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Un mundo nos vigila: contactos extraterrestres

Encontrar vida fuera de nuestro planeta sería magnífico. Y el descubrimiento de vida inteligente sería verdaderamente fantástico.

Encontrar vida fuera de nuestro planeta sería magnífico. Y el descubrimiento de vida inteligente sería verdaderamente fantástico. Aunque la ciencia ficción nos tiene acostumbrados a entablar amistad o a pelear con extraterrestres de todas las formas y olores, no puede concebirse una sensación más intensa que la de encontrar vida inteligente, y nada cambiaría tanto nuestro concepto del mundo como saber que no estamos solos.
Desde 1960, se han desarrollado alrededor de cien programas empeñados en buscar formas de inteligencia extraterrestre —Search for Extraterrestrial Intelligence, SETI—, aunque quizá uno de los más importantes sea el proyecto Phoenix —financiado por donaciones privadas y entre cuyos benefactores está Steven Spielberg—. Los medios utilizados para intentar establecer contacto con seres inteligentes en el espacio exterior son las ondas de radio, pues su producción tiene un bajo costo y se propagan a la velocidad de la luz; además, se supone que los alienígenas están haciendo lo mismo y, por lo tanto, se intenta captar las señales de radio de los planetas lejanos.
Sin embargo, la cosa no es tan sencilla, porque un radiotelescopio capta todo tipo de señales de origen natural, y hay que averiguar de dónde vienen y si desean comunicarnos algo. Algunas provienen del propio Universo y otras se originan en la atmósfera terrestre. Se percibe un continuo murmullo, que en las frecuencias más bajas es muy ruidoso, debido a las influencias galácticas. Además, se agregan dos necesidades: que alguna civilización extraterrestre envíe señales con el fin de establecer comunicación y que utilice, como nosotros, las ondas de radio. Cabe mencionar que la mayoría de las señales que hemos emitido hasta ahora no han sido intencionadas: los programas de radio y de televisión viajan por el espacio desde hace más de 50 años.

¡EXTRATERRESTRES EN CASA!

Para poder evaluar las enormes cantidades de datos que se reciben, existe una red informática mundial de varios millones de computadoras, que no están situadas en los centros de cálculo de los grandes laboratorios, sino en los cuartos de estar y habitaciones de casas privadas; la evaluación se realiza mediante el programa SETI@home.
En marzo de 2003, los investigadores de SETI, con la ayuda de las evaluaciones del programa SETI@home, elaboraron una lista de 150 lugares que podían ser punto de partida de señales extraterrestres. En conjunto, todas las computadoras habían proporcionado un periodo de cálculos de más de un millón de años. Se seleccionaron los puntos desde los que se han emitido señales más fuertes de lo habitual o señales reiteradas o aquellos que se encontraban en la proximidad de una estrella alrededor de la cual giraban planetas. Sin embargo, no deberíamos ser demasiado optimistas, la probabilidad de encontrar señales de una civilización extraterrestre es mayor cuanto más antigua sea dicha civilización. Por otro lado, una civilización con una edad de un millón de años estaría tan alejada técnicamente de nosotros que las ondas de radio serían un medio de comunicación muy anticuado.
Por otra parte, cabría pensar que a las inteligencias ajenas ya se les tendría que haber ocurrido algo para entrar en contacto con civilizaciones menos desarrolladas. Aunque las oportunidades de establecer contacto sean muy escasas, no cabe duda que también son amplias las posibilidades de existencia de inteligencia extraterrestre; por ello, debemos estar atentos. Si en diez, mil o 100 mil años llegase realmente una señal, sería una pena que no nos diéramos cuenta.
Para opinar: ¿crees que hay vida en otro planeta?; para ti ¿son reales las evidencias que exhiben los ufólogos e investigadores acerca de cuerpos extraterrestres?; ¿crees que los videos que muestran ovnis sobrevolando son verdaderos o producidos?
Lee más sobre vida extraterrestre en Algarabía 28.
Tomado de: Detlev Ganten, Thomas Deichmann y Thilo Spahl, Vida, naturaleza y ciencia. Todo lo que hay que saber, México: Taurus, 2004, pp. 352-356.

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