Dolores del Río, nació en Durango un 3 de agosto de 1906. Su padre, Jesús Leonardo Asúnsolo, fue ganadero y director del Banco de Durango; su madre, Antonia López Negrete, por ser nieta del propietario de la Hacienda Santa Lucia, perteneció a la alta sociedad. Dolores tenía origen aristocrático. Además era prima de Ramón Navarro, actor del cine mudo de Hollywood; prima también del director de cine Julio Bracho y el escultor Ignacio Asúnsolo.
Cuando estalló la Revolución mexicana su padre emigró a los EE.UU., mientras su madre y Dolores emigraron hacia la Ciudad de México bajo la protección del primo de su madre, Don Francisco I. Madero. En la capital del país, Dolores estudió en el College Français de Saint-Joseph, un colegio prestigioso donde monjas francesas instruyeron a la pequeña niña que se sentía insegura por el color de su piel.
Poco después se descubrió bella e inteligente y su pasión se volcó en el baile interpretativo. Durante 1921, en un baile en beneficio a un hospital, conoció a su primer marido, Jaime Martínez del Río, un caballero 18 años mayor que ella, culto miembro de una de las familias más adineradas del país y de quien adoptó su apellido artístico.Ese mismo año, contrajeron nupcias en el Rancho La Hormiga –hoy Los Pinos– y se fueron de luna de miel durante dos años a Europa.
Jaime se codeaba con la sociedad y la nobleza europea. Por lo que Dolores vivió como una princesa que tuvo contacto con duques y reyes. A su regreso a México, el matrimonio habitó el rancho algodonero «Las Cruces» en Durango, pero debido a una crisis económica, regresaron a la capital bajo el apoyo económico de su familia. La joven pareja también intentó concebir hijos pero Dolores sufrió un aborto involuntario y por instrucción médica se le prohibió intentar otro embarazo, ya que podía perder la vida.
Trampolín al estrellato
En 1925, en una reunión conoció al celebre director estadounidense Edwin Carawe. Después de verla bailando un tango, el director quedó prendado de su belleza, exquisitos modales y su sencillez, así que no dudo en invitarla a actuar en una película en Hollywood. Dolores aceptó y emprendió el viaje junto a su marido.
Ya en ee.uu la bella actriz mexicana fue pionera en la construcción del mito de «mujer latina», símbolo de pasión, la fantasía de los anglosajones, encasillada como la figura de exótica belleza. Sin embargo su porte, educación y elegancia infundieron respeto y admiración. Cuando conoció aquel mundo se marcó un objetivo y aseguró:
«Hollywood necesita una mujer mexicana de alta sociedad, que pueda haber sido expuesta a la cultura y costumbres extranjeras a través de los viajes, pero que mantenga sus costumbres y las huellas de nuestra tierra mexicana. Y entonces el tipo pintoresco, vulgar, tan perjudicial para nuestra imagen, porque es falso, desaparecerá de forma natural…»
Aunque en ocasiones se vio obligada a interpretar papeles de poca calidad dramática o de ser sólo una figura decorativa de las cintas, durante un periodo entre 1925 y 1942 interpretó 28 películas, convirtiéndose así en una de las figuras más representativas de la época dorada de Hollywood.
Las cintas más distintivas en las que participó junto a Carawe fueron: Joanna (1925), El precio de la gloria (1926), Resurrección (1927) y Ramona (1928).Su carrera como actriz iba cada vez mejor, pero su marido no soportó ser la sombra de su mujer. Dolores se divorció y Carawe comenzó a asecharla, pero por consejos de la industria logró separarse de él.
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Los años treinta fue una época clave para la carrera de Dolores. Con apenas poco tiempo de haber comenzado el cine sonoro, apareció en películas como: El malo (1930), Ave de paraíso (1932), Volando hacia Río de Janeiro y Madame Dubarry (1934).Hizo también incursión en el cine europeo con Acusada (1936) y Estambul (1941), una cinta que realizó bajo la dirección de Orson Welles, su amante en aquel entonces y a quien dicen que amó más que a ninguno.
Luego del declive de una próspera época de la industria hollywoodense, cuando actores y actrices tan reconocidos como ella ya no tenían espacio en la pantalla, Dolores decide regresar a México, donde trabajó junto a Emilio «El Indio» Fernández en Flor Silvestre, María Candelaria (1943), con Roberto Gavaldón actuó en La otra (1946); películas en las que sobresalió como mujer apasionada y afligida. Durante esta época Dolores se despojó de la imagen de la dama de Hollywood y se convirtió en una actriz emotiva, sobria, desgarradora.
Dolores siguió colaborando en incontables producciones estadunidenses y mexicanas. Actúo a lado de las nuevas figuras de moda, como Elvis Presley y María Félix. Hizo teatro y televisión en México, Argentina y ee.uu.Recibió el premio Ariel a la mejor actuación femenina en tres ocasiones por Las abandonadas (1946), Doña Perfecta (1952), y por El niño y la niebla (1954).
Por si fuera poco dedicó algún tiempo de su vida al trabajo social como fundadora y directora de la estancia infantil que lleva su nombre, en la cual entregó especial dedicación durante la última etapa de su vida.
La glamorosa Dolores se codeó con las entonces figuras intelectuales y artísticas del país. Entabló una fuerte amistad con el grupo conocido como Los Contemporáneos, sobre todo con el escritor Salvador Novo. Otros escritores le dedicaron algunos obras y poemas, como Carlos Pellicer, Pita Amor, Carlos Monsiváis y Carlos Fuentes. Asimismo se rodeó de talentosos pintores quienes, gustosos, recrearon su bello rostro, como Diego Rivera, José Clemente Orozco y Roberto Montenegro.
Se casó en tres ocasiones, sus dos últimas parejas fueron Cedric Gibbons y Lewis Riley. Se vio inmersa en escándalos que supo manejar con astucia pues toda su vida se dedicó a mantener una imagen limpia y ejemplar.
Un desafortunado día, a través de una aguja contaminada, adquirió el virus de la hepatitis, por lo que durante un largo tiempo sufrió por esta enfermedad que el 11 de abril de 1983 le puso fin a su vida.
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