¿Se imagina qué pensaría Bram Stoker si viera a su oscuro personaje Drácula cantando y bailando? O bien, ¿qué diría T. S. Eliot si tuviera la oportunidad de escuchar a los gatos de su poema maullar melodiosamente en el musical famoso de “CATS”? Y Victor Hugo, ¿qué haría si su jorobado estuviese lamentándose con las gárgolas al ritmo de una balada? O Shakespeare y Cervantes, ¿cómo reaccionarían al ver sus obras más queridas cantaditas y bailadas? Nunca lo sabremos, pero estamos seguros de que no les sería indiferente y que más de uno pegaría un grito de: «¡Esto no lo escribí yo!».
El teatro musical surgió a finales del siglo XIX, y tuvo su auge en la primera mitad del XX, sobre todo en Inglaterra y los EE.UU. Tiene como antecedentes a la ópera y a géneros teatrales jocosos y burlescos como el sainete, el entremés, la comedia musical, el vodevil, la zarzuela e incluso el teatro de la antigua Grecia.
No obstante, el musical logró consolidarse como género teatral y cinematográfico gracias a varios elementos: siempre está en el idioma de la audiencia —a diferencia de la ópera y la opereta—; los diálogos hablados tienen la misma importancia que los cantados; los actores deben ser actores en primer lugar, y luego cantantes y bailarines; el baile es indispensable para retratar las acciones; los momentos de mayor intensidad dramática se resuelven por medio de las canciones; está dividido, generalmente, en dos actos; y la música se compone ex profeso para el musical y suele ser de corte popular.
La obra literaria como semillero
A pesar de que este género ha tenido inspiración en diversas fuentes, la literatura ha sido uno de los semilleros más importantes. Tal es el caso del famosísimo musical Cats, basado en el poemario de T. S. Eliot, Old Possum’s Book of Practical Cats —El libro de los gatos habilidosos del viejo Possum— (1939).
La historia de los «gatos jélicos» —tribu de felinos inventada por Eliot— que se reúnen durante una noche especial para elegir al gato que tendrá la oportunidad de renacer. Fue adaptada por el compositor británico Andrew Lloyd Webber, en 1981; su estreno fue en West End y, un año más tarde, se presentó en Broadway.1 Son los sitios donde están los teatros comerciales de mayor importancia, en Londres y Nueva York, respectivamente.
Representada durante más de 21 años en Londres y 18 en Nueva York, ésta es una de las obras musicales más taquilleras de todos los tiempos, de la que su autor no tuvo noticias pues murió antes de poder ver a sus gatos jélicos cantando bajo la luna rasgada.
La danza y las canciones son los elementos principales, ya que casi no hay diálogos hablados. Así que la habilidad de Webber para adaptar los versos de Eliot a canciones —que van del pop, el rock y el music hall al jazz— fue fundamental para crear un culto alrededor de estas melodías, tal como sucede con «Memory», que ha sido interpretada por diversas personalidades —Barbra Streisand, Sarah Brightman y Heather Headley, entre otras.
Otro musical memorable que causó polémica durante su estreno fue Les Misérables —Los miserables— (1862), de Victor Hugo.
Mientras que para los críticos literarios fue «un crimen», al público le encantó y aún se arremolina para verla. Se estrenó en 1980 en París, aunque ahí sólo duró tres meses; sin embargo, en 1985, después de haber sido adaptada al inglés, se representó en Londres con un éxito enorme y, dos años más tarde, en Nueva York. Desde entonces y hasta hoy es una de las obras con más puestas simultáneas en todo el mundo —15—. La música original es de Claude-Michel Schönberg; las letras en francés de Alain Boublil, y en inglés, de Herbert Kretzmer.
Ni el propio Victor Hugo imaginaría cómo su criminal, Jean Valjean, gozaría de tanta popularidad, y menos cantando. Además de la obra del escritor francés, el mismo musical ha sido adaptado en varias ocasiones al cine. Cabe mencionar la más reciente versión cinematográfica bajo la dirección de Tom Hooper —con las actuaciones de Hugh Jackman como Jean Valjean, Russell Crowe como Javert, y Anne Hathaway como Fantine—, galardonada en 2013 con tres premios de la Academia.
Otro ícono del musical son las adaptaciones de Notre Dame de Paris —Nuestra Señora de París— (1831), también de Victor Hugo. Esta obra de once libros situada en
el siglo XV, en París, cuenta la historia de la gitana Esmeralda, quien es acusada injustamente de la muerte de su amado y condenada a morir. Quasimodo, el jorobado de Notre Dame, agradecido por el apoyo que en otro momento recibió de ella, la salva y le da asilo en la catedral.
Lo llamativo de esta obra es la gran cantidad y variedad de adaptaciones que ha tenido. El teatro, el cine, la animación, la televisión, la música, el ballet y la radio son evidencia clara del alcance de la obra del autor romántico. De hecho, a partir de estas adaptaciones el nombre también se adecuó a Jorobado de Notre Dame y la historia ha tenido distintos enfoques dependiendo de a quién esté dirigida. Por ejemplo, en la animación que hizo Disney se centra más en Quasimodo y tiene un final feliz, donde él es aceptado por la sociedad y reconocido como un héroe.
Te presentamos los mejores momentos de las adaptaciones al musical más famosas de la historia: