adplus-dvertising

Telarañas digitales: El sacrificio de la red

Por Boris Berenzon Imagen de Diana Olvera
Telarañas digitales: Amores de Tinder y amores propios

Los saltos que la humanidad ha debido dar para construir imperios y civilizaciones nunca han sido gratuitos. Detrás de cada gran paso para la especie ha estado un enorme sacrificio. Nos guste o no aceptarlo, nuestro progreso tiene como fundamento un sinnúmero de sangrías: desde el genocidio original que, de acuerdo con el historiador israelí Yuval Noah Harari, perpetramos en contra de los neandertales para coronarnos como los reyes primates del planeta, hasta las fracciones de nuestro propio ser a las que renunciamos con tal de vivir en el sofisticado mundo actual.

Éticamente discutibles, estas inmolaciones nos plantean inquietudes ontológicas que sin duda resulta más cómodo ignorar: ¿somos inherentemente una especie deleznable que no sabe crecer sin destruir todo a su paso? Aunque la esperanza nos pida pensar que no es así, una enorme dosis de realidad nos impide dejar de mirar las evidencias. Sea como sea, es difícil reconocer que estas expiaciones llevaron a la especie a desbloquear nuevos niveles de desarrollo.

Sacrificios

Pero no nos centremos en el pacado original que nos dio origen, sino en los sacrificios terrenales que hoy, ya con pleno uso de consciencia, realizamos diariamente. Quien se casa sacrifica, por ejemplo, gran parte de su espacio de soledad en favor del calor reconfortante de la compañía, quien trabaja sacrifica tiempo de ocio y recreación para asegurarse el sustento, y quien realiza dietas aburridas sacrifica las maravillas del sabor en favor de la salud o de un ideal de la belleza. Materiales o abstractas, grandes recompensas suelen encontrarse del otro lado del arcoíris de este derramamiento.

Son grandes los costos, como grandes suelen ser las recompensas. De otro modo éste no nos parecería un juego justo y nos pensaríamos perpetuamente abusados por la naturaleza o por nuestros propios sistemas. Cierto balance es requerido para seguir siendo capaces de efectuar con constancia esta desgarradora ofrenda. Pero ¿qué pasa cuando lo obtenido es más bien poco frente al valor de lo entregado? Y pero aún, ¿qué pasa cuando no nos damos cuenta del abuso?

Mitos de la Red

La web 2.0, como la conocemos hoy, demanda de nosotros enormes sacrificios para entregarnos apenas unas discretas ventajas, de vez en cuando acompañadas de placeres desabridos. Porque, seamos realistas, ¿obtenemos de ella los tesoros preciados que los gigantes de Silicon Valley nos prometen?

El mito habla de la cima de la democracia, de la participación ciudadana y del acceso a la información. Pero, ¿a quién queremos engañar?, el grupo de WhatsApp en el que compartimos stickers no nos acerca ni un milímetro a la democracia, mentarles la madre a los políticos en Twitter no es participación ciudadana, y compartir fake news sobre las supuestas conspiraciones que dominarán el mundo mediante las vacunas no es ejercer el derecho a la información.

¿Y los sacrificios? Esos sí son sustanciosos: la privacidad, nuestros datos, una vigilancia constante, pérdida de la intimidad y una interminable lista. ¿En qué momento nos pareció que este juego seguía siendo justo? Quizá cuando olvidamos que pedíamos de la tecnología grandes quimeras y nos conformamos con el placer onanista de scrollear nuestras pantallas.

Compartir en:

Twitter
Facebook
LinkedIn
Email

Deja tu comentario

Suscríbete al Newsletter de la revista Algarabía para estar al tanto de las noticias y opiniones, además de la radio, TV, el cine y la tienda.

Las más leídas en Algarabía

Scroll to Top