Mi abuelita decía: «no hay nada peor que la gente mal agradecida»; así fue como ella me indujo al mundo de la gratitud, de saber reconocer cuando algo te es dado, de recordarlo y apreciarlo. Gracias a la Virgen que me ha dado tanto…
«El agradecimiento es una carga, y todos tienden a librarse de ella.» Denis Diderot.
En México, esta cultura del agradecimiento es centenaria
y está directamente relacionada con nuestra religiosidad.
Siempre que se es devoto de algún santito, santita, virgencita o hasta del Santísimo, uno se la vive pidiendo y pidiendo milagritos todos los días: «Ora sí que le pegue al gordo, San Juditas» —abogado de los casos difíciles—, «¡Ay!, Virgencita, ayúdame a conseguir trabajo», «Santo Niño de Atocha, alivia a mi’jito», «Que éste sí me salga bueno y me pida casorio, San Antonio bendito»; y a veces sucede que lo que pides, lo tienes, y ora sí, pues hay que ir a visitar al milagroso a su casa y dejar prueba de haber sido tanto favorecido como agradecido.
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Y para eso, los mexicanos nos pintamos solos o, mejor dicho, pintamos, dibujamos y representamos los hechos y, materialmente, le colgamos el milagrito al santo. Este singular medio de expresión es el exvoto1 Según nuestro querido DRAE, exvoto viene del latín ex voto, «por voto», y «Es un don u ofrenda que los fieles dedican a Dios, a la Virgen o a los santos en señal y por recuerdo de un beneficio recibido..
Arcadia Nuño dedica este retablo como prueba de gratitud de la Sma. Virgen del Rosario de Jalpa por aberle libertado a su hermana Emiliana de un individuo que le tenía muy mala disposición y poreso a dedicarle el presente a aqui otubre de 1894 [sic.]
El exvoto está cargado de un poder religioso sin duda, pero también es un medio de expresar la cultura, la fe y la idiosincrasia de un pueblo. Es evidente que los españoles fueron quienes nos heredaron esta pintoresca forma de agradecer, por eso los mejores exvotos se encontraban en las iglesias coloniales, aunque poco a poco han ido desapareciendo.
Las imágenes llenas de color son modelo del estilo plástico y estético del pueblo.
Los hay de dos tipos: los «milagritos», figurillas de metal que representan desde un brazo curado hasta un hombre arrodillado, sin faltar un animalito o un camión de redilas, que se cuelgan con un listón y un segurito de las vestiduras del santo en cuestión.
El segundo tipo son los retablos, ilustraciones plasmadas en hojas de metal o de madera, acompañadas por un breve texto, que narra lo ocurrido, lo sanado, lo vivido, lo buscado y hasta lo hallado y son adosados a las paredes para crear las más de las veces un tapiz de gratitud multicolor.
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Sus textos, casi siempre fechados y firmados con el nombre del favorecido, suelen cautivar más al develar el origen y la devoción, al mostrar la esencia y la cultura de un pueblo que traza renglones, que emplea su mejor caligrafía y casi siempre comete los «más hermosos» errores ortográficos, donde se aplica el complaciente «con la intención, basta»:
Gracias le doy al Santo Niño de Atocha por aberme otorgado la punteria para matar a ese ijo de la chingada de Filemon. [sic]
Remigio Ibarra, Guanajuato, 1952.
Le quiero agradecer a Santa Rita y a San Pedro Martir que me consedieron el grandisimo milagro de estando yo con un otro hombre no se percato mi marido y paso sin dar conciensia ni rason. [sic]
Gertrudis Beltrán López, Lagos de Moreno, 193
Lamentablemente, el «arte del agradecimiento» se ha perdido, como muchos otros valores, en esta sociedad egocéntrica, acelerada y caótica. Aquellos que se han percatado del valor artístico de los retablos, los han retirado de las iglesias para formar colecciones; otros los duplican y comercializan.
No importa entonces tanto el hecho de dejar prueba de haber sido agradecido, sino agradecer.