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Editorial 110

Hablamos de la muerte largo y tendido, y la analizamos desde distintos ángulos y cristales: el científico, el histórico, el cotidiano, el folklórico y el humorístico.

La muerte le sienta bien…
Al menos en lo que respecta a este número 110 de Algarabía, en el que hablamos de ella largo y tendido, y la analizamos desde distintos ángulos y cristales: el científico, el histórico, el cotidiano, el folklórico y el humorístico, entre otros.
La muerte, de todos tan temida, esa tilica, esa enclenque, es lo único de lo que tenemos certeza en nuestra vida, porque al haber evolucionado en Homo Sapiens Sapiens —‘el homo que sabe que sabe’— nos convertimos en los únicos animales del planeta que son conscientes de su propio fin, y eso nos hace vivir en la falta, en la espera, en la angustia de ese final, y al tratar de evadirla nos reímos de ella, fantaseamos con ella, jugamos con ella y elucubramos e investigamos acerca de ella.
Y ¿qué más ejemplo de esto que los eufemismos con los que la nombramos, o la famosa deathlist que se publica año con año, o los altares de muertos de la tradición mexicana? Así como lo que ahora nos vende la mercadotecnia para estar «preparados para el final», listos para los velorios, sepelios o funerales en los que suceden anécdotas por demás chuscas e incómodas, y con los que el señor Gayosso hizo gran fortuna.
A nuestra obsesión con el fin la ejemplifican las experiencias cercanas a la muerte —«la vida después de la vida»— de la que varios dan testimonio; los cementerios y camposantos que se han convertido en lugares turísticos; la misma pena de muerte como castigo máximo, y las formas de envenenamiento más extrañas que día a día se descubren.
Y ahí no acaba todo, porque en este número hablamos de las diez causas de muerte más comunes en el mundo y en nuestro país; de Don Juan Tenorio y del porqué se escenifica en Día de Muertos; del famoso «cuerno de chivo», un arma mortal casi perfecta; de la muerte en el arte —en particular del sentimiento de los deudos que ha quedado plasmado en obras de arte—, en un artículo que Victoria intituló: «Donde lloran ai’stá el muerto». Además, nos adentramos en los detalles de ese mito de que las uñas y el pelo crecen post mórtem y del Bloody Sunday, en las exequias, la extremaunción, la inhumación y la inmolación; en la «Oda a Lorca», de Neruda, y en El triunfo de la muerte, de Bruegel.
Cerramos con varias anécdotas que explican la frase de «Por la boca muere el pez», y un artículo sobre un síndrome que le ha sentado bastante bien a muchos famosos.
Nosotros deseamos, querido lector, que no se muera nunca. Pero lo cierto es que la vida es corta, así que vivámosla con harta algarabía.

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