Al escuchar la palabra océano, la mayoría de nosotros podría imaginarse un lugar callado, inmenso y misterioso. De hecho, las dos últimas descripciones podrían coincidir a la perfección —¿sabías que conocemos solamente entre un 5 y 10% del total de nuestros océanos? —.En dónde podríamos diferir, es en el hecho de que no es un lugar callado. Cientos de especies viven inmersas en el agua, comunicándose continuamente —echando chismecito—, planificando una cacería o la siguiente migración. Sin embargo, nosotros estamos alterando de manera significativa estos procesos, debido a la contaminación acústica que producimos. ¡Quédate con nosotros! y conoce más sobre este fenómeno que irónicamente, no está haciendo tanto ruido.
¿Qué es y cómo afecta la contaminación acústica?
La contaminación acústica, se entiende como la presencia y perturbación en el ambiente, con algún tipo de ruido o vibración. Sin importar el emisor, estos ruidos afectan a las poblaciones dónde son emitidos, creando molestias, riesgos o daños y perjudicando las actividades diarias de las personas. Imagina todos los ruidos del lugar en donde vives: camiones, coches, aviones, bocinas, altavoces, motores, gritos, etc. Ahora, imagina que esas perturbaciones sonoras con las que constantemente lidiamos, las hemos logrado trasladar a todos los océanos de nuestro planeta, terrible, ¿no?
La contaminación acústica en los océanos, es un problema del que casi nadie habla —pero que afecta muchísimo a las poblaciones marinas—. La perturbación sonora en el agua, se da gracias a todas las actividades que realiza el ser humano, como: los dragados marinos, el sondeo y perforación constante de los pozos petroleros, la construcción de túneles submarinos, el constante viaje de buques pesqueros, el traslado masivo de objetos a través de barcos o los miles de cruceros turísticos que surcan las aguas todos los años.
Afectaciones a las especies marinas
Hagamos un pequeño ejercicio de imaginación para ejemplificar las graves consecuencias que trae consigo este problema. Imagina por un momento, que eres una ballena azul que nada libremente por el océano, utilizas la ecolocalización —sonidos reflejados para encontrar objetos— para localizar a tu familia, a una pareja o si tienes hambre, a una presa. Comienzas a cantar en una frecuencia baja, pero no obtienes ninguna respuesta, sigues y sigues pero no pasa nada. De pronto, escuchas a lo lejos un sonido extraño que se intensifica mientras te acercas, ¿qué es? ¿el motor de uno de esos molestos barcos?
Lo único que quieres es salir de ahí inmediatamente, sin embargo, tu estabas buscando algo. Bueno, cambias la ruta y sigues con tu canto. De pronto, un ruido más potente te aturde, es el ruido de una perforación petrolera el que te ha desconcertado. Ahora ya no puedes concentrarte, no encuentras a nadie, sigues nadando pero has perdido completamente la ruta. No pudiste encontrar a tu familia ni alimento con que subsistir, ¿cómo encontrar algo si hay muchos ruidos interfiriendo?
El sonido viaja más rápido en el agua que en aire, ¿lo sabías? Por lo que la contaminación sonora llega con gran velocidad a todas las especies marinas. No solo las ballenas utilizan la ecolocalización como medio de comunicación, muchos animales marinos la utilizan como medio de subsistencia. Sin embargo, las continuas interferencias sonoras, provocan que se pierdan estas comunicaciones, afectando los ciclos alimentarios, reproductivos o migratorios de las especies.
¿Qué hacer para detener este problema?
Aunque no parece haber soluciones claras para esta problemática, la ONU estableció el 2030 como la fecha límite para llegar a los límites sostenibles de intervención sonora en los océanos. Nuestros gobiernos, tienen mucho trabajo que hacer para lograr regular las actividades marítimas que año con año se intensifican y que dañan los ecosistemas marinos. La regulación de la sobrepesca, el cambio a energías renovables, la reducción de consumo material, podrían fungir como alternativas inmediatas para reducir la contaminación acústica de nuestros océanos. ¿Tú que opinas?