Un cuate llega a pedir trabajo y muestra su currículum, que es impactante en materia lingüística. El futuro empleador le comenta sorprendido:
—Joven, estoy realmente impresionado: veo aquí que su lengua materna es el español, pero que su madre era polaca, y por eso usted habla el polaco a la perfección; y que su padre es chino y, por lo tanto, también domina el chino mandarín al cien por ciento. Pero veo, por otro lado, que usted estudió inglés y francés desde pequeño, y los habla y escribe perfectamente. Además, se ha especializado en literatura alemana, por lo que habla muy bien el alemán; también estudió seis años en Japón y domina maravillosamente ese idioma; y que, para colmo, se fue a hacer la maestría a Rusia, y por ello sabe ruso. Por si fuera poco, ahora usted estudia sueco, swahili y catalán. Yo me pregunto: usted, al hablar tantos idiomas, ¿en qué piensa?
A lo que el joven candidato responde rápido y enfático: —¿En qué pienso? Pues en sexo, como todo el mundo.
Este chiste es gracioso porque es muy cierto. Los investigadores del Instituto Kinsey señalan que 54% de los hombres y 19% de las mujeres están obsesionados con el sexo. Por su parte, científicos de la Universidad de Minnesota nos dicen que los hombres suelen pensar en sexo cada 52 segundos y las mujeres, por lo menos, una vez al día. Sea como sea, dejando a un lado las estadísticas y los porcentajes, tendremos que convenir que el sexo no sólo es algo muy importante, sino que es «lo más importante» para nosotros.
El antropólogo y científico —tan admirado por todos los que hacemos esta publicación— Marvin Harris nos dice en su libro Nuestra Especie —en el que habla de las características peculiares que nos hacen distintos a otras —: «El sexo figura, junto con el hambre, entre las principales motivaciones de la acción humana y fuerzas selectivas de la evolución cultural. Como el hambre, es a la vez pulsión y apetito… Los desvelos parentales, las iras conyugales, la curiosidad policial y los mandamientos eclesiásticos podrán desalentar o desviar el comportamiento apareatorio humano, pero nunca extinguir completamente la pulsión y el apetito de alivio y placer sexuales. Con tal de conseguir objetivos sexuales, la gente está dispuesta a luchar, matar, violar y a empeñar la fortuna, la salud y hasta la propia vida».
Porque el sexo es parte de nuestra naturaleza instintiva, Harris agrega algo aún más contundente: «Los extraordinarios esfuerzos que las personas están dispuestas a afrontar con tal de experimentar orgasmos, la búsqueda repetitiva y compulsiva de nuevos orgasmos, la inutilidad de los intentos a renunciar a ella: todo esto sugiere una estrecha semejanza entre la búsqueda del placer sexual y la adicción a las drogas psicotrópicas».
Como ven, no lo digo yo, sino la ciencia. Y como los efectos secundarios de las drogas psicotrópicas son incontables, mejor lo invito a sumergirse a fondo en este número dedicado enterito al sexo, para que haga honor a su naturaleza humana.
Editorial 105
El sexo figura, junto con el hambre, entre las principales motivaciones de la acción humana y fuerzas selectivas de la evolución cultural. Porque el sexo es parte de nuestra naturaleza, este número esta dedicado enterito al sexo.
- lunes 3 junio, 2013
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