Fue criticado por los conservadores y aclamado por los progresistas —al narrar la historia de un profesor que mantiene una «apasionada y enferma» relación con su hija adoptiva—. Él es Vladimir Nabokov.«Nos enamoramos simultáneamente, de una manera frenética, impúdica, agonizante.» Lolita, de Vladimir Nabokov
El escritor ruso nació el 23 de abril de 1899, en Petersburgo, la segunda ciudad más importante de Rusia. Nabokov fue hijo de Elena Ivanovna y Vladimir Dmitrievich —un destacado estadista y jurista— y tuvo cuatro hermanos: Sergey, Olga, Elena y Kirill.
La primera educación de Vladimir —quien años después se convertiría en un destacado escritor— provino de educadoras inglesas y francesas; luego, de tutores alemanes y rusos. Posteriormente, realizó sus estudios en Prince Tenishev School y en el Trinity College, Cambridge.
En 1919, Vladimir y toda su familia tuvieron que salir de Rusia, huyendo de la revolución bolchevique, y se instalaron en Berlín. En esta ciudad, dos cosas marcaron la vida del joven exiliado: con V. Sirin como seudónimo, empezó a tener fama como escritor de ficción entre la colonia rusa y, además, conoció a su musa, el amor de su vida y compañera de siempre: Vera, joven rusa de ascendencia judía, quien fue parte importante en su realización como artista.
Ser maestro de inglés y de tenis, y elaborar crucigramas para un periódico ruso, fueron actividades con las que aquí Nabokov se ganó la vida.
Tiempo después tuvo que huir de nuevo, ahora de los nazis. Primero, se fue a París, en 1937, y tres años después, a los ee.uu, con Vera y Dmitri, su hijo.
Además de las letras, en Nabokov habitaba otra pasión, heredada por su padre: el amor por el ajedrez y las mariposas. Esta afición le sirvió en este país norteamericano y, a pesar de que la paga era poca, dio clases en Stanford y Wellesley como especialista en estos insectos.
En 1948, su vida tuvo otro rumbo y empezó a recuperar la estabilidad económica: a Nabokov le fue ofrecido un puesto en la Universidad de Cornell, así que abandonó el Colegio Wellesley. En esa institución, Vera siguió siendo su fiel cómplice: lo acompañaba por los campus, asistía a los cursos con él, intervenía en las clases y vigilaba a los alumnos durante el examen. Vera aportó tanto a la institución, que ésta acabó pagándole también a ella.
«Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo.Li.Ta.»
Lolita
Así inicia la novela que llevaría a Vladimir Nabokov a la boca de todos y que se convertiría en la más provocadora de ese tiempo. El argumento: Humbert Humbert, un profesor cuarentón, seduce con mentiras a una adolescente de sólo 12 años y 6 meses con quien, durante un par de años, tiene una relación sucia, apasionada y enfermiza.
Muchos se preguntaron por qué Nabokov había escrito esa historia; si era real, de dónde habían surgido los elementos. Dado el tema, algunos editores se negaron a publicarla por el temor al rechazo social. En una ocasión, a Vladimir Nabokov le fue cuestionado cómo sabía tanto sobre niñas adolescentes. Vera respondió que su esposo «había recorrido patios de colegio como “trabajo de campo”».
«Pienso como un genio, escribo como un autor distinguido y hablo como un niño.»
Vladimir Nabokov
Años después, salió a la luz una información que, tal vez, respondería un poco acerca del origen de Lolita: cuando huyeron de Berlín a París, Vladimir le confesó a su esposa que había tenido un affaire con Irina Yurievna, una joven rusa, menor que él. Tras esa revelación, salieron otros encuentros «sin trascendencia».
Lo que es un hecho, es que muchos aseguran que Lolita fue escrita con maestría, que desborda pasiones prohibidas, frustraciones, profundidad, reflexiones, mordacidad: todo con una excelente narrativa.
A los 78 años, el 2 de julio de 1977, Vladimir Nabokov murió en Montreux, Suiza, después de conocer el éxito, aunque —como publicó el periódico español El Mundo— «tuvo que soportar durante años que la crítica marxista le despreciase, tachándole de “ruso blanco” y de “escritor aristocrático”. El tiempo le ha dado la razón, convirtiéndole en el talento literario que él creía ser».
«Era amor a primera vista, a última vista, a cualquier vista.»
La aportación de Vladimir a la literatura incluye poesía, ensayos y novelas. Algunas de sus obras son:
- El ojo, 1930, novela corta
- La hazaña, 1932, novela corta
- Cámara oscura, 1932, novela
- La dádiva, 1937-1938 (Дар), novela
- Pálido fuego, 1962 (Pale fire), novela
- Lolita, 1955, novela
- Una belleza rusa, 1973, colección de cuentos
- Look at the Harlequins!, 1974, novela