¡Aaaw, mis amores! El chisme que les traigo en esta ocasión está que se escurre de jugoso, y es que a mi paso por la capital de este castizo país me han contado cada cosa de cierto renombrado escritor… que se me pone la piel chinita y se me hacen los dientes largos por transmitirles el chismecín.
Madrid, España, febrero de 1892.
No sé por donde empezar… pero creo que lo haré por la infancia. Hace 48 años nació en las Islas Canarias un bebé que estaba destinado a convertirse en uno de los más prestigiosos autores de España. Cuentan que su mamá le dio de mamar hasta los 3 años y que, como era el hermano menor y tenía asma, fue tremendamente sobreprotegido. En familia le llamaban Benitín, pero hoy por hoy, lo conocemos por su nombre completo: Benito Pérez Galdós.
Conforme crecía, se notaba que Benitín se convertiría en un hombre mañoso, pues a los 8 años se enamoró —platónicamente, ¿eh?— de una prima de 21 y tiempo después, como a los 16, de oootra prima recién desembarcada de Cuba, que sí correspondió a su pasión. Pero la mamá se enteró y antes de permitir el incesto, mandó a su hijo a estudiar derecho a Madrid.
Y bueno, en la capital de España fue el acabose, porque el joven, sin la supervisión de la madre, se sintió en total libertad no sólo de escribir, que ya desde entonces lo hacía muy bien, sino de darse la gran vida con todas las chicas que se dejaban —que no eran pocas—, conquistadas con su galanura, su rollito y su aire de «no rompo un plato».
Así comenzó la fama de don Benito Pérez Galdós, admirado escritor y don Juan irredento. Con decirles que su criado Victoriano me platicó que es de lo más «faldero», no se niega a probar ninguna florecilla, con el pretexto de que son la inspiración para sus novelas. Eso sí, es muy discretito, todo lo revela en sus obras, pero en clave, para que ninguna se sienta ofendida. Además, Benito no hace distingos: actrices, sirvientas, costureras y chicas de la vida galante son su especialidad.
Por ahora, aunque ya está llegando a la cincuentena, me han contado que ve, por lo menos… ¡a cuatro mujeres al mismo tiempo! Una de ellas es la también escritora Emilia Pardo Bazán, su amante ocasional desde hace varios años, aunque últimamente Benito le saca la vuelta por tres razones: una, que Emilia ya no es tan joven ni tan lozana como cuando se conocieron, además de que de los 80 kilos que pesaba entonces, su robusta figura ha rebasado ya los 120, por lo menos —un 30% de los cuales son papada—; otra razón es que Emilia es como un Pérez Galdós pero en mujer, de lo más enamoradiza, y Benitín se lleva pero no se aguanta, o sea, él puede ser infiel pero se molesta si sus chicas lo engañan. Y para rematar, doña Emilia como que quiere celarlo y lo amenazó, que si ve a otras, mejor quedan como amigos. Él, ni tardo ni perezoso aceptó, pues por ahora anda entusiasmado con otra.
Y esta otra se llama María Guerrero. Es una actriz de 24 años y super bonita a quien conoció hace unos días y de inmediato se sintió atraído por su figura y su bella voz. A ella no le es indiferente el famoso escritor, por lo que auguro un romance apasionado entre estos dos loquillos.
Pero bueno, hay otra joven en el panorama romántico de don Benitín: la también actriz Concha Morell, con quien ha tenido relaciones desde hace un par de años, sólo que ella está loca de remate, es muy voluble y le dan unos ataques de histeria difíciles de aguantar, así que Benito ha optado por verla sólo de vez en cuando.
Por si fuera poco, en ocasiones don Benitín se da sus escapadas a un pintoresco pueblito santanderino donde tiene una amante a la que hasta le puso casa. Se llama Lorenza Cobián y es muy guapetona, pero al escritor le da penita presentarla en público porque es muy ignorante. Sin embargo, esta relación es tan seria que ¡ya hay una hija de por medio! Sí, hijitos, una bebé de un año llamada María Galdós…
Así que, ¿cómo ven, queriditos? Yo no sé a qué horas escribe don Benito, si se la pasa brincando de una alcoba a otra. Hasta aquí termino por el momento, pues si me pongo a enlistar los amores del autor de Doña Perfecta, Marianela, Fortunata y Jacinta y demás best sellers, nada más me voy a fatigar y no acabaré jamás.
Au revoir!