Como experto en el tema, Levine sirvió como asesor histórico de la cinta que retrata el dramático rescate de casi 400 mil soldados del bloque aliado en Francia, mientras se aproximaba el ejército nazi. Esta es la segunda parte de una historia de supervivencia.
–Lee aquí la primera parte de esta entrevista–
Previo a ver la cinta de Christopher Nolan, esta entrevista exclusiva te servirá de contexto para comprender mejor la complejidad del suceso:
Joshua Levine: ¿Alguien de tu familia luchó en la guerra?
Cristopher Nolan: Mi abuelo murió en la ii Guerra Mundial. Pilotaba un Lancaster.
JL: Santo cielo. ¿Sabes a cuántas misiones sobrevivió?
CN: A cuarenta y cinco. Ya iba a retirarse, pero creo que murió en la misión cuarenta y seis. Después de la cuarenta y cinco, los aviadores pasaban a ser instructores de los pilotos novatos, y mi abuelo ya casi había llegado a ese punto. Está enterrado en Francia y fuimos a visitar su tumba cuando estábamos rodando la película. Fue muy emotivo. Tenía treinta y tantos años cuando murió y era el más veterano de la tripulación, sus compañeros le consideraban una especie de figura paterna. Quiero decir que eran unos críos. Tenían dieciocho, diecinueve años.
JL: ¿Revisas tus películas pasado un tiempo?
CN: Sí, sí.
JL: ¿Y las juzgas cuando las ves? ¿Cómo ve uno una película que hizo hace años?
CN: Acabas viéndolas por diversos motivos poco después de terminarlas: para el lanzamiento en vídeo, por esto o aquello, por toda clase de razones técnicas. Y ahora a mis hijos quieren ver El caballero oscuro, por ejemplo, y me siento a verla con ellos. Pero con el paso del tiempo esos motivos desaparecen y dejas de verlas. Hace mucho tiempo que no veo Memento.Hay cineastas que nunca vuelven a ver sus películas, pero a mí siempre me interesa verlas porque van cambiando con el tiempo, a medida que te alejas de ellas.
Empiezas a valorarlas de una manera más objetiva (lo que está bien, lo que está mal) y supongo que quedan un poco más contextualizadas en la época concreta en que las hiciste.
JL: Sí.
CN: Lo que no resulta muy alentador, porque no quiere uno pensar que va envejeciendo y que está muy sujeto a su época, pero así es.
JL: Pero ¿cómo podría ser de otro modo?
CN: Sí, así es para todos. Así que lo máximo a lo que puede uno aspirar es a hacer una película que parezca intemporal.
–Las sonrisas en la guerra de Bill Mauldin–
JL: ¿Te preocupa que la historia de Dunkerque vaya a ser, al menos durante un tiempo, para una generación, tu historia de Dunkerque?
CN: Es una responsabilidad, sí, y la tengo muy presente, claro. Pero seguramente es una de las razones por las que la película no trata de abarcarlo todo. No hablamos de la situación política, ni del panorama internacional que rodea los hechos porque creo que sería una carga demasiado onerosa tratar de plasmar un momento de la historia tan complejo que en realidad no puede condensarse en un relato dramático de dos horas de duración.
Me siento a gusto plasmando la experiencia visceral de Dunkerque y con el hecho de que la película defina durante un tiempo, durante los próximos años, lo que la gente piense sobre cómo pudo ser esa experiencia, porque para eso sí me siento cualificado, porque nos hemos documentado y somos capaces de filmarlo de una manera comprensiva. Pero abordar las consecuencias de la evacuación, de la historia misma, en un sentido más amplio, eso no quiero asumirlo. Y no creo que la película lo pretenda. Su sencillez intrínseca te permite imaginar más hilos argumentales. Y está hecha así a propósito. De ahí, en parte, su estructura. Queremos dejar espacio al espectador para que entienda que hay muchísimas más experiencias asociadas a ese acontecimiento histórico.
