Ciudad de México, 1976
¡Ay! ¡Ay, qué les cuento! Esta vez la cosa se puso dramática y violenta mis amores.
¡Les cuento!
En uno de mis viajes a México, a la capital, una amiga me contó que andaba ahí pegadita a un chavalín que la invitó al estreno de Supervivientes de los Andes, esta película que recrea el terrible accidente de avión de un equipo de rugby y que los llevo a sobrevivir comiéndose entre ellos, ¡sí! para sobrevivir hasta que fueron rescatados. ¡Bueno! La cosa es que andaba ahí, en Bellas Artes, en este estreno donde andaría Vargas Llosa porque él escribió el guión.
¡Ay no!
Bueno, la cosa es que andaban ahí y de repente ven al escritor de La ciudad y los perros que se acercaba a, a quién creen mis amores… ¡a su amigo! Gabriel García Márquez, bueno, para entonces ya no era tan su amigo, verdad, porque me dijo que mientras el Gabo lo recibía con los brazos extendidos, antes de que terminara de decirle «hermanito», ¡Pum! aquél ya se había abalanzado a él para soltarle tremendo puñetazo en la cara.
¡Ay no!
Pues mi amiga y todos quienes andaban ahí de chismosos en el vestíbulo del Palacio se quedaron…
Y Vargas Llosa llegó a practicar boxeo, osea, tremendo trancazo que recibió el célebre colombiano. Mi amiga dice que Gabo terminó en el piso y Vargas Llosa se le acercó, le dijo: «¡Esto es por lo que le dijiste a Patricia!» ¡Y ahí quedó la amistad! ahí quedó todo. Ya no se volvieron a hablar, y ninguno dijo algo después al respecto.
¡Qué caray! Ya lo decía el rey Salomón, que los celos son crueles como la tumba.
Se decía que Mario vivía una de sus crisis de pareja con su mujer de entonces, Patricia Llosa. Ella encontró amigo y confidente al Gabo y también a Mercedes Barcha, su esposa. Hubo, quizás, malos entendidos que llevaron a los celos. Y de ahí, la posibilidad de que se reconciliaran estos cuates se desgastó. La mala relación se fue enquistando, además sus posiciones políticas cada vez se veía que eran distintas, eso quieras que no también afecta. Su rivalidad creció.
Gabriel García Márquez se nos fue en abril de 2014, y nunca explicó qué fue lo que le dijo a Patricia Llosa, qué fue capaz de provocar el enojo de su ex amigo.
Y el silencio del escritor peruano no ha hecho más que mantener su complicidad en este incidente que presenció mi amiguísima, a quien le comían las ansias por contarme.
Digan no a los celos, mis amores. Esto que decía aquél cómico francés, Molière, que el celoso ama más, pero el que no lo es ama mejor, ¡tiene verdad!
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