Aunque todas las festividades y ritos navideños celebran el nacimiento de Jesús, muchos de ellos tienen su origen en tradiciones milenarias y son resultado de un proceso en el que se integraron ritos paganos y populares celebraciones cristianas para darle la fisonomía que conocemos actualmente.
Nochebuena y Navidad
La elección del 25 de diciembre como fecha del nacimiento de Jesucristo está vinculada con el fin de las festividades del solsticio de invierno, un acontecimiento celebrado por casi todas las religiones de la antigüedad. El sentido otorgado por la cristiandad a esta fecha es evidente: el nacimiento de Cristo representaba la llegada de una nueva esperanza para la humanidad sumida, hasta entonces, en «las tinieblas del pecado»; la perspectiva de una luz en la oscuridad y, en definitiva, del nacimiento de una nueva actitud.
Los romanos de finales del siglo III d.C. celebraban una fiesta denominada del Sol Invencible, que compartía algunas características con las fiestas cristianas y servía de preámbulo a los festejos de fin de año en honor a Saturno, conocidos como Saturnalia. La viajera hispana Eteria2 visitó Tierra Santa a fines de la cuarta centuria y en sus escritos describe la celebración de una solemne vigilia en la Gruta de la Natividad —a finales de enero—, después de la cual se partía hacia Jerusalén, donde se celebraba la Eucaristía.
La realización de esta ceremonia se extendió rápidamente por la cristiandad y así, a partir de los siglos V y VI d.C., comenzó a practicarse en Hispania —hoy España—, el norte de África y el norte de Italia, aunque no fue sino hasta el siglo VIII d.C. cuando se popularizó en toda Europa.
Representaciones y nacimientos
Es probable que la popularidad de la Navidad en el medioevo aumentara gracias a los dramas litúrgicos y los misterios3 representados en las iglesias. El tema más popular era la Sagrada Familia y la natividad. Al tiempo que aumentaba el interés en la segunda, crecía el arraigo de la Navidad como fiesta popular.
Ya en siglo X se celebraban en Europa representaciones escénicas de ciertos episodios bíblicos del nacimiento de Jesús, que servían como «catequesis visual» para los iletrados fieles del medioevo: una joven con su hijo recién nacido y un hombre barbado de cierta edad eran colocados en el presbiterio de cara al pueblo para representar a la Sagrada Familia.
A lo largo de la celebración, la muchacha besaba y acariciaba varias veces al niño con evidente gesto de ternura y con la aprobación de la asamblea reunida en la iglesia, pero cuando el hombre que representaba a San José intentaba hacer lo mismo, era abucheado y hasta ofendido por los fieles, quienes le recordaban que él no era el padre del niño, sino Dios; inclusive le exigían que se afeitase.
A fin de cortar de raíz estos excesos, el papa Inocencio III prohibió, en el año 1207, las escenificaciones dentro de los templos; sin embargo, el deseo de ofrecer una catequesis plástica o en imágenes persistió, lo que provocó que los tradicionales actores fuesen sustituidos por figuras que representaban las mismas escenas y motivaran la devoción.
Antes de las representaciones escénicas, los nacimientos se habían convertido en un objeto significativo de las celebraciones navideñas, especialmente a partir del siglo VII, cuando el papa Teodoro I (642-649) hizo traer de Belén los restos del pesebre que acogió al niño Jesús, depositándolos en la basílica de Santa María la Mayor, en Roma. Desde entonces, y a lo largo de toda la Edad Media, el pesebre se hizo indispensable en todas las iglesias, abadías y catedrales dela Cristiandad durante la Navidad y, tras la prohibición de las escenificaciones de Inocencio III, su carácter fue prácticamente obligatorio.
La tradición señala a San Francisco de Asís como el primero que recreó la escena del nacimiento de Jesús en 1223, en la villa italiana de Greccio
La pieza de nacimiento —o belén— más antigua en España procede de la parroquia de San Millán, que se encuentra en la localidad de Baltanás, Palencia. Se trata de una imagen de la Virgen y el Niño, que pertenece a la escena de la Huida a Egipto. Otras figuras sueltas, e igualmente fechadas en el siglo XIII, se han encontrado en las islas Baleares, lo cual prueba que probablemente la tradición del Nacimiento llegó a España desde Italia, a través de las costas mediterráneas, y de ahí, durante la Colonia, pasó a toda América Latina.
La cena y la música
Durante las Navidades medievales, la amenaza latente de la hambruna se superaba con un banquete que contenía toda clase de comida. El menú incluía sopas y guisos, aves y peces, panes y postres, pero un elemento común era el jabalí4—para aquellos que podían permitírselo— o un pastel con forma de jabalí —para mesas más humildes—. Aunque el plato más popular era el ganso, también se servían otras clases de carne. En la actualidad, la hambruna ya no es una amenaza, pero los atracones persisten.
Por otro lado, los villancicos, aunque muy populares en la Edad Media, al principio no eran bien vistos por la Iglesia. Sin embargo, debido a su popularidad como entretenimiento, evolucionaron a un formato más apropiado para el gusto de la institución eclesial. De ahí que la música para la celebración de la temporada tuviera como base los himnos en latín que la Iglesia autorizaba.
