió a sí mismo no volver a alzar la voz, pues, como sargento primero, ya lo había tenido que hacer por dos décadas.
«En nuestro mundo vive un arbolito feliz»
Desde los 19 años se aficionó a pintar. Los impresionantes paisajes de Alaska fueron su inspiración. Bill Alexander, su maestro, le enseñó la técnica wet-on-wet —fresco sobre fresco—, la misma de los pintores del Barroco —Rembrandt, Van Dyck, Velázquez— y muchos más. Sin embargo, Bob aseguraba que cualquiera podía pintar si tiene la disposición necesaria, además de que no era indispensable ser un gran artista para lograr un bonito paisaje.
Una vez retirado de la milicia, Bob decidió vivir de su pintura. Se asoció con Annette Kowalski y creó una empresa para vender sets de pintura al óleo. En 1983 estrenó The Joy of Painting —El placer de pintar—, el programa de televisión por el que aún lo recordamos.
«Pintar es divertido cuando se juega con el color»
Bob era alto y flaco, su sello personal estaba en su voz suave y su perenne afro. Su pelo era lacio, pero se había hecho una base permanente para no tener que peinarse y cuando se volvió célebre ya no lo dejaron cambiar de look, aunque ya lo odiaba.
Durante la media hora que duraba el programa —en México se transmitía por Canal 11 y Eugenio Castillo hacía el doblaje de la voz— Bob pintaba un cuadro, enseñaba cómo mover el pincel y la espátula, cómo aplicar el color y difuminarlo. En sus obras vivían «cosas» felices: montañas magníficas, nubes suaves, árboles amigables, hermosas piedras y ardillas «bribonzuelas» —que no se ven, pero que ahí están—. Amante de la vida silvestre, de vez en cuando presentaba a sus ardillitas bebés y las alimentaba durante el programa.
Ross enseñaba a deshacernos de nuestras frustraciones «metiendo la pintura en el lienzo», nos daba la oportunidad de elegir lo que quisiéramos pintar o, simplemente, verlo y relajarnos.
«¡Felices trazos!»
El placer de pintar se transmitió hasta 1994, cuando a Bob le diagnosticaron un linfoma que lo llevó a la tumba al año siguiente —dejó tres hijos y una viuda, su tercera esposa—. Ross nunca cobró por grabar el programa y donó la mayor parte de sus pinturas. Se cree que hizo alrededor de 30 mil cuadros; por cuestiones de edición, en cada show tan sólo pintaba tres.
Ha sido parodiado hasta el cansancio, ahí están Bob Atroz, personificado por Eugenio Derbez, y el «homenaje» de Deadpool —en el que aparece ataviado con afro, pantalones de mezclilla y una camisa blanca—. Muchos han tratado de llevar su técnica a la práctica, sin lograr los «felices trazos» que Ross conseguía en tan sólo media hora. Si alguien lo quiere intentar, en Internet está su página — www.bobross.com—, en la que aun se venden los sets de pintura.