La historia de la humanidad, está plagada de hechos cuyo objetivo principal fue traspasar los límites, desprovistos de las capacidades biológicas para sumergirnos en el agua o alcanzar las estrellas, creamos una cantidad de objetos que nos permitieron hacerlo, el cielo es una de las metas y los aeronautas lo tuvieron muy claro.
Precursores de la aeronáutica en el viejo mundo
Eugene y Etienne Montgolfier —dos hermanos franceses que fabricaban papel— encontraron la forma de inflar un globo con aire caliente y hacerlo flotar tripulado por un pato, una oveja y una gallina, el 19 de septiembre de 1783.
El 21 de noviembre del mismo año, el farmacéutico Pilatre de Rozier y el Marquéz Francois d’ Arlandes pasaron a la historia como los primeros aeronautas humanos que volaron en un globo aerostático.
La aeroestación se extendió rápidamente y evolucionó para mejorar tanto la dirección como la duración de los vuelos. En esta carrera de perfeccionamiento se usaron gases como el hidrógeno —con fatales resultados para algunos aeronautas— o el helio.
Entre las propuestas de mejora de la aeronáutica hubo algunas francamente descabelladas — y no por ello menos fantásticas— como el adiestramiento de águilas para ser usadas como caballos de carroza y el uso de canastillas con remos y timón, inspiradas en la navegación por agua.
Muchos de los avances fueron inspirados en las carreras bélicas y en la necesidad de ganar ventaja sobre el otro combatiente por medio del espionaje aéreo, afortunadamente el entretenimiento se sobrepuso y el globo aerostático se cubrió de magia y belleza.
Los aeronautas ya no sólo eran valientes acaudalados o inventores, ahora eran creadores de historias, trapecistas, e incluso las mujeres más osadas participaron de esta puesta en escena que no tardó en conquistar a toda Europa y sus colonias.
La primera noticia relacionada a la aeroestación en La Nueva España es de mayo de 1784 —menos de un año después del vuelo de los hermanos Montgolfier. El registro muestra la construcción de un modelo aerostático en Jalapa cuya conclusión, lamentablemente, no podemos conocer.
El primer aeronauta en México
En el naciente México independiente, la aeronáutica ya era todo un fenómeno de masas, incluso hay registros de 1833 de un par de intentos de vuelo hechos por parte del francés Adolfo Theodore, apoyado por el empresario General Manuel Barrera. Esta incursión no tuvo éxito, así que Theodore no lleva el galardón del primer aeronauta en surcar los cielos mexicanos.
Fue otro Francés, Eugenio Robetson, quien protagonizó el anuncio del 31 de enero de 1835 sobre una nueva incursión en globo que se llevaría a cabo el 12 de febrero de ese año.
Los testigos que demuestran este viaje fortuito son las primeras notas del día siguiente al ascenso, cuando se le celebró el logro de convertirse en el primer aeronauta en levantar el vuelo en cielo mexicano con la frase:
«México ha quedado satisfecha del valor del Sr. Robertson y de sus conocimientos físicos, prendándose al mismo tiempo de su recomendable finura y urbanidad. Celebramos que en su descenso y regreso a la capital haya sido tan feliz como lo fue al separarse de nuestra vista».