JL: En el libro comento lo siguiente:
Cada soldado que esperaba en la playa o en el espigón (la larga escollera desde la que se evacuaban las tropas), o que avanzaba a lomos de una vaca, tuvo una vivencia distinta de la retirada. A menudo, estas vivencias se contradicen entre sí. Es imposible escoger un solo elemento simbólico: las playas cubrían una gran extensión de terreno y estaban ocupadas por miles y miles de persona cuyo estado físico y mental varió enormemente durante aquellos diez intensos días, en los que las condiciones cambiaban continuamente y a gran velocidad. ¿Cómo no van a contradecirse estas experiencias? El mundo entero se hallaba presente en aquellas playas.
Para mí, eso es lo esencial. ¿Estás de acuerdo?
CN: Sí. Creo que la película parte en gran medida de esa misma premisa, de lo sutil y esquiva que es la experiencia subjetiva individual que define la realidad objetiva.Lo que es una constante en todas mis películas: todas ellas tratan de experiencias individuales, de contradicciones potenciales con la realidad objetiva.
Y esta película intenta dejar espacio para el número infinito de vivencias y anécdotas que se contradicen entre sí o que sirven de glosa unas a otras. Contamos fundamentalmente tres historias que se cruzan en algún punto. Mostramos el momento en que coinciden, y son vivencias muy, muy distintas. Cuando ves el aterrizaje de emergencia de un Spitfire desde otro Spitfire, todo parece muy medido y controlado, pero pasar por esa experiencia, como ocurre después en la película, es completamente distinto. El contraste es brutal. Y eso es algo que siempre me ha fascinado de la experiencia humana.
JL: Hicimos un viaje por distintas partes de Inglaterra para conocer a veteranos de Dunkerque. ¿Qué aprendiste de esa experiencia?
CN: Cosas absolutamente cruciales. Pero, curiosamente, aunque cuando estábamos hablando con esas personas me sentía honrado y agradecido, no tuve una inspiración inmediata ni fui consciente en ese momento de qué iba a sacar exactamente en claro de esas conversaciones. Sabía que era algo que convenía hacer. Teníamos que hablar con personas que hubieran estado allí de verdad si queríamos tener la pretensión de llevar su experiencia al cine. La verdad es que solo ahora, cuando reviso la película, cuando veo la escena en la que los soldados ven meterse a ese tipo en el mar, no sé qué está haciendo ese hombre, si piensa suicidarse o si de verdad cree que puede escapar de allí a nado. Y la razón de que no lo sepa es que creo que incluso le pregunté [al veterano] si ese hombre iba a suicidarse, y el hombre no sabía la respuesta. Y era algo que había visto con sus propios ojos.
https://www.youtube.com/watch?v=-_nhjmLeGYw
JL: ¿Y crees que el hombre que se metió en el mar sí sabía lo que iba a hacer?
CN: No lo sé. De eso justamente se trata.
JL: Buscamos siempre certezas («Va a hacer esto o aquello»), y en realidad la mitad de las veces ni siquiera sabemos por qué hacemos lo que hacemos. Y en una situación como esa, en la que la presión es inimaginable…
CN: Una cosa fundamental que extraje de las conversaciones con esas personas maravillosas fue la convicción de que lo que pretendíamos hacer tenía un apoyo sólido en sus vivencias personales. Personas distintas hablando de cómo era estar en el espigón, de cómo era saltar del barco… Estaba el tipo que traía agua a Dunkerque, lo que suponía bajarse del barco y luego no poder volver a montar en el mismo barco. Esa sensación de caos, como de pesadilla. Un caos ordenado, supongo que podría llamarse, o el caos casi burocrático que parecía reinar en el espigón. Es muy interesante escuchar hablar a personas concretas sobre esos momentos. Y también está ese tipo que, aunque no era un civil, iba desde Inglaterra a llevar agua… Una de las cosas que me fascina es el aspecto material del asunto. Por eso Tommy trata de ir al retrete al principio, porque esas cosas son interesantes: los aspectos logísticos. ¿De dónde vas a sacar la comida? ¿Y el agua? Era algo que no estaba previsto y hubo que improvisar, así que escuchar el relato de alguien que venía con agua y que veía todos esos incendios desde lejos sabiendo que se dirigía hacia allí…Es una imagen omnipresente en la película: dirigirse hacia esos incendios. Son el horizonte. El último sitio al que quieres ir.
