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Nacho, colector de realidades

Nacho López es el fotoperiodista que más influencia ha tenido en la historia de este país. La originalidad para crear historias, combinada con su poder estético, fueron vitales para hacer excepcional su compromiso social.

La fotografía, teniendo como límites su función comercial y su rol como obra artística, es también un instrumento para denuncias sociales; es el espejo de una época que filtra una sensibilidad en particular; es también testimonio de las costumbres, hábitos, condicionamientos y comportamientos simbólicos.
Parece que Nacho López combinó todas estas características en sus fotografías, examinó con profundidad, y con vigorosa lucidez, ciertas cualidades de la obra gráfica que hasta cierto punto alcanzan cualidades metafísicas, pues retan a los observadores a tener más de un primer nivel de interpretación. Mira que «Cuando una mujer guapa parte plaza por Madero» y «La Venus se fue de juerga por los barrios bajos», no son fruto del azar.
Nacho López nos muestra una parte de la ciudad que se asombra de una guapa mujer convertida en objeto.
Forjado con los métodos del fotoperiodismo mexicano de los años cincuenta, el tamaulipeco Ignacio López Bocanegra rechazó la creación de imágenes que mostraban a México exótico, y prefirió fotografiar a gente común de la Ciudad de México.
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Nacho López, Coras, ca. 1970

Foto–afición

El padre de Nacho era representante de ventas de la compañía Palmolive, a su cargo tenía la publicidad y promoción de estos productos, para lo cual preparaba llamativos aparadores que además debía fotografiar. Así que durante su infancia y juventud vivió primero en Tampico, luego en Orizaba, y más tarde en Mérida.
Motivado por su padre y por una cámara Brownie –que como Nacho decía, había sido un regalo de su tío– comenzó a retratar «con furia» todo lo que veía.
En Yucatán Nacho fundó el «Club Foto-Afición Yucateca», colaboró en el Diario del Sureste con notas periodísticas para una columna de sociales llamada «Trapitos al sol». Estudió secundaria y preparatoria en la Escuela Modelo, en donde la educación izquierdista que ahí recibió, como él mismo declaró, fue lo que definió sus profundas convicciones políticas.
Más tarde en 1944 la familia Bocanegra se trasladó a la Ciudad de México. Atraído por las películas de esta época, fue aquí donde Nacho inició sus primeros estudios en el ámbito de la cinematografía, solicitó entonces su incorporación como ayudante de camarógrafo en la Unión de Trabajadores de Estudios Cinematográficos; trabajó como «extra» y ayudante del camarógrafo Kenneth Ritcher. En 1945 inició sus estudios en el Instituto de Artes y Ciencias Cinematográficas de México. Posteriormente, el fotógrafo Víctor De Palma, de la revista Life –y a quien Nacho consideró como su primer maestro e impulsor en el ámbito fotográfico–, lo designó como asistente y laboratorista en su Estudio Fotográfico D’Palma.
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Nacho López. De la serie «El Ocotal, Guichicovi» [Mientras la música toca y toca…], 1978

Tal como menciona Manuel Álvarez Bravo en un dedicado a este fotoperiodista en 1995, «el contacto continuo con los aspectos más variados de la vida, que implica el trabajo diario del “Fotógrafo de Prensa”, ha colocado a Nacho López en las más envidiables circunstancias que puede anhelar un fotógrafo.»

Extractos de aquí y de allá

Nacho vivió en Venezuela en 1948, ahí trabajó como maestro de técnica fotográfica en la Escuela de Periodismo de la Universidad Central en Caracas, y durante ese tiempo realizó sus primeros registros como fotoreportero. Cubrió el golpe militar al Coronel Marcos Pérez Jiménez, quien derrocó al Presidente de Venezuela Rómulo Gallegos; y en un viaje a Nicaragua registró la boda del General Somoza.
Al finalizar su estancia en Venezuela realizó su primera exposición individual y organizó también una muestra fotográfica colectiva con sus alumnos.
Cuando regresó a México en 1955, Nacho recorrió con su cámara las calles, cantinas, iglesias, colonias populares y los rincones populares de la Ciudad de México. Parte de este material fue publicado en reportajes y notas para distintos periódicos y medios impresos –como la revista Hoy, que luego fue Mañana y por último Siempre!
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Nacho López. De la serie «Cuando una mujer guapa parte plaza por Madero», 1953

Las obras de Nacho López comparten la mística del arte con el ideal de la fotografía social, periodística. Para atestiguarlo están los fotoensayos en los que trabajó profusamente para reflejar las circunstancias atractivas del evento noticioso –lo que acompaña y va de la mano con la realidad–, organizando sus imágenes dentro de una sintaxis periodística que muestra muchos detalles, diversos sentidos.

«Al amanecer: urbe somnolienta. Olores y sudores. Los perfumes del barrio y de los almacenes, mezclados con la prisa y el parloteo del ciudadano que acelera su sistema nervioso para ganarse un peso, los cientos o los miles de pesos. Al anochecer: el tiempo se desploma, la ilusión se agudiza; la realidad cohabita con la magia. Las mujeres en sombras y los hombres fantasmas».
Nacho López (1964)

Además de las características del oficio periodístico que Nacho impregna en su montaje fotográfico, él es un narrador de historias, un constructor de caminos interpretativos, un manipulador de los códigos que representan la realidad.
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Nacho López. De la serie «La Venus se fue de juerga por los barrios bajos», colonia Santa Julia, Ciudad de México. 1953

El Museo del Palacio de Bellas Artes presenta, hasta el 10 de julio, 253 fotografías que rescatan el trabajo y las aportaciones visuales de Ignacio López Bocanegra. Se trata de la primera gran retrospectiva, a 30 años del fallecimiento de este artista de la lente, que reúne su trabajo dentro del fotoperiodismo, la danza, la cinematografía, el arte, e incluso su etapa experimental.
Dicha muestra, titulada: Nacho López. Fotógrafo de México, deja ver la modernidad de México en el siglo xx, la vida de la ciudad y sus rostros, que Nacho expresó con inteligencia y preocupación, y que ahora constituye una excelente manera de entablar comunicación con nuestro presente.
 
 
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