En 1891, el artista Samuel O’Reilly patentó la primera máquina eléctrica de tatuaje.
Primera patente
Basada en la «pluma eléctrica» patentada por Thomas Alva Edison en 1876 —que pretendía duplicar documentos empresariales—, O’Reilly añadió a su diseño múltiples agujas —capaces de perforar la piel hasta 50 veces por segundo— y un depósito de tinta.
El siguiente rediseño de la máquina llegó en 1904 de la mano de Charlie Wagner. En ésta, las bobinas iban montadas de forma vertical, posición que se conserva hasta la fecha.
Máquina de Charlie Wagner -tomado de Pinterest-
La máquina de tatuar moderna se atribuye a Percy Waters, dueño de la mayor empresa de suministros de tatuaje del siglo XX. Su patente, aprobada en 1929, usaba dos bobinas electromagnéticas, interruptor de encendido y diferentes puntas de aguja que permitían una punzada variable, lo que estandarizó el diseño.
En 120 años estas máquinas han cambiado poco, pero los tatuadores contemporánes suelen adaptarlas de acuerdo a sus estilos y necesidades.
Aunque las más usadas siguen siendo las rotativas y de bobinas —cuyo precio base ronda los 2 000 pesos mexicanos— recientemente las máquinas neumáticas se han vuelto más populares; éstas usan un sistema de aire comprimido y su precio base es de 4 000 pesos.