En la Antigua Grecia, los Juegos Olímpicos se celebraban cada cuatro años como tributo al dios Zeus. Estos comenzaron en el año 776 a.C. y continuaron durante más de mil años.
Los juegos eran un asunto exclusivo de hombres y a las mujeres no les era permitido competir o siquiera observar. Estas competencias se consideraban tan importantes que durante su celebración el comercio se suspendía y las guerras se posponían. Los juegos continuaron incluso después de que los romanos conquistaran Grecia.
Pero en el año 394 d.C., el emperador romano Teodosio le puso un alto a los juegos. ¿Por qué?
Después de convertirse al cristianismo la década anterior, Teodosio se había vuelto un ferviente religioso, decidido a acabar con todo culto pagano. Él consideraba que los juegos eran una glorificación escandalosa de los antiguos dioses griegos, así que los terminó para siempre, o eso creyó.
Durante los 1500 años siguientes las Olimpiadas no fueron más que un recuerdo lejano.
En 1892, un barón francés de 27 años llamado Pierre de Coubertin propuso revivir el ideal olímpico. La respuesta inicial de los funcionarios de atletismo fue un largo bostezo. Pero al final, la determinada devoción de Coubertin consiguió la victoria. Así fue como en 1896 nacieron las Olimpiadas modernas y, después de un lapso de más de un milenio, unieron una vez más al mundo en el deporte.
Olimpiadas modernas
En los primeros Juegos Olímpicos Modernos —en Atenas, Grecia, 1896— figuraron solamente 311 atletas provenientes de trece naciones, nada en comparación con los diez mil que se reúnen en las Olimpiadas actuales. Todos los atletas que participaron en estos primeros juegos eran hombres: justo como en los tiempos antiguos, a las mujeres no se les permitió participar, lo cual cambió en las siguientes Olimpiadas. Los ee.uu quedaron a la cabeza de todos los países, con once medallas de oro.
Una de las intenciones subyacentes de Pierre de Coubertin, fundador del Comité Olímpico, al lanzar el movimiento Olímpico, fue la de mejorar el estado físico de los franceses, de forma que sus compatriotas estuvieran preparados en caso de una guerra con Alemania. Él también consideraba al deporte como una maravillosa fuente de energía moral.
Ya se prepara el máximo evento deportivo en Río 2016 –los primeros Juegos Olímpicos de la historia que se celebran en Sudamérica–, y vale reconocer que sin el sueño de Pierre de Coubertin hace 120 años, esto no sería realidad.
Tomado de: Rick Beyer, «The Olympics: Canceled» en The Greatest Stories Never Told. Nueva York: Harper Collins ediciones, 2003.
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