«Y la vida interior del pueblo debía ser tan modesta y poco ganosa de comodidades, que quedaba satisfecho con cualquier cosa, con un hediondo portal, con una oscura empinada escalera y con media docena de estrechos y desnudos aposentos, coronados por un mezquino zaquizamí.» Ramón Mesonero Romanos
Gracias a la llegada de los musulmanes a la Península Ibérica —en el año 711—, muchos términos de origen árabe se incorporaron al español. Los árabes, expulsados por Isabel «La Católica», se fueron de España en 1492, pero sus palabras se quedaron para la posteridad, entre ellas, azul, dado, jarabe, limón, zanahoria, mezquino, fulano o zaquizamí.
El zaquizamí es un desván, una habitación pequeña, poco limpia y desacomodada. Pero también se le llama así al cuarto sobrado o al último piso de una vivienda y, debido a su etimología, además posee la acepción de «cubierta de madera que se pone a un techo»: del árabe hispánico سقف في السماء —saqf fi [as]sami—, «techo en el cielo».
Casi todos tenemos un zaquizamí, ya sea porque nuestra recámara esté muy desordenada, porque tengamos un cuarto sobrado en el último piso de la casa o por tener una cubierta de madera en el ático. Así que ahora sabemos que lo que realmente tenemos es más especial: tenemos un «techo en el cielo».
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