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Una historia de supervivencia (primera parte)

El escritor Joshua Levine entrevista, en exclusiva, a Christopher Nolan, sobre Dunkerque

Tras el éxito de su trilogía El Caballero Oscuro: Batman inicia (2005), Batman: El caballero de la noche (2008) y El caballero de la noche asciende (2012), Christopher Nolan ha logrado hacerse un lugar dentro de la historia del cine; Una de las particularidades de este cineasta es su forma de explorar la capacidad humana de enfrentarse a la adversidad.
Dark Knight Rises
En ese sentido, Memento (2000) e Inception (2010), dos de sus cintas más emblemáticas —incluso consideradas de culto y nominadas al Óscar por Mejor Guión—, abordan tragedias irreparables a través de un tratamiento que radica en lo onírico, sin dejar atrás el palpable dolor del duelo y la entropía de la pérdida.
Ahora Nolan decidió incursionar en el cine histórico, pero otorgándole un giro más humano.
Así, llevó a la pantalla grande un enfrentamiento medular durante la Segunda Guerra Mundial: la batalla de Dunkerque. Durante la filmación de esta epopeya, Nolan contó con el apoyo de Joshua Levine —uno de los investigadores más prominentes en el estudio de este episodio histórico.
A través de su experiencia y conocimiento en el tema, Levine sirvió como asesor histórico de la cinta. Dunkerque: La historia real que inspiró la película, su más reciente publicación, aborda este acontecimiento con lujo de detalle y que, a la par de la cinta de Nolan, funciona como un apoyo paratextual al entender la complejidad del suceso.

Operation Dynamo - men wait in an orderly fashion for their turn to be rescued.
Operation Dynamo – men wait in an orderly fashion for their turn to be rescued.

