María Ignacia Rodríguez de Velasco —entre otros nombres—, es mejor conocida como la Güera Rodríguez.
Cuentan que tenía unos expresivos ojos azules, una impactante anatomía, mucho ingenio y lengua aguda: «Su cabeza llegaba al corazón de cualquier hombre», contaba Artemio de Valle-Arizpe. Fue amante de Simón Bolívar, Alexander von Humboldt, Agustín de Iturbide, tres curas y muchos otros hombres. Se casó tres veces y enviudó dos.
La sociedad aplaudió sus romances, pero criticó su participación en las reuniones clandestinas para la guerra de Independencia. Fue la primera mujer en México que, sin ser electa, ejerció poder político como consejera de su amado Iturbide.
Su nombre completo fue María Ignacia Javiera Rafaela Agustina Feliciana Rodríguez de Velasco y Osorio Barba Jiménez Bello de Pereyra Hernández de Córdoba Solano Salas y Garfias. Su padre fue don Antonio Rodríguez de Velasco, Osorio, Barba y Jiménez; su madre, doña María Ignacia Osorio y Bello de Pereyra, Fernández de Córdoba, Salas, Solano y Garfias. Y de este matrimonio nacieron Ignacia y su hermana María Josefa.
Se decía que la belleza de estas muchachas era tal, que sólo inducía a los malos pensamientos, razón por la cual, el Virrey «obligó» a que se casaran para que no anduvieran «levantando miradas de deseos libidinosos que producían pensamientos de pecados sexuales entre los jóvenes y algunos maduros señores de la capital».
Pues a esta hermosa mujer le debemos que el virrey Apodaca le otorgara a Agustín de Iturbide el cargo de «Comandante general del sur y rumbo de Acapulco» para combatir al insurrecto Vicente Guerrero. ¿Por qué decimos que debemos agradecer si lo mandaron en contra de nuestro héroe de la Independencia? Porque Iturbide, en vez de pelear, firmó el famoso «Plan de Iguala», con el que se dio por terminada la Guerra de Independencia.
Te recomendamos leer…
