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Orígenes y ciclo de vida de los accesorios

A través de la historia, hombres y mujeres han vestido sus cuerpos con objetos, la vida de los accesorios, es todo un tema.
Orígenes y ciclo de vida de los accesorios

A través de la historia, hombres y mujeres han vestido sus cuerpos con objetos cuya utilidad a veces era práctica, a veces de simple ornato; distinguía a reyes de esclavos, indicaba la clase social, el estado civil o la profesión; marcaba el seguimiento de las reglas de etiqueta o, descaradamente, las rompía. Aquí le mostramos cuatro eternos accesorios que, si se miran de cerca, nos hablan no sólo de la historia de la moda, sino de la evolución de la humanidad.


Abanico


Origen. Los antiguos egipcios fueron los
primeros en usar plumas de avestruz y hojas secas montadas en una vara para abanicar al faraón; servían como símbolo de realeza y de poder sacro. En el siglo IV la alta sociedad griega los llamaba rhipis; los etruscos les daban un uso ceremonial, y los esclavos romanos los agitaban para dar aire a las damas ricas y avivar los fuegos sagrados. En el siglo VI la iglesia cristiana los adoptó con el nombre de abelos —también llamados «el abellum de Monza», o «el abanico de la reina Theodolinda»—, se agitaban durante las misas para alejar
a los insectos de los cirios y las copas de comunión.

Ícono de la moda. El abanico de mano se originó en Japón —inspirado en el movimiento natural de las alas del murciélago— o en China, donde iban decorados con poemas y se les menciona en antiguas leyendas sobre doncellas tan hermosas que debían ocultar sus rostros.

Llegó a Europa en el siglo XIV gracias a los mercaderes portugueses que comerciaban con Oriente y para el siglo XVII se habían convertido en un símbolo de la realeza, un objeto exótico que con frecuencia aparecía en los retratos de la corte; era elaborado con hueso o mar l y adornado con labrados de oro y plata. Se dice que en las cortes de España y Francia jugaba un papel vital en un secreto lenguaje que burlaba la censura de la época, pero lo más probable es que fuera una excelente campaña publicitaria que intentaba asociar en tiempos «modernos» el accesorio con la coquetería, llevada a cabo en los años 50 por productores de abanicos como Cussons & Sons.

Guantes


Origen. Durante la prehistoria los primeros humanos se envolvían las manos en pieles para protegerlas del frío o de las abrasiones. Los esclavos egipcios los usaban como protección; los vikingos los tomaban como cotizado botín de guerra en las regiones de bajas temperaturas; los romanos se enrollaban linos y sedas en las manos para mantenerlas limpias de grasas mientras comían. Durante la Edad Media, elaborados de cuero o metal, fueron parte esencial de la armadura de guerra de caballeros y soldados, pero perdieron popularidad cuando las armas
de fuego hicieron caer en desuso el combate mano a mano; su versión deportiva, hecha de cuero y revestida de algodón, siguió siendo parte esencial del vestuario de cacería, siendo requerida para proteger las manos de las bridas del caballo.


Ícono de la moda. En el siglo XII se convirtieron en un objeto indispensable del vestuario femenino; los guantes de la nobleza iban perfumados y decorados con perlas y bordados coloridos, mientras que los de campesinos y plebeyos mantenían su función protectora y eran cosidos burdamente con piel de oveja. Para el siglo XVI, la reina Isabel I los introdujo a la corte como vestimenta insignia, adornándolos con exquisitas joyas y quitándoselos dramáticamente durante
las audiencias, para atraer la atención a sus legendarias— hermosas manos.
Durante el reinado de Catalina de Medici
 se hicieron populares los guantes de piel perfumados con almizcles, mientras que los guantes tejidos o elaborados con telas se introdujeron en el siglo XVII; aunque se requerían cinco años de aprendizaje para dominar su hechura, no tenían el mismo prestigio social y su precio era más asequible, así que su uso se extendió rápidamente en las clases trabajadoras.

El siglo XIX marcó una nueva tendencia: la ropa masculina se volvía más simple y la femenina, más elaborada, así que los guantes extremadamente largos y entallados se convirtieron en un símbolo de estatus, sensualidad y elegancia. Los códigos de vestimenta eran estrictos y poseer múltiples pares de guantes era la norma social. Sin embargo, la llegada de la I Guerra Mundial y el racionamiento de las telas dio n a los usos frívolos de la ropa, y los guantes volvieron a su uso primario: proteger la piel de las inclemencias del clima y del terreno.

Bolsa


Origen. Se han encontrado referencias de su empleo en la cultura egipcia, en la Biblia, e incluso los 
restos de un bolso sepultado junto a Otzi, una momia europea cuya 
muerte data de entre el 3400
 y 3100 a. C. Durante la Edad Media eran 
comunes entre hombre y mujeres, que los llevaban como bultos pequeños prendidos a los cinturones para transportar monedas. En el siglo XVI, con la invención de los bolsillos en
l os pantalones, su uso fue menguando entre los hombres, convirtiéndose en una prenda casi exclusivamente femenina.
Durante los siglos XVII y XVIII los vestidos ocupaban varias capas de tela y se volvieron más voluminosos, por lo que el bolso pasó a ser portado como prenda interior, pegado a las caderas. Sin embargo, con el redescubrimiento de Pompeya
en 1748, las tendencias de la moda viraron a las estilizadas siluetas griegas, y los gruesos bolsos interiores se rediseñaron en «retículas» de telas finas —como la seda— que se cargaban con tiras atadas en los laterales.

 

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