A continuación presentamos, en exclusiva, una entrevista realizada por Levine a Nolan —incluida en el libro Dunkerque: La historia real que inspiró la película, en la cual se dan a conocer algunos interesantes antecedentes y motivos que llevaron a este director a explorar, a través del séptimo arte, un suceso que marcó el porvenir del mundo.
Joshua Levine: Eres un inglés, que trabaja en ee.uu. Cuando dijiste que querías llevar este tema tan británico a la gran pantalla, ¿cómo fue acogida tu idea?
Christopher Nolan: Terminé el guión antes de decírselo a nadie. Emma [Thomas, productora de Dunkerque] sí lo sabía. Fue ella quien me dio a leer tu libro [Forgotten Voices of Dunkirk] en un principio. Hicimos la travesía del Canal hace muchos años, con un amigo nuestro que sale en la película, en uno de los barcos. Queríamos recrear ese viaje histórico. Fue una de las experiencias más difíciles y, francamente, más inquietantes que he tenido jamás.
Me alegré muchísimo de llegar de una pieza, y eso que a nosotros nadie nos tiraba bombas. Solo estábamos, literalmente, el Canal, los elementos y nosotros tres en aquel barquito.
JL: ¿Hiciste la travesía a modo de homenaje?
CN: Sí. La hicimos un poco pronto, en Pascua. Creo que era abril y no mayo. Hacía bastante frío y fuimos a Dunkerque expresamente para eso, aunque no como grandes apasionados de la historia. Sabíamos lo que había pasado, habíamos crecido oyendo hablar de ello y nuestro amigo tenía un velero y nos dijo «venga, vamos». Fue muy, muy difícil —por lo menos para Emma y para mí— aventurarse en el Canal en un barquito. Es toda una hazaña, pero si además emprendes la travesía sabiendo que te diriges a una zona de guerra la cosa se vuelve inimaginable.
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De ahí que no pueda exagerarse lo que significa Dunkerque como mitología, o como mitología contemporánea, o como quieras llamarlo.
Cuando te subes a un barquito y haces esa travesía, puedes vislumbrar lo valiente que fue aquella gente. Hace falta mucho valor para hacer algo así.
Emma y yo lo comentamos años después y nos pusimos a leer testimonios de primera mano sobre la evacuación. Nos extrañaba que nadie hubiera hecho una película, por lo menos en las últimas décadas, porque es una historia grandiosa. Muy universal, a mi modo de ver. Así que leí muchísimo, estuve dándole vueltas a cómo podía plantear la película y a por qué nadie lo había intentado hasta entonces. Y finalmente llegamos a la conclusión de que se debía a que Dunkerque fue una derrota. Ya que sería una película muy cara de producir. Muy aparatosa. Es una historia épica, da igual cómo la estructures. Nosotros tratamos de abordarla de un modo muy íntimo, pero de todos modos es una epopeya, así que para ponerla en marcha hacían falta los recursos y la maquinaria industrial de Hollywood, y conseguir canalizar esos recursos para contar la historia de una derrota, por épica que sea, resulta un tanto difícil.
Pero la verdad es que lo que más nos atraía de la historia era precisamente que no se trataba de una victoria ni de una batalla, sino de una evacuación. De una historia de supervivencia.
De modo que no la veo como una película de guerra. La veo como una historia de supervivencia. Por eso no se ve a los alemanes en pantalla y por eso está planteada desde el punto de vista de los puros mecanismos de supervivencia, más que desde un enfoque político.
JL: No parece una película bélica. A mí me recuerda a la Habitación 101 de George Orwell, esa estancia que contiene lo peor del mundo para cada cual, ese enemigo sin rostro que es la peor pesadilla de cada individuo, lo que más le aterroriza. ¿No es casi una película de terror, o de terror psicológico, o algo así?
CN: Es una película de suspense, pero tratamos de llevar el suspense visceral lo más lejos posible. De modo que sí, indudablemente te adentras en el lenguaje propio de las películas de terror.
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JL: Hay casi un pacto tácito según el cual, si vas a hacer una película acerca de los nazis, tienes que mostrarlos tal y como eran, pero tú no lo has hecho.
CN: No. Bueno, cuando empecé a escribir el guion —al principio avanzas muy despacio, pero así vas tomándole el pulso a la historia—, utilizaba constantemente la palabra «nazi» y hacía que la gente se refiriera a los alemanes en los diálogos. Quería recordar continuamente al público actual lo malvado y terrible que era el enemigo y llevarle de la mano. Pero luego, en algún momento, creo que fue hablando con Mark Rylance, que fue el primer actor en sumarse al proyecto, me di cuenta de que, ya que había decidido no mostrar en ningún momento a los alemanes, tampoco tenía sentido referirse a ellos de palabra.
