¡Cuánta maldad hay en el mundo, hijitos míos! Y es que el chisme que les voy a platicar hoy es sumamente sustancioso y perversón, e incluye a dos poetas franceses muy talentosos, pero destructivos: Paul Verlaine, de 27 años, y el enfant terrible Arthur Rimbaud, de 18.
Bruselas, Bélgica, agosto de 1873.
Como dijo el descuartizador, vamos por partes. En 1871, Rimbaud, de 16 años, era un niño-genio, un novel escritor que buscaba reconocimiento, pero vivía en un pueblito llamado Charleville y su mamá era demasiado estricta para su espíritu rebelde, por lo que le envió sus poemas a un famoso autor de París: Paul Verlaine.
A éste le encantaron las obras de Rimbaud y, ni tardo ni perezoso, le envió una respuesta harto cálida al jovencito: «Ven, querida gran alma. Te esperamos, te queremos.» ¿Pero quiénes? Nomás él, ni modo que su esposa Matilde Mathué, embarazada y de 17 años.
El caso es que en septiembre de 1871 llegó Rimbaud a París. Se hospedó con la familia Verlaine y rápidamente se convirtió en el consentido de los escritores de moda, a quienes les llamaban la atención por igual su geniecillo literario y su carácter problemático. El chavito de 16 años andaba enfiestándose donde podía, bebiendo en exceso y saliendo de pleito con medio mundo. Con decirles que Verlaine lo tuvo que mandar castigado a Charleville, pero Rimbaud se regresó a los pocos meses y ahora sí empezó lo bueno: Arthur y Paul se enamoraron.
Para no hacer el cuento tan largo, en septiembre de 1872 se escaparon a Inglaterra para vivir su amor sin restricciones. ¡Imagínense! En París vivían juntos Rimbaud, Verlaine, su esposa y su hijita, a quienes el poeta maltrataba cuando se emborrachaba —que era muy seguido—. La situación era infernal, sobre todo para Matilde, quien tuvo un respiro cuando el marido y su «protegido» se largaron del país.
En Londres, Rimbaud y Verlaine vivieron su propio infierno de pareja. Como los dos son súper viciosos y reventados, se ponían hasta las manitas y se agarraban a trancazos. Luego, Rimbaud se salía de su vivienda y se iba a alguna galería de arte para escribir a gusto, abandonando a Verlaine entre la cruda del alcohol y la moral, o sea, la culpabilidad por los pleitos y el abandono de su familia.
Finalmente, el mes pasado Verlaine decidió abandonar a Rimbaud y acabar con su tormentosa relación de una vez por todas. Se fue de Londres y se escapó a Bruselas. En esta bella ciudad —que estoy visitando— vive su mamá. Paul se refugió con ella, pero no pudo ocultarse por mucho tiempo, Rimbaud lo persiguió y llegó hasta acá.
Verlaine tomó una pistola y se la puso en la cabeza, amenazando con suicidarse. Rimbaud trató de impedirlo
Fue entonces cuando ocurrió la tragedia: una aciaga noche de julio, ambos poetas estaban borrachos —como de costumbre— y pelearon —como de costumbre—. Verlaine tomó una pistola y se la puso en la cabeza, amenazando con suicidarse. Rimbaud trató de impedirlo, el arma se disparó y ¡zaz! le dio en la muñeca.
Se armó el escándalo. Rimbaud denunció a Verlaine y éste fue arrestado. En prisión, le hicieron un examen médico bastante vergonzoso para checar si había sostenido relaciones homosexuales, lo cual se pudo comprobar gracias a su correspondencia amorosa con Rimbaud y al testimonio de su esposa, acusándolo de adulterio y sodomía.
Arrepentido, Rimbaud ha intentado en vano retirar su denuncia, mas Verlaine ya está arruinado, lo acaban de condenar a dos años de prisión por comportamiento inmoral. Lo único que le queda al travieso escritor de 18 años es regresar a Charleville con su odiada mamá, pero eso sí, jura y perjura que se portará bien, se someterá a un tratamiento de desintoxicación y se dedicará a escribir unas poesías de lo más inspiradas. A ver si es cierto, ¿eh, Arturito?
Mientras tanto, Verlaine, en la cárcel, también está dejando el alcoholismo e intentando escribir poesía decadentista, que se le da muy bien. ¡Pobrecito!
Au revoir!