Habrían pasado pocos días del año de 1944, cuando Peggy Guggenheim comenzaba los preparativos de la fiesta para develar una de sus más recientes adquisiciones: un cuadro monumental montado en una de las paredes de su casa. Sólo le faltaba un detalle: la obra en cuestión ni siquiera había sido pintada. El autor en potencia apenas se abría paso en el competido mundo del arte moderno, Jackson Pollock, un joven con serios problemas de alcoholismo que aún trataba de encontrar el estilo que más tarde lo haría inconfundible.
Paul Jackson Pollock nació el 28 de enero de 1912, en un pueblo de Wyoming llamado Cody, en un medio rural y poco educado. Fue el menor de los cinco hijos de un matrimonio mal avenido, con un padre ausente y una madre sobreprotectora y dominante. Como consecuencia, el joven Pollock frecuentó el alcohol a muy temprana edad y durante su vida sólo lo dejaría por un periodo de dos años.
Thomas Hart Benton1 fue su mentor. Además de su profesor escolar, le dio algunas clases particulares y celebró su acercamiento al arte nativo norteamericano, del que se dejó influenciar tanto por su temática y su composición cerrada y totémica como por el uso de arena y polvo de vidrio. La inclusión de estos materiales le dio una de sus primeras características distintivas y le ganó, desde el principio, reconocimiento de personas influyentes, como la ya mencionada Peggy Guggenheim.
Pollock recibió, en sus inicios, una poderosa influencia de dos notables leyendas mexicanas: José Clemente Orozco, de quien adoptó la fuerza expresiva, y David Alfaro Siqueiros, a quien conoció en un curso que él impartía en Los Ángeles sobre nuevas técnicas y materiales para la expresión visual, en el cual animaba a sus estudiantes a emplear el aerógrafo, la pistola de aire, pinturas y materiales sintéticos, entre otros. También empleaba salpicaduras y goteados para dar soluciones más originales e ingeniosas a sus obras; a esta técnica la llamaba el «accidente controlado», y fue precisamente la que habría de convertirse en la columna vertebral del trabajo de Pollock.
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A partir de estas influencias, el pintor estadounidense desarrolló particular interés por la pintura mural y los grandes formatos. Si bien nunca pintó un mural directamente en la pared, la mayor parte de su obra tiene enormes dimensiones. Otra de sus grandes influencias fue Pablo Picasso, en particular su obra Guernica (1937), cuyos trazos y carga expresiva pronto se vieron reflejados en el propio trabajo.
Pero no fue sino hasta que se enfrentó al enorme lienzo de dos y medio por seis metros, comisionado por la señora Guggenheim, que Pollock encontró su esencia. Mural 2 —como fue bautizada la obra— es el parteaguas de su carrera, pues se considera que, a partir de esta creación, su trabajo jamás volvió a ser figurativo.3 Esta monumental pieza puede ser apreciada tanto de cerca —por sus texturas y sus colores— como de lejos —para gozar de su ritmo compositivo y su estructura armónica—, ambos como reflejo del propio acto de creación.
El ritmo que recorre al cuadro, con líneas curvas y ondulantes que suben y bajan, sugiere tanto la danza como la gimnasia, y deja entrever la vehemencia y el frenesí que absorbió a Pollock los dos días seguidos que tardó en realizarlo. Las formas por momentos sugieren cabezas, pero la línea se pierde cuando principia otra; uno creería reconocer cuerpos, pero la contigüidad de los trazos nos lleva a recorrer uno y otro a una velocidad vertiginosa y constante. Esto es lo que esta primera obra tiene en común con sus siguientes trabajos: la constancia en la composición, en la que nunca una línea o un color, una salpicadura o un movimiento, será más relevante y protagónico que otro.
El goteo y chorreado —dripping and pouring— fue lo que le ganó el apodo de «Jack the Dripper».4
Pollock y su técnica
El estilo logrado por Jackson Pollock es producto del dominio técnico y de un concepto mental predeterminado y acabado de lo que quería dejar en el lienzo. Si usted cree que se trata de rayones y salpicaduras sin ton ni son, no se deje engañar, pues para él el resultado nunca fue casual o inesperado.
Jackson abandonó el pincel y el caballete para cambiar todo el paradigma de lo que era «un pintor». Para empezar, en lugar de trabajar enfrentado al cuadro, colocó los lienzos y el papel en el suelo, y, en lugar de quedarse sentado para pintar, como sucede frecuentemente frente al caballete, empleaba el movimiento de todo su cuerpo en el acto. Además, no se limitó a usar pinceles, brochas y óleo: optó por palitos, varas y pinturas alternativas como el acrílico, la pintura de aluminio, la crayola y el barniz. En lugar de jugar con el espesor de los productos, los prefirió diluidos para poder controlarlos mejor.
Durante la década de los 40, a causa de la ii Guerra Mundial, Nueva York detonó como la capital internacional del arte. Aunque muchos artistas e intelectuales europeos habían llegado a «colonizar» con sus tendencias y sus vanguardias, Pollock, el chico local sin clase ni influencias sociales, logró destacar con fulgor propio, al punto que la prensa empezó a poner atención a su obra, como es el caso de la revista Life, que, en agosto de 1949, publicó un reportaje con el encabezado: «Jackson Pollock, ¿el pintor vivo más grande de los ee.uu.?».
- Thomas Hart Benton (1889-1975) fue un pintor y muralista estadounidense representante de la corriente regionalista de principios de siglo XX. Dio clases en el Art Student’s League de Nueva York, de 1926 a 1935.
- Se cuenta que, para poder pintar este enorme cuadro, Jackson Pollock tuvo que derribar una pared de su estudio.
- Se considera figurativa a toda obra pictórica que representa objetos, formas y figuras relacionadas con la realidad y es totalmente opuesto al arte abstracto. v. Algarabía 34, mayo 2007, Arte: «El abc del abstracto»; pp.14-19.
- Haciendo alusión a Jack «the Ripper» —o «Jack el Destripador».