Para la literatura no son anodinos; de hecho, cuando los despojan del pesado manto de prejuicios que los hacen parecer seres grises y chatos, las más profundas y complejas pulsiones salen a la intemperie. Algunos de los personajes literarios más entrañables en la historia fueron godínez. Desde Gregorio Samsa —protagonista de La metamorfosis, de Franz Kafka— hasta Bartebly —el escribiente de la novela homónima de Herman Melville—, pasando por Bernardo Soares —heterónimo de Fernando Pessoa, autor del Libro del desasosiego—.Todos ellos fueron oficinistas lastimosos que guardaban secretas y luminosas ideas sobre la vida moderna.
En su mayoría, los protagonistas godínez de estas historias han maquinado un mundo radicalmente distinto a aquel en el que viven; otros han emprendido, con pequeñas acciones, una secreta rebelión contra su realidad; los de más allá han desarrollado una cualidad que los hace únicos frente a todos los demás mortales. En fin, que los godínez han sido protagonistas recurrentes de la literatura de todo el mundo. Los que a continuación se enumeran representan, apenas, una pequeña muestra del interés que estos personajes han despertado en algunas de las mejores plumas.
Protagonista: Bartleby
Obra: Bartleby, el escribiente
Año de publicación: 1853
Autor: Herman Melville
Su aparente sencillez parece ocultar un significado más profundo y complejo. Por esa razón, ha sido protagonista constante de sesudos análisis literarios. De hecho, Bartleby inauguró toda una tradición, o más bien, le dio rostro e identidad a la cohorte de escritores que decidieron darle la espalda a las letras y simplemente dejar de escribir; así lo postuló Enrique Vila-Matas, en su libro Bartleby y compañía (2006).
La historia se desarrolla en un ambiente perfectamente banal: el de una oficina de abogados. Ahí llega Bartleby, cuya profesión es tan poco apetitosa que «nada se ha escrito hasta el momento sobre ella»: amanuense o copista judicial. En sintonía con el insípido lugar de trabajo, el narrador es también portador de la grisura: «soy uno de esos abogados sin ambición que nunca se dirigen a un jurado o solicitan de algún modo el aplauso público».
Si acaso en Bartleby sobresalía una característica, ésa era la de su aspecto trise y taciturno. Su primera aparición no deja lugar a dudas sobre su carácter: «un joven inmóvil apareció una mañana en mi oficina; la puerta estaba abierta, pues era verano. Reveo esa figura: ¡pálidamente pulcra, lamentablemente decente, incurablemente desolada!».
Desde ese momento, la vida de la oficina siguió por los caminos habituales, hasta que un buen día un meteorito impactó —venido en forma de una frase inocua— la rutina de la maquinaria: «preferiría no hacerlo». Con esa oración, Bartleby desencadenó una discreta sublevación, que se magnificó en una gran revolución.
Protagonista: José García
Obra: El libro vacío
Año de publicación: 1958
Autor: Josefina Vicens
García es un contador de 56 años que ha envejecido atornillado a un mismo despacho, quizá incuso a un mismo sillón. Su vida transcurre tranquila, apenas trastocada por la secreta pasión del oficinista: escribir un libro. Pero detrás de ese barniz de normalidad y rutina, García se describe como un hombre «oscuro, liso, hundido en una angustia que no puede acarar ni justificar». La vida y los problemas de la case media son retratados con fidelidad por el contador, a los que él mismo llama «penurias pequeñoburguesas».
Durante el día sigue con disciplina las actividades propias de su cargo; durante las noches se vuelca en la escritura de un libro, del que apenas se sospecha de su escritura por lo que de él cuenta García.
Si bien no hay tal libro, el oficinista sigue obsesivamente con la escritura de un diario en el que consigna su fracaso como escritor, pero a través del cual es posible conocer de su vida, su amante y los problemas de comunicación con sus hijos. El libro vacío es, en efecto, una tautología del libro imposible de García, porque simplemente nunca existió.
Protagonista: Sin nombre
Obra: Ampliación del campo de batalla
Año de publicación: 1994
Autor: Micel Houellebecq
No es que el protagonista, y narrador de la novela, no tuviera nombre; desde luego que lo tiene, pero su vida y él mismo, son tan intrascendentes que nunca considera útil decirlo durante toda la historia. Con apenas 30 años o poco más a cuestas, ese oficinista es un perfecto derrotado. El personaje vive en París, que es descrita en tonos más bien sombríos, y ejerce como ingeniero informático; su vida afectiva es mediocre y la sexual, inexistente. Ha dejado de creer en el amor y en la humanidad, por lo que se desliza inexorablemente a la depresión.
Ese fue el primer libro del escritor francés y anticipó el tono de sus demás obras: un hombre deprimido y su accidentada relación con un mundo cruel y feroz. La crítica leyó en Ampliación del campo de batalla una denuncia contra la actualidad, su superficialidad y vicios. Dominique Guion, de Le Figaro Litéraire, escribió: «como reacción ante el triunfo de la bufonada y de la indecencia, su novela cruel, de un humor cruel, de un estilo acerado, en su radical recazo de nuestra sociedad vengará a aquéllos que se sienten asfixiados».
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Algunos de los personajes literarios más entrañables en la historia fueron godínez.
- martes 9 julio, 2019
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