Extraje toda clase de enseñanzas de esas conversaciones. Fueron calando con el paso del tiempo. Creo que fue muy revelador preguntarles, como hiciste tú, cuál era su visión del espíritu de Dunkerque, porque hay interpretaciones para todos los gustos. Tres interpretaciones muy distintas, que yo recuerde. Una es la de los barquitos que simbolizan el espíritu de Dunkerque. Otra, no recuerdo las palabras que utilizó el veterano en cuestión, pero vino a decir que era una perfecta majadería. Y luego estaba el último veterano con el que hablamos, que equiparaba el espíritu de Dunkerque con la gente que defendía el perímetro y que se quedó atrás. Y todos ellos, aunque sus interpretaciones fueran tan distintas, se mostraban absolutamente rotundos: esto es el espíritu de Dunkerque y esto fue lo que significó.
JL: Sí, desde luego. Recuerdo que uno dijo que allí cada uno iba a lo suyo.
CN: Sí. Creo que fue una de las personas más interesantes con las que hablamos. Nos dio a entender que había pasado por una serie de experiencias de las que no se sentía orgulloso, pero que estaba convencido de que eran lo normal en esas circunstancias, para la gente que estaba allí. Tuve la sensación de que no quería decir de ningún modo que hubiera hecho algo malo o distinto, sino que había cosas de las que no se podía hablar, que era mejor no tocar. Y para mí toda la relación entre Alex, Tommy y Gibson se resume en eso. No hay intención de criticar a nadie. Sentía que había una ventana que permitía acceder a la intimidad de esa experiencia subjetiva.
JL: Me parece interesante que, al llegar uno a cierta edad, el orden de las cosas tienda a desaparecer. Los relatos ya no avanzan del principio al fin. El tiempo se vuelve cada vez más irrelevante. En mi caso, como abogado y escritor, tiendo instintivamente a reordenar las historias de los demás, a darles un sentido lógico. Pero tú partes de una perspectiva totalmente distinta que me resulta muy interesante. Has tratado tantas veces en tus películas el tema del tiempo que imagino que la actitud de ese hombre te pareció muy honesta.
CN: Sí, mucho. Mi labor consiste en narrar una historia de una forma muy disciplinada y ordenada, sea por orden cronológico o no, y no tendría trabajo si eso fuera algo que a la gente le saliera de manera natural al hablar.Lo cierto es que, sea por la razón que sea, el ser humano es incapaz por naturaleza de narrar sus experiencias propias de una manera absolutamente coherente.
De modo que la narración de historias, adopte la forma que adopte, siempre tiene valor social, porque cumple una función muy concreta. Se trata de darle a algo una forma distinta, por eso el hecho de que ese hombre no nos contara esa vivencia suya crea una laguna interesante en nuestro conocimiento que creo que es mucho más expresiva que cualquier enunciado. Al margen de lo que pasara, creo que ese veterano era consciente hasta cierto punto de que o bien nos parecería trivial, porque quizá lo que ocurrió fue que insultó a un oficial, por ejemplo, o nos parecería verdaderamente bochornoso y no podríamos entenderlo. En todo caso, su experiencia subjetiva, al convertirse en relato, quedaría enormemente disminuida. Me parece muy estimulante, muy digno de reflexión, considerarlo una pequeña laguna en nuestro conocimiento. Confirma lo que ya habíamos deducido durante el proceso de documentación histórica, y es que hubo una inmensa variedad de experiencias individuales.
Con este contexto, seguro disfrutarás más la cinta Dunkerque, que se estrena el próximo 28 de julio.
Esta entrevista realizada por Levine a Nolan está incluida en el libro Dunkerque: La historia real que inspiró la película, en la cual se dan a conocer algunos interesantes antecedentes y motivos que llevaron a este director a explorar un suceso que marcó el porvenir del mundo. Aquí te obsequiamos el primer capítulo de este libro:
Joshua Levine – Dunkerque. 1erCap
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Agradecemos a nuestros amigos de Warner Bros. México la autorización para publicar esta entrevista, así como a la editorial Harper Collins por la exclusiva del adelanto del libro que inspiró Dunkerque.