Las medias tintas no son buenas.
Es decir, que o tratas de abarcar toda la maldad y la ideología nazis, o tienes que eludir por completo ese aspecto no mostrando a los nazis, convirtiéndolos en cierto modo en entes subliminales, en un peligro que acecha siempre fuera de la pantalla. Es como el monstruo de Tiburón. Puede que veas la aleta, pero no ves el tiburón.
De esa forma, tu mente, e incluso tu sentido ético a la hora de decidir con quién te identificas en la película, los convierte automáticamente en lo peor que puede haber.
JL: De ese modo el espectador puede dejarse llevar por su imaginación y llegar hasta donde quiera. Pero, dado que esta película van a verla muchos jóvenes que no saben nada o casi nada sobre la ii Guerra Mundial, ¿no te sentías en la obligación de recalcar cómo eran los nazis?
CN: Creo que tenemos la obligación de no retratar de manera engañosa a los nazis, pero el nazismo se deja sentir en la película precisamente por su ausencia, y creo que eso es lo más adecuado en este caso. Lo que se pretendía era evocar esa sensación de crisis en Europa, la inminencia del peligro. Transmitir las emociones de esos soldados británicos y franceses que están en tierra en un momento crucial de la historia. Sentir que se trata de un punto crítico absoluto. Desde un enfoque cinematográfico, lo conseguí evitando caracterizar y humanizar al enemigo, cosa que tienden a hacer de un modo u otro todas las películas bélicas. Desde tiempos de Sin novedad en el frente, las películas de guerra han tenido esa pretensión de hilar muy fino, de querer humanizar al enemigo. Pero, claro, cuando te pones en el pellejo de un soldado que espera en esa playa, te das cuenta de que su contacto con el enemigo es, en casi todos los casos, sumamente limitado y discontinuo. Lo que ves son básicamente bombas cayendo. Y lo que oyes son disparos a kilómetros de distancia, lo que debía de ser mucho más aterrador de lo que podemos imaginar, porque ese ruido iba acercándose continuamente.
Ahora que estamos haciendo la mezcla de sonido, intentamos descubrir la manera de recrear ese espacio sonoro para que la batalla parezca estar a quince kilómetros de distancia y luego a diez, y luego a cinco, y transmitir lo espantoso que tuvo que ser aquello para los tipos que estaban en la playa.
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Lo que importa en esta película es precisamente lo que no se sabe.
Por eso, en las escenas preliminares damos la información histórica justa, al menos eso espero. La idea es que los personajes de Tommy y Gibson no sepan nada de lo que está pasando y que luego les vayan llegando retazos de información inquietantes, como que «vamos a intentar sacar a cuarenta y cinco mil personas de la playa», «hay cuatrocientas mil personas en la playa», y que posteriormente el espectador tenga esa sensación de «vale, aquí cada cual tiene que buscarse la vida como pueda». Me interesaba la idea de lo que ignoraba la gente, más que explicar todo lo que sabemos.
Cuando estás inmerso en un acontecimiento histórico, especialmente en aquella época, cuando no había smartphones ni todas esas cosas, es muy difícil tener una visión de conjunto de lo que está pasando. Para mí, unas de las cosas más emotivas de Dunkerque, o la más emotiva, sin duda alguna, es que cuando esos chicos son rescatados por fin, cuando por fin consiguen volver a casa, llegan con un sentimiento de vergüenza. El hecho de que se fueran de Dunkerque pensando, la inmensa mayoría de ellos, que iban a ser una decepción inmensa para el pueblo británico y que luego se encontraran con que los recibían como a héroes. Para mí, es uno de los vuelcos emocionales más potentes de la historia, y se debió precisamente a que no sabían lo que estaba sucediendo. Por eso aparecen leyendo el discurso de Churchill en la prensa. Ellos no habrían estado presentes en la sesión del Parlamento, ni habrían podido hacer lo que suele hacerse tradicionalmente en el cine, que es intercalar una imagen de Winston Churchill hablando ante el gabinete de gobierno o preparando su discurso. Se enteran por la prensa, de modo que solo a posteriori descubren en lo que estaban metidos.
JL: ¿Hay algún paralelismo con el mundo actual? ¿El espectador va a ver Dunkerque como algo que ocurrió hace equis años o como algo que podría volver a pasar?
