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Lovecraft: el rey de lo extraño

Lovecraft la tragedia de una personalidad atrofiada y desgarrada, severamente traumatizada en la infancia y nunca llegada a «madurar».
Lovecraft: el rey de lo extraño

Hoy que sus cuentos de dioses primordiales y reinos del sueño han alcanzado el grado de mitos modernos, resulta difícil creer que H.P. Lovecraft muriera en el olvido. En estos extractos, Joyce Carol Oates se da a la tarea de examinar por qué, a pesar de su prosa de calidad discutible y de su discurso racista y misógino, sus cósmicas pesadillas siguen impregnando nuestro imaginario cultural.

El escritor estadounidense del siglo XX que con más frecuencia se ve comparado con Edgar Allan Poe, ya sea en la calidad de su arte —bizarro, brillante, inspirado y original, aunque con frecuencia trillado, derivativo y repetitivo—; en sus preocupaciones temáticas —la obsesiva representación de la desintegración psíquica ante el rostro de un horror cósmico percibido como «la verdad»—, o en la recepción crítica y comercial durante su vida truncada, es H. P. Lovecraft, de Providence, Rhode Island.

Howard Phillips Lovecraft, que se jactaba de haber descendido de una «nobleza inglesa sin mezcla», fue hijo único de un matrimonio condenado al fracaso entre un vendedor ambulante de una compañía de orfebres y la hija de un adinerado hombre de negocios. Cuando tenía 2 años, su padre comenzó a mostrar síntomas de demencia; víctima de sífilis no tratada, murió en un manicomio cuando Lovecraft tenía 7 años. La madre, emocionalmente inestable, era a la vez anormalmente apegada a su único hijo y en extremo crítica con él; su miedo al cambio y al mundo más allá de su hogar era extremo.

Infantiles pesadillas nocturnas

Ya desde la más temprana infancia sufrió de sueños violentos y pesadillas; llamó a estas aflicciones —que detallaría con minuciosa expresión en sus cuentos— «agonías nocturnas». Muchas de sus historias se leen como sueños despiadadamente transcritos. De éstos, «Los sueños en la casa de la bruja» es el relato más elaborado de un descenso a la locura alucinatoria.

Su enfoque está en los interiores, el interior del alma. Su tema es el continuo asalto por parte de las fuerzas inconscientes de la disolución, de la desintegración; el colapso de la cordura bajo el peso del caos; el triunfo de entidades dementes, como las deidades subterráneas Azathoth y Nyarlathotep, el «Dios loco sin rostro que aúlla a ciegas en la más tenebrosa oscuridad a los acordes de dos necios y amorfos flautistas.»

¿Fue la vida de Lovecraft la tragedia de una personalidad atrofiada y desgarrada, severamente traumatizada en la infancia y nunca llegada a «madurar», o hay algún tipo de triunfo en la forma en que el niño agraviado y aterrorizado se reconstituye a sí mismo, a través de incontables sesiones de escritura insomne, en un ser puramente cerebral?

Las mitologías primordiales

La obra que muestra su mayor madurez es el ciclo de cuentos de horror al que sus discípulos han llamado «Los mitos de Cthulhu». Orgulloso de su ateísmo, Los mitos de Cthulhu fueron su «antimitología»; una inversión irónica de la fe religiosa tradicional. Constituyen una elaboración detallada de una de sus fantasías, recurrente y temprana, en la que toda una civilización alienígena aguarda en la parte inferior del mundo conocido; al igual que una «bestia nocturna» puede acechar debajo de la cama de un niño en la oscuridad, o que la naturaleza trágicamente dividida de la humanidad aguarda bajo el barniz de la civilización. En Los mitos de Cthulhu no hay «dioses» sino seres extraterrestres desplazados, los «Grandes Antiguos» que viajaron a la Tierra millones de años atrás. Los seres humanos, engañados, los han confundido con dioses, adorándolos por ignorancia.

Entre los textos sagrados —y «prohibidos»— que relatan la exhaustiva historia de los Grandes Antiguos está el Necronomicon, del árabe Abdul Alhazred, tan frecuentemente citado en Lovecraft que el título se convierte en una especie de broma. Es fácil ver por qué Jorge Luis Borges se sintió atraído e inspirado para escribir cuentos lovecraftianos como «Tlön, Uqbar, Orbis, Tertius», creando, para sus propios fines, una biblioteca ficticia de antiguos textos cabalísticos, míticos y múltiplemente referenciados.

A pesar de toda su inteligencia y teorización estética, Lovecraft fue un escritor notablemente desigual. Leídos cronológicamente, sus cuentos se erigen en yuxtaposiciones desconcertantes: «La llamada de Cuthulhu», profusamente detallado y artísticamente construido, es seguido por «El modelo de Pickman», de mala calidad, ambos de 1926; la sutilmente modulada «El color que cayó del espacio» antecede al sensacionalismo exagerado de «El horror de Dunwich». Al igual que Melville, Lovecraft se vio obligado a vender sus historias —las de «primer nivel» y las que no eran tan buenas— por no más de un centavo por palabra, a la revista pulp Weird Tales.

La lógica del rayo

Los cuentos más efectivos de Lovecraft son aquéllos en los que la atmósfera predomina y la trama se mantiene subordinada; en los que una narrativa en capas, ricamente detallada, rodea una imagen numinosa e indefinible. En su temprano «El Extraño», inspirado en Poe, el narrador inconscientemente monstruoso se mueve como en un sueño para confrontar su propio reflejo dentro de «la fría e inexorable superficie del pulido espejo»; incluso si no sabemos nada de la sombría y asfixiante vida del autor de 31 años, respondemos a esta historia como un codificado cri de coeur: «Desdichado aquel a quien los recuerdos de la infancia sólo traen miedo y tristeza. Desdichado es aquel que sólo puede volver la mirada hacia horas solitarias en habitaciones vastas y lúgubres repletas de […] hileras demenciales de libros antiguos …».

