El aguinaldo es uno de los signos del fin de año, junto con el nacimiento —o pesebre, como se le llama en algunos países—, sus peregrinos y el Niño Dios, las posadas con sus piñatas, los villancicos, el arbolito de Navidad y, a últimas fechas, Santa Claus. Pero todo parece indicar que estas festividades cristianas tienen su origen en una remota antigüedad pagana.
La palabra
En cuanto a la etimología de la palabra aguinaldo existen, cuando menos, un par de versiones. Una de ellas nos señala que la palabra deriva de una expresión usada por los druidas, sacerdotes de los pueblos celtas que oficiaban en los bosques para encomendar las cosechas a los dioses, y en especial la recolección de los frutos silvestres. En la ceremonia, el druida subía a las ramas de un encino para esparcir sobre las cabezas de la gente las hojas de muérdago, una planta sagrada, mientras entonaba las palabras rituales: «A gui l’an neuf», cuya traducción podría ser «al muérdago el año nuevo». Hay que anotar que en español existe la palabra aguilando, sinónima de aguinaldo y fonéticamente muy próxima al conjuro druida.
La otra posible etimología provendría del latín y es la que recoge el académico Gutierre Tibón, quien, en su Diccionario etimológico comparado de los apellidos españoles, hispanoamericanos y filipinos, se refiere a un personaje histórico filipino del siglo XIX, Emilio Aguinaldo, y menciona que su apellido tal vez provenga de la frase latina hoc in anno —«en este año»—, que se usaba como estribillo en las canciones populares de Año Nuevo.
Hoy en día, el drae acota la palabra aguinaldo como: «regalo que se da en Navidad o en la fiesta de la Epifanía; regalo que se da en alguna otra fiesta u ocasión; villancico de Navidad [en algunos países de Latinoamérica, como Venezuela y Puerto Rico, a los coros navideños se les designa “aguinaldos”]; planta tropical silvestre de la familia de las convolvuláceas, muy común en Cuba y que florece por Pascua de Navidad».
La costumbre
Precisar el origen de la costumbre de intercambiar obsequios como forma de festejar una fecha fausta y manifestar de manera material los buenos augurios, resulta tarea difícil, pero existen fechas en las que parece haber cierta coincidencia.
Se le atribuye a Tacio, rey mitológico de los sabinos que compartió con Rómulo —fundador de Roma— el trono y la corona de la Ciudad Eterna, el haber iniciado la costumbre de recoger ramos de verbena el primer día del año en el bosque consagrado a Estrenia —diosa de la salud y el vigor—, para implorar por su divina protección y después obsequiarlos, en un principio a Rómulo, y después a los parientes y amigos. El obsequio de la humilde planta fue pronto remplazado por regalos cada vez más suntuosos que se llamaban strene.
Por otro lado, muchas culturas de la Antigüedad eligieron el solsticio de invierno —que tiene lugar entre el 21 y el 22 de diciembre— para festejar a alguna de sus deidades. Entre ellas destacan: Mithra, que en sánscrito significa «amigo», que era el dios de la luz solar, objeto de culto en la India y en Persia, y cuya fiesta se celebraba el 25 de diciembre, con la culminación del solsticio invernal; Apolo, dios latino que correspondía al Helios griego, que era celebrado también el 25 de diciembre en la fiesta del Natalis Solis Invicti o «nacimiento del Sol invicto», y Saturno, dios de la agricultura y de las cosechas, que era celebrado durante las Saturnales —que iniciaban el 17 de diciembre y concluían el 25— de diversas maneras: ofreciendo al público grandes banquetes, dándose obsequios e intercambiando papeles entre amos y sirvientes.
Las fechas entre el 17 y el 25 de diciembre fueron utilizadas por diversas culturas para celebrar a sus deidades.
La Iglesia católica no sólo adoptó de los paganos la fecha del 25 de diciembre como la del natalicio de Jesús, sino también la costumbre de intercambiar regalos. Éstos no sólo se reparten en la Navidad, sino también en la Epifanía del 6 de enero, que rememora la adoración del Niño por los Magos y de los obsequios simbólicos de oro, incienso y mirra. También se adoptó la costumbre de dar los «aguinaldos bautismales», que eran los regalos que se intercambiaban los padrinos con los padres del recién nacido y que han devenido en el llamado «bolo», que ahora se le exige al padrino, a gritos destemplados, en las fiestas de bautizo.
La bonificación
Durante la Edad Media, las monarquías y la aristocracia de los reinos europeos mantuvieron viva la costumbre de los étrennes, aguinaldos y regalos pascuales que, en muchos casos, se convirtieron en pesados tributos que gravitaban sobre los súbditos.
Una bella costumbre perdida que data del medievo europeo, era la de montar, en la noche de san Silvestre —el 31 de diciembre—, a la entrada
de las casas, mesas provistas de multitud de viandas y bebidas para que las disfrutaran los viajeros y transeúntes.
La idea de obsequiar con motivo del fin de año se fue fortaleciendo en los países de Occidente. Al mismo tiempo, las familias adoptaron la costumbre de recompensar el buen comportamiento de los hijos pequeños con juguetes que dejaba Santa Claus en la Nochebuena o los Reyes Magos en la noche anterior a la Epifanía. Estas prácticas se vieron entusiastamente estimuladas por los comerciantes y la mercadotecnia.
El aguinaldo laboral
En México, el aguinaldo es también una bonificación monetaria que se otorga a los trabajadores al final de un año de trabajo. Adquirió estatus de obligación laboral en 1970, cuyo pago a trabajadores y empleados ha sido impuesto a los patrones mediante una enmienda a la Ley Federal del Trabajo, que dispone que una cantidad no inferior al monto del sueldo quincenal se les entregue al ser cubierta la primera quincena de diciembre.
Además, como muchos recordarán, también son aguinaldos esos que se repartían durante las posadas en bolsas de celofán o canastitas de colores, que incluían colación, frutas de la época —cañas, mandarinas, jícamas—, cacahuates y otros dulces que, si bien hacían las delicias de los niños de antaño, poco a poco cayeron del gusto infantil hasta llegar a un desuso cuya manifestación más clara es el gesto, mitad asombro y mitad repulsión, de cualquier niño actual cuando recibe un aguinaldo de manos de su abuelita.
Texto publicado en Algarabía 63, en donde también encontrarás artículos sobre el juramento de Hipócrates, los fractales y la vitamina T.