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La revuelta: El miedo de todos los días

por Mario Zaragoza Ramírez
La revuelta: El miedo de todos los días

Otra vez sábado en la mañana (aunque puede ser lunes, martes, jueves o viernes, no importa el día), después de dormir un poco más que otras ocasiones, uno despierta con el miedo de siempre. Que es al menos recurrente desde hace un par de años: ¿No me habré contagiado?

Y no es que hayas visto a alguien con COVID o que hayas estado en algún lugar con mayor riesgo de contagio, como una fiesta, un concierto, una sala de cine, el transporte público, un salón de clases o una sala de juntas. El miedo es persistente.

Sé que para este momento de nuestras vidas muchas personas ya se enfermaron y se curaron y volvieron a las andadas, pero también quienes no han (o hemos) pasado por ello, estamos en el mismo vagón del miedo permanente. Y estoy seguro que nadie que haya sufrido los estragos de la COVID-19, quiere volver a intentarlo. Menos si hay secuelas y mucho menos si su padecimiento fue en la etapa previa a las vacunas y a las trágicas pérdidas.

El miedo de todos los días nos lleva a la angustia, a dormir poco y también a algunas formas de sugestión que hacen que hasta nos duela la garganta.

Por supuesto que esto no es generalizado y que hay muchas personas que no están tan preocupadas o ansiosas, pero para muchas otras, se nos ha vuelto un miedo recurrente desde hace varios meses. Dormir mal, despertar con la preocupación, sospechar y al final no tener nada, pero ese ciclo está presente casi todos los días de nuestra vida cotidiana.

Lavarse las manos, usar gel, cubrebocas, recuperar nuestra confianza, salir, convivir, ir a fiestas, a trabajar, volver a las aulas llenas, ver el transporte público y la ciudad activa son los elementos que completan la otra cara de la ansiedad por contagiarse.

Ese ir y venir (algunos le llamarían dialéctica) entre querer salir como si nada y despertar con la preocupación de haberse contagiado o haber contagiado a más personas, es un péndulo en el que oscilamos (y oscilaremos) desde hace un buen tiempo.

Vale la pena cuidarse y evitar los focos rojos de contagio, pero también hay que seguir con la mira puesta en el porvenir a pesar del miedo, recuperar poco a poco aquello que forma parte de lo que somos.

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