No puede haber muchos escritores que se rindan tan impotentes, sin protestar, a su demonio. Lovecraft cuelga como un conejo de las fauces de su inconsciente; rara vez en su vida y nunca en sus escritos intentó luchar, convocar una pizca de razonamiento coherente, un fragmento de prosa auténtica como baluarte contra los terrores y compulsiones que tiranizaron su mente. Pero esa debilidad le dio fuerza a su escritura: sus historias pueden ser aterradoras.

Ursula K. Le Guin

A pesar del expresado desprecio de Lovecraft por el misticismo, claramente fue una suerte de místico que dibujaba intuitivamente una cosmología de imágenes que le llegaban espontáneas desde la «zona oculta» de su vida: lo que fue reprimido, negado, «derrotado». En sus trabajos más apasionados, como «El Extraño» y En las montañas de la locura, hay una melancólica grandeza operística; una curiosa poesía elegíaca de indescriptible pérdida, de desesperación adolescente y de una soledad existencial tan penetrante que permanece en la memoria del lector, como un sueño, mucho después de que los rudimentos de la trama lovecraftiana se han desvanecido. Un híbrido del gótico tradicional y de la «ciencia ficción», Lovecraft muestra un temperamento claramente gótico; su «ciencia» tiene su propia lógica ficticia, pero nunca está orientada hacia el futuro, sino obsesivamente dirigida hacia el pasado distante.

En el cosmos de Lovecraft, alguna conjunción trágica de lo «humano» y lo «no humano» ha contaminado lo que debería haber sido la vida natural; no hay lógica, no hay razón para tal destino, así como no hay razón para que caiga un rayo.

Lovecraft, purificándose de la piedad convencional en sus escritos, se autodenominó durante gran parte de su vida un «Tory» en homenaje a sus antepasados de la «nobleza inglesa sin mezcla», convirtiéndose en un inflexible socialista teórico a los 40 años, durante la Gran Depresión. Qué extraño saber que fue infaliblemente amable, paciente, generoso, modesto y caballeroso en sus relaciones personales; sin embargo, de acuerdo con su sensibilidad conservadora, un antisemita —a pesar de su profundo afecto por Sonia Greene y otros amigos judíos—, racista y fanático ario. Algunos de sus trabajos, en particular La sombra sobre Innsmouth, con su raza degradada y subhumana de gente pez-reptil de ojos fijos e impasibles, son claramente fantasías paranoides sobre el mestizaje. A lo largo de su vida se retiró de los más descarados reclamos de superioridad aria, mas persistió en la creencia de la inferioridad de «negros y aborígenes australianos».

El extraño que cayó del espacio

Después de una crisis nerviosa a los 18 años, nunca buscó educarse o entrenarse para un empleo serio. Se ganó escasamente la vida haciendo revisiones para otros escritores, en su mayoría terribles, y haciendo de «escritor fantasma» ocasionalmente —una vez, para Harry Houdini—. Aunque se enorgullecía de escribir para un «sensible» pequeño círculo de personas de ideas afines, todo su trabajo se publicó en revistas de mala calidad; su obra nunca se imprimió en libros durante su vida. Su carrera fue cada vez más decepcionante. A medida en que fue más admirado en el culto de la ficción gótica, se volvió más excéntrico, empobrecido.

La emoción más antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido.

H.P. Lovecraft, El horror en la literatura.

Diario de muerte

Encerrado en hábitos idiosincrásicos, tal como haría uno de sus desafortunados protagonistas, Lovecraft adoptó el orgullo ascético de comer frugalmente. Estimaba que podía subsistir con treinta centavos por día, 2.10 dólares a la semana; su alimento consistía en enlatados y comida vieja, incluso podrida. Una fobia de por vida contra médicos y hospitales impidió que su cáncer intestinal fuera diagnosticado a tiempo; en una forma verdaderamente lovecraftiana, a pesar de la terrible agonía, mantuvo un «diario de muerte» hasta que ya no pudo sostener la pluma.

Murió creyéndose a sí mismo un fracaso ignominioso. Ni en sus reflexiones más fantásticas este artista del «pesimismo cósmico» pudo haber previsto su fama póstuma; aún menos que, una década después de su muerte, el mismo libro que no pudo publicar, Lovecraft’s Best Supernatural Tales, vendiera más de 67 mil copias en un solo año.

10 imprescindibles

En su obra se cuentan más de 60 novelas y cuentos, sin incluir su poesía, ensayos e intercambio epistolar. Ésta es nuestra selección de los imprescindibles:

  • «Dagon» (1917)
  • «The Call of Cthulhu» —«La llamada de Cthulhu»— (1926)
  • The Dream-Quest of the Unknown Kadath —La búsqueda onírica de la desconocida Kadath— (1927)
  • The Case of Charles Dexter Ward —El caso de Charles Dexter Ward— (1927)
  • «The Colour Out of Space» —«El color que cayó del cielo»— (1927)
  • The Whisperer in Darkness —El que susurra en la oscuridad— (1930)
  • At the Mountains of Madness —En las montañas de la locura— (1931)
  • The Shadow Over Innsmouth —La sombra sobre Innsmouth— (1931)
  • The Shadow Out of Time —La sombra fuera del tiempo— (1934)
  • «The Thing on the Doorstep» —«La criatura en el umbral»— (1937)

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