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El bidet

Lavarse las partes pudendas después de cualquiera de las evacuaciones fisiológicas, supone una «buena y sana» costumbre…

Principalmente en la mayoría de las casas de Europa, Sudamérica y Asia, donde el inodoro y el bidet —tan extraño y hasta repulsivo a nuestros ojos mesoamericanos— representan el yin y el yang de los artefactos sanitarios.

Dialogaba un bidet mozo y actual / con un bidet sapiente y otoñal /
y en su lenguaje hidráulico decía / que algo le sorprendía / de cierto tiempo atrás: / que el agua vigorosa de su fuente / al irrigar el pubis de las adolescentes /
hacía su ingreso tan profundamente / que ya no retornaba nunca más.

Juan F. Porras Rangel, In virgo veritasUna pequeña compuerta, un orificio al Reino tenebroso del Prejuicio

El bidet1 El DRAE utiliza el término bidé. tiene la apariencia estructural de un escusado, pero su tecnología incluye unas llaves de agua que regulan la temperatura y una lluvia puntual ascendente que surge desde el fondo del artefacto…

[Cinco segundos destinados para la construcción de la imagen mental.]

El bidet se remonta…

Cuando se superó la Edad Media y con ella, las prácticas penitentes que vinculaban al aseo con el placer, Europa estuvo preparada para reconocer la relación existente entre las pestes que arrasaron con millones de habitantes y la falta de limpieza.
La corriente higienista que poco a poco refrescó al siglo xviii preparó a los ingleses para que —a lo largo de ese siglo— inventaran el inodoro, la ducha y el papel higiénico, mientras los franceses concebían el bidet.
He aquí donde parte del misterio comienza a comprenderse: sí, el bidet es un invento francés.
En esta época, el baño diario no constituía una costumbre y era un detalle de consideración al prójimo aplacar olores mundanos que se concentraban bajo el inmenso ropaje. El escenario que rodeaba entonces a nuestro aparejo en cuestión estaba conformado por el incipiente hábito del baño semanal, por Luis xv y por el rococó. De porcelana decorada, primero, el bidet se integró en las recámaras de los burgueses y con el paso de los años fue aceptado en toda Europa hasta formar parte de un baño integral.
La palabra bidet proviene del francés, propiamente: «caballito» y éste relacionado del francés antiguo, bider que significa «trotar»2 Joan Corominas, Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, Madrid: Gredos, 1997; p. 95., que representa la posición que se debe adoptar para el uso de este artefacto: similar a montar un caballo.
Si bien, la referencia escrita más remota data de 1710; el término bidet como tal, se asentó cien años después.
Con la llegada de la modernidad, la producción masiva para la adquisición popular volvió más austeros y simples estos artefactos. Hoy por hoy, el bidet es utilizado tanto por hombres como por mujeres, pero estas últimas son las más fanáticas, adeptas y defensoras de su causa.

Instrucciones de uso

En aquellos lugares donde se considera que la función del papel higiénico es insuficiente, del inodoro se pasa al bidet. Una vez que es montado de manera similar
 que en el inodoro, se regula la temperatura del agua hasta lograr el punto de equilibrio —recordemos que, al tratarse de partes sensibles, el agua no puede, no debe, estar ni demasiado caliente ni demasiado fría.
Cuando se abren las llaves, una fracción del agua se escurre desde los bordes hasta el desagüe para lavar la taza, de manera que resuelve —además de la del usuario— la higiene del artefacto.
Es el momento culminante del ritual escatológico que lo antecede, sin tiempos muertos, ni cambio de vestuario.
Sobre la manera de sentarse hay diversas teorías, pero la forma habitual, hoy en día, es de espaldas a las llaves; porque aun cuando es una posición algo incómoda —sobre todo, en un primer momento, para manejar 
los grifos— no se compara a la «manera antigua» —de frente a las llaves— sólo posible para damas con grandes faldones y sin ropa interior.
En estos tiempos de celeridad, éste debe ser un trámite práctico, rápido e irreflexivo, que funciona como 
un combo, como un dos por uno.
Cabe aclarar que este lavado sólo se realiza en el baño de la propia casa porque se completa con jabón y una toalla personal, o en hoteles que garanticen un servicio de buena calidad.
Revisa algunas instrucciones para ser sano
Y si nos alejamos geográficamente, hacia el Japón, por ejemplo, donde no se acostumbra utilizar papel higiénico, los escusados más modernos o washlets incluyen opciones cada vez más complejas y avanzadas, como teclados anexos para programar las funciones de agua tibia, jabón líquido y secado.

Desde el otro lado

Aunque el bidet es muy popular en algunos países,
 su uso no es tan frecuente en otros, como México.

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Por estos lares, es difícil encontrarlos en una casa de familia. Sin embargo —y sólo para quienes gustan de las habladurías—, fuentes extraoficiales afirman que en los hoteles de paso sí hacen acto de presencia; además —continúa la misma fuente— éstos se utilizan únicamente para mantener la higiene después de haber tenido relaciones sexuales «ilícitas».
El bidet de una casa ajena no se toca porque la higiene personal tiene sus límites y éstos se corresponden con los límites de la propiedad privada.
De acuerdo con lo señalado por la libertad de culto y de pensamiento, asociarlo a connotaciones menos o más puritanas, quedará al libre albedrío de cada quien.
–Acércate a lugares y objetos prohibidos
Las reacciones de quienes no han hecho suyo al bidet van desde el escepticismo hasta la curiosidad, pasando por la creatividad; por ejemplo, como nos sucedió
 con un amigo que llevaba poco tiempo radicado en Argentina. Un buen día, nos confesó su asombro por este peculiar —para él— hábito higiénico y nos dijo: «Hasta ahora, no había pensado en lo importante que es limpiarse los pies cada vez que uno va al baño».
Los ojos no se nos salieron gracias a nuestra prodigiosa anatomía. «¿Cómo? ¿No es para los pies? Tiene una forma parecida y a mí se me hizo muy lógico que… ¿y para qué sirve?». La respuesta no se hizo esperar, se oyó fuerte y orgullosa a dos kilómetros a la redonda: «¡Para lavarse el culo, boludo!».
O peor aún. La célebre anécdota de un turista estadounidense en un hotel argentino quien, al llenar la sección de sugerencias escribió: «Todo excelente, pero los bebederos del cuarto de baño me parecieron demasiado bajitos»

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