Las pantomimas y los mimos eran otra forma de entretenimiento popular en Navidad, sobre todo en Inglaterra. Estas obras de teatro informales y sin palabras normalmente incluían que los actores se disfrazaran del género opuesto y que representaran historias cómicas.5
La Navidad llegó a gozar de tan alto grado de aceptación entre el pueblo cristiano, que la festividad se extendió, incluso, a otras religiones como la musulmana.
La importancia religiosa de Jesús para los musulmanes —y la convivencia entre éstos y los cristianos en la Península Española— allanaron el camino para que la Natividad despertase el interés y se celebrara igualmente entre los seguidores del Islam, tal y como lo prueban diversos testimonios entre los que destaca el de Abu-l-Qasim al-Azafí, rey de Ceuta en la segunda mitad del siglo XIII. El propio Carlomagno escogió el día de Navidad del año 800 para su coronación como Rey de los Romanos; esto es, como emperador de los francos.
Fiesta de Reyes
San Mateo menciona en su Evangelio que, durante el reinado de Herodes, llegaron de Oriente a Jerusalén unos magos a preguntarle: «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer?». Perturbado por la noticia, Herodes convocó a sacerdotes y escribas expertos en descifrar los libros sagrados y, con base en los textos del profeta Miqueas, le advirtieron que en Belén nacería el nuevo rey de Israel.
San Mateo nunca mencionó que los magos fueran tres y ni siquiera reyes, sólo que provenían del este de Palestina; por ello se pensó que eran originarios de la antigua Persia, donde vivió, entre los años 628 y 551 a.C., el profeta Zoroastro, quien estableció las bases de un culto que recibiría su nombre y cuyos sacerdotes fueron denominados por los antiguos griegos como magoi.
Los magoi persas tenían la reputación de ser versados en manipular fuerzas sobrenaturales; por lo tanto, ese conjunto de habilidades se llegó a conocer como magia y sus practicantes como magos.
Otro evento que hizo suponer el origen persa de los magos de Oriente fue que, en el año 614, Palestina fue invadida por el ejército de Cosroes II, rey de Persia. Sus soldados destruyeron todos los santuarios cristianos, con excepción de la basílica de la Natividad de Belén, pues, al ver el mosaico del frontispicio que representaba la adoración de los magos, creyeron que éstos, por su indumentaria, eran compatriotas suyos. Sin embargo, otros teólogos infirieron que los magos provenían del sur de la Península Arábiga, de Babilonia, de la India o, incluso,de Escitia.6
El eminente teólogo Beda el Venerable, quien vivió en el siglo V, fue el primero en documentar que «el primero de los magos fue Melchor: un anciano de larga cabellera blanca y luenga barba, quien ofreció oro, símbolo de la realeza divina. El segundo, llamado Gaspar, joven, imberbe, de tez blanca y rosada, honró a Jesús con incienso, símbolo de la divinidad. El tercero, llamado Baltasar, de tez morena, ofreció mirra,ue significaba que el Hijo del hombre debía morir».
A partir de entonces y durante toda la Edad Media, a los magos se les dotó de la investidura de reyes. En el siglo XII, Baltasar fue representado en las iconografías como un rey moro. Este cambio obedeció a la idea medieval de que toda la humanidad desciende de los tres hijos de Noé: Sem, Cam y Jafet.
Para finalizar, sólo basta agregar que la rosca de Reyes tuvo su origen en una costumbre de las antiguas culturas mediterráneas que, durante el solsticio de invierno, elaboraban un pan con forma de anillo para conmemorar la renovación de la fertilidad de la tierra.7 Cuando la Iglesia cristiana adoptó esta tradición dentro de sus festividades, cambió la adoración del Sol por la llegada de Jesucristo, quien, de acuerdo con la fe cristiana, vino a iluminar con su palabra y mensaje de amor a la humanidad.
2 Eteria (s. I V) fue una monja cuyo nombre ha ido cambiando con el transcurrir de la historia: Geria, Egeria, Eitheria, Echeria, Etereia y hasta Silvia. Viajó por Asia Menor, Egipto, Mesopotamia y Palestina, y registró tanto las vivencias de estos andares como la descripción de los lugares y las costumbres de las comunidades cristinas en una obra que tituló Itinerario. 3 Pieza dramática que desarrolla algún pasaje bíblico de la historia y tradición cristianas. 4 En la Antigüedad, la caza del jabalí era particularmente valorizada por los griegos, romanos, germanos y celtas. Esa valoración se mantuvo durante toda la alta Edad Media: cazar un cerdo salvaje era un ritual de reyes y una proeza heroica. 6 Escitia fue un antiguo pueblo y cultura indoeuropea de las estepas del norte del mar Caspio, cuya lengua, el antiguo osetio o alánico, pertenecía a la de las lenguas iranias —como el persa o el kurdo. 7 v. Algarabía 31, febrero 2007, ga s t r ó f i l o: «¡No te hagas rosca con los tamales!»; pp. 15-19.