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Un batallón muy especial

¡Tebas de mi corazón! Qué preciosa es esta ciudad, sólo que es bien belicosa; siempre anda en guerras, queriendo imponer su supremacía.

¡Tebas de mi corazón! Qué preciosa es esta ciudad, sólo que es bien belicosa; siempre anda en guerras, queriendo imponer su supremacía.

Tebas, 362 a.C.

Chicos, ahora que ando de visita por estos lares y hablando de guerritas, les quiero contar sobre cierto batallón muy especial que se fundó aquí hace unos quince años y que está destacando por su valentía y sus triunfos en varias batallas que últimamente se han disputado con los espartanos. Estoy hablando del Sagrado Batallón de Tebas, formado por trescientos hoplitas —ciudadanos y a la vez soldados de infantería mayor— que pelean de forma muy peculiar, ya lo verán.
El sacrosanto batallón fue creado por ahí del 377 o 376 a.C., aproximadamente, por el nobilísimo Górgidas, un político y militar tebano muy influyente. La principal condición para ser parte de él es ser súper gay por dos razones principales —algo cursis, la verdad, pero también muy prácticas—: amor y sacrificio.
La idea es que el batallón esté integrado por 150 parejitas, formadas por un hombre mayor y experimentado y un joven que sea su alumno para que se apoyen el uno al otro durante los ataques. Supuestamente, este ejército será poderosísimo, debido a que, si vas a la guerra en compañía de tu pareja, se protegerán tiernamente y se sacrificarán hasta la muerte el uno por el otro. Además, tienen que quedar bien con su respectivo amorcito y demostrar que son valientes y esforzados, si no, qué quemón, ¿no?
¿Pues qué creen, amorcillos? Que este método les ha funcionado de-ma-ra-vi-lla. El homo-batallón ha ganado una tras otra todas las batallas que ha peleado. Justamente acaban de llegar a Tebas dos noticias: una buena y otra mala… ¿cuál quieren primero?
Bueno, pues la buena es que ¡ganaron la batalla de Mantinea contra Agesilao ii de Esparta! Y lo hicieron de manera espectacular gracias a una nueva estrategia que se llama algo así como «falange oblicua», la cual consiste en atacar con todos los trescientos un sólo flanco del ejército enemigo, así pueden penetrarlo por un extremo y ya adentro, pues lo acaban de vencer.
Y ahora la mala noticia: durante este heroica batalla murió Epaminondas, uno de los generales más esforzados del batallón tebano. Aquí todos están tristísimos porque Epaminondas —de 44 años— era un tipo megacarismático. Yo cuando me enteré tuve que aspirar mis sales porque casi casi me desmayo de la impresión.
Pues bien, luego del triunfo del extraordinario batallón —que por cierto, también es la guardia personal de Pelópidas, uno de los gobernantes de la democrática ciudad—, toda Tebas está esperando su llegada para recibirlos con los honores que se merecen. Yo, por mi parte, no me puedo perder ni de broma la entrada de este sacro-ejército, más que nada porque cuando no están en guerra estos hombres se la viven en el gym, por lo que tienen unos torsos es-tu-pen-dos. Lástima que como soy una chica, no se fijan en mí. ¡Ay, trescientos… ya los quiero ver!
Au revoir!

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