CN: Uno de los mayores infortunios de nuestra época, una de las cosas más terribles de la crisis migratoria que vive Europa, es que nos enfrentamos de nuevo a los problemas físicos, materiales, que plantea el hecho de que un gran número de personas traten de abandonar un país en pequeñas embarcaciones para llegar a otro. Es un paralelismo espantoso, pero en nuestro mundo tecnológicamente avanzado es muy fácil olvidar la importancia que reviste la física más elemental. La realidad es insoslayable. Así que, si tienes un enorme número de personas en un lugar concreto que quieren llegar a otro sitio y no pueden ir en avión sino por mar, en barquitos atestados, con ese afán tan humano de sobrevivir… Causa espanto ver eso en la prensa en estos tiempos, pero ahí está. Teniendo en cuenta que eso está pasando en el mundo actual, no creo que nadie pueda desdeñar lo sucedido en Dunkerque como algo perteneciente a otro mundo o a otra era.
JL: ¿Qué películas bélicas te gustan?
CN: Una de mis películas favoritas, una de las que más admiro, es La delgada línea roja de Terrence Malick. No tiene prácticamente nada que ver con esta película, pero sí con muchas de mis películas anteriores. Creo que Memento está muy en deuda con ella. La proyectamos antes de hacer esta película, pero no ha influido apenas en ella, salvo en un sentido estilístico, de textura de la imagen, que es intemporal. Parece muy inmediata y contemporánea a pesar de que trata de la ii Guerra Mundial, y eso era precisamente lo que queríamos probar a hacer con la textura de esta película, pero en cuanto a fundamentos artísticos y estructura narrativa no tienen nada que ver una con la otra. No vi muchas películas bélicas. Vimos Salvar al soldado Ryan de Spielberg, que también fue muy reveladora porque tiene esa estética de película de terror. Plasma la intensidad del momento y su truculencia de una manera tan absoluta y tan eficaz que uno siente el impulso de escapar. No puedes intentar competir con esa película. Sería como intentar competir con Ciudadano Kane. Quiero decir que son películas absolutas.
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El horror de la guerra está ahí mismo. Así que nos decantamos más por el suspense.
No vi muchas películas de guerra porque leí un texto sobre el cine bélico de James Jones, el autor de la novela en la que está basada La delgada línea roja —creo que está reeditado en el librito que acompaña la edición en Blu-ray de Criterion— y fue muy aleccionador. El autor es alguien que estuvo en la guerra y que ha escrito sobre ella y que pone en evidencia las trampas y los despropósitos de las películas bélicas de una manera tan implacable que te pone las cosas muy difíciles, si eres director y te sientas a escribir una película ambientada en un momento histórico real. Uno de los interrogantes que plantea es «¿Qué más puede decirse sobre la guerra después de Sin novedad en el frente?». Así que volví a ver Sin novedad en el frente, que hacía muchos, muchísimos años que no la veía. Es increíble lo universal que es como manifiesto sobre la guerra, sobre lo espantosa que es la guerra. A pesar de que el arte cinematográfico estaba más en pañales que ahora (es una película en blanco y negro, sin apenas sonido), está magníficamente hecha. Y puesto que trata sobre los alemanes pero se hizo dentro de los parámetros de Hollywood, el punto de vista antinacionalista resulta especialmente potente y vigoroso. Y eso es justamente lo que la sitúa por encima de cualquier otra película antibelicista. Es muy contundente en su forma de plasmar lo terrible que es la guerra, no hace concesiones a la hora de describir cómo los mitos nacionalistas, del patrioterismo agresivo, propagan la idea de la guerra como glorificación. Creo que no les habrían permitido hacer algo así si se hubiera tratado de una película sobre estadounidenses y británicos.
JL: Entonces, ¿tu película sigue esa misma línea?
CN: No, para nada. Mis lecturas y la labor de documentación me hicieron avanzar en el camino que ya había tomado: no hacer una película de guerra, sino narrar una historia acerca del instinto de supervivencia porque ahí sí sentía que pisaba terreno firme. Yo no he luchado en una guerra, y luchar en una es mi peor pesadilla. No me imagino haciendo algo así. Por eso para mí Dunkerque adopta la forma de una historia de supervivencia.
A mi modo de ver, la supervivencia era la medida del éxito o del fracaso, y por eso cuando uno de los soldados dice al final «lo único que hicimos fue sobrevivir», el ciego contesta «con eso basta».
Porque, en el contexto de Dunkerque, eso era lo que definía el éxito. De ahí la famosa frase de Churchill «dentro de esta derrota hay una victoria». Esas son las circunstancias concretas que me sentía capaz de contar.

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Con este contexto, seguro disfrutarás más la cinta Dunkerque, que se estrena el próximo 28 de julio. He aquí un primer vistazo: 

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Agradecemos a Warner Brothers Pictures México las facilidades otorgadas para la publicación de esta nota. 

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