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Un etaj mai jos

Conoce este filme del cineasta rumano Muntean, en el cual el misterio suele esconderse en las rendijas de lo que parece transparente…

Probablemente no exista nada tan sospechoso como algo que se jacta de no tener nada que esconder. Igual como en los filmes de Hitchcock –véase La sombra de una duda (1948) o La ventana indiscreta (1954)–, la sospecha es algo que mueve al ser humano con mayor fuerza que la pasión o el deseo.
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El cineasta rumano Radu Muntean empuja la sospecha a grados de ambigüedad sutilmente inquietantes en su más reciente filme, Un etaj mai jos –traducida como Un piso más abajo– se presentó con modesto aclamo en la más reciente edición del Festival de Cannes en la sección de Un certain regard.
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El filme presenta a Patrascu (Teo Corban), el único testigo que presenció un conflicto doméstico entre su vecino de la habitación de abajo y su pareja, conflicto que pudo haber desencadenado en el asesinato de su mujer…
Es a partir de esta duda que Muntean construye con elegancia y aguda inteligencia el lento e interno pero abrasivo consumo que Patrescu padece a manos de su conciencia, un personaje invisible pero que se hace presente durante casi todo el filme.
La intempestiva curiosidad de saber y descubrir lo macabro en lo cotidiano empuja a linderos de ambiguo peligro.
Sin duda, la audiencia estará a la espera de una catarsis que niegue o confirme la misma sospecha que pesa sobre el protagonista, pero Muntean la reduce a lo estrictamente necesario, generando una economía narrativa que para muchos resultará frustrante, pero que de acuerdo a las reglas impuestas por el cineasta rumano, resulta no sólo necesaria, sino justa.
Más que tratar de resolver un misterio Un piso más abajo se regodea en las dudas y nos lleva a cuestionar el hecho cotidiano, apoyada en un montaje preciso y una composición visual que remite a la oquedad de Sangre (2005) de Amat Escalante.

¿Cuántos crímenes no pasan ante nuestros ojos, impunes y rampantes? Lo mórbido se oculta en la normalidad, desde una puerta cerrada hasta una simple gresca doméstica, es tarea de la duda mover al hombre.
 
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