Parece que fue ayer apenas que celebrábamos el cambio de milenio y cuando una agencia mexica- na de comunicación especializada en lingüística, llamada Aljamía, tuvo la excéntrica idea de promover su intangible producto y peculiares servicios con un boletín. Un mero folleto de tan sólo dos caras, pronto adquirió su distintiva forma de bastardo de tabloide y comenzó a publicar artículos cortos, de tono divulgativo y desfachatado, sobre todo y nada a la vez, sobre peque- ñas grandes cosas de las que nadie habla y sobre datos sabrosos e inútiles. Tal fue la aceptación de los clientes de Aljamía y de todos aquellos que compartían, pedían prestado o, de plano, hurtaban el boletín que Algarabía nació como revista de venta al público, de circulación trimestral y con un tiraje de un puñado de ejemplares.
«El tiempo es la sustancia de que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrebata, pero yo soy el río; es un tigre que me destroza, pero yo soy el tigre; es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego.»
Jorge Luis Borges
Dos décadas y 200 números después, aquel divertimento de cultura y lenguaje, que salía de las solas manos y el tiempo libre de Pilar y de Victoria, acabó absorbiendo Aljamía, sus proyectos y sus oficinas; conquistando suscriptores y algarabiadictos por todo México —y más allá—; saltando a los medios masivos de comunicación, primero, y a las redes sociales, después; produciendo libros y suplementos, accesorios y recuerdos; sumando empleados y presentaciones en ferias de libros; más un largo etcétera.
Decir que no ha sido fácil sería pecar de falsa modestia, cuando no faltar a la verdad. Sostener en México un proyecto editorial y cultural, privado e independiente, es poco menos que épico: a veces, se siente como el periplo que no acaba de Odiseo o la tarea interminable de Sísifo; pero otras, también, se antoja los gloriosos trabajos de Hércules o el vuelo de un Ícaro exitoso… La satisfacción, sin embargo, de haber llegado a tantísima gente y de haber trabajado en lo que nos apasiona supera, con creces, todos los vaivenes, vicisitudes, metidas de pata y vuelcos que hemos vivido todos estos años.
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Queremos, pues, celebrar con usted, querido lector, este doble aniversario —que también es suyo—, regalándole un número sui generis, tan especial como amerita la ocasión. Con 200 datos, divididos según nuestros ejes temáticos tradicionales: lenguaje, arte, ciencia, curio- sidades e ideas; siguiendo nuestros usuales estilos: narrativo, balazos, cronología, taquitos de lengua y chingos de minisecciones; y con el desparpajo de veinte años de algarabía. Porque, además, nos traemos entre manos grandes cosas para los siguientes 20 años y 200 números. ¡Felicidades!