«Las mujeres no cuestionan nada. Con ellas el mundo se vuelve algo muy simple. Saben que lavar es tan importante como la constitución del imperio alemán.» Pierre-Auguste Renoir
Considerado como uno de los pintores más importantes y célebres de las artes plásticas francesas —en particular del Impresionismo—, Pierre-Auguste Renoir (1841-1919) es ampliamente conocido por sus óleos de niñas, flores, escenas plácidas y, sobre todo, de voluptuosos cuerpos femeninos. Pero, ¿qué hay detrás de este pintor que retrataba sobre todo a mujeres?
Hijo de una familia de la clase trabajadora, Renoir tuvo que laborar desde pequeño y ahorrar incansablemente para poder pagarse sus estudios, lo cual hizo de él un estudiante asiduo, metódico y muy seguro de lo que hacía. Su pasión por la pintura era tal, que rebasaba cualquier trasfondo ideológico y se complacía en el mero acto de crear.
En 1862, cuando se matriculó en la Academia de Bellas Artes de París, Renoir pretendió seguir la corriente de quienes estudiaban con profesores particulares en busca de mayor libertad. En estos talleres conoció a Monet, Manet, Degas, Pissarro y otros representantes de lo que más tarde sería el grupo impresionista que proponía pintar al aire libre.
En su obra son evidentes dos grandes momentos pictóricos: el primero pertenece a la etapa impresionista —entre 1864 y 1881—, en la que destaca la pintura al aire libre y las escenas de la vida burguesa como Lise con su sombrilla (1867) o Baile en el Moulin de la Galette (1876). Aunque ya para entonces pintaba mujeres, y éstas tenían cierto protagonismo, aún el interés del pintor no radicaba en la sensualidad del cuerpo femenino, sino en los cuerpos y telas donde se reflejaba la luz. Su segunda etapa está marcada por tres acontecimientos: su voluntad de ganar prestigio, la llegada de dos mujeres al grupo —Berthe Morisot y Mary Cassat— y un viaje a Argel y a Italia en 1881; todo esto lo hizo alejarse de los impresionistas.
Las mujeres de Renoir
Al conocer a profundidad el arte renacentista, Renoir nunca más vería al cuerpo como un depósito de luz y sombra, sino que empezaría a interesarse en el volumen; por esta razón, desnudó el cuerpo de la mujer, definió sus contornos y asimiló la influencia de Rubens, Fragonard y Boucher —de este último Renoir alguna vez dijo: «Creo que ha sido el único pintor que ha entendido el cuerpo femenino»— . Entonces, la mujer se convirtió en centro inequívoco de su temática.
Como la mayoría de sus contemporáneos, Renoir veía a las mujeres como criaturas complacientes, simples, fértiles, devotas al sexo, la reproducción, a la crianza de niños y demás tareas domésticas. A pesar de considerarlas tan inferiores, al pintor le gustaban las mujeres —o al menos sus cuerpos: observarlas, pintarlas—. Encontró en ellas un sujeto perfecto para sus pinturas. Fue así como se ganó su reputación dentro de los impresionistas: «más que nada, pintor de mujeres», desde Retrato de Romaine Lascaux (1864) hasta El juicio de París (1913-1914).
Sin embargo, le chocaban en particular las mujeres educadas que presumían de escribir y publicar: «Considero monstruos a las mujeres que se creen autoras, abogadas y políticas, como George Sand, Madame Adam y otras aburridas que no son más que vacas de cinco patas». Para Renoir, que una mujer fuera algo más que un ser simple con ojos tiernos y senos grandes, o una madre abnegada, era una violación al orden natural de las cosas. Su boda con Aline Charigot, una de sus modelos, a la que pintó innumerables veces, deja claro el tipo de mujer que prefería.
Trailer de la película Renoir, de Gilles Bourdos, 2012
Si quieres saber quién fue su mayor influencia, de qué otro modo retrató a la mujer y qué papel jugó el erotismo en su proceso creativo, te invitamos a seguir leyendo «Renoir, pintor de mujeres», en Los artistas y sus artimañas, col. Acervo Algarabía; Editorial Otras Inquisiciones y Editorial Lectorum: México, 2013; pp. 31-37.