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Las palabras heredadas

El español es una lengua romance; por eso, el porcentaje de palabras que tienen origen latino es de 73%.

Se puede conocer una lengua desde dos perspectivas: diacrónicamente, a través del tiempo, o sincrónicamente, sin tener en cuenta la evolución histórica, sino contemplándola en su momento, en una determinada época; sin embargo, para acercarnos al léxico, a las palabras, es importante contemplar esta doble perspectiva, pues en el vocabulario que ocupamos diariamente los cambios históricos se aprecian con mayor claridad.

El español es una lengua romance, es decir, procede del latín —como el catalán, el rumano y el francés, entre otras—; por eso, el porcentaje de palabras que tienen origen latino es de 73%. Pero no todos los términos se han incorporado de la misma forma ni han sufrido los mismos cambios; de hecho, se distinguen dos vías de incorporación: la patrimonial y la culta, y ambas se mezclan en una tercera.

Vía patrimonial

Palabras patrimoniales. Son aquellas que han estado en nuestra lengua desde que los romanos llegaron a la Península Ibérica y permanecen hasta hoy; nuestra lengua no es sino el latín del siglo XXI. Los vocablos han evolucionado fonéticamente hasta el punto en que, ocasionalmente, no se puede reconocer su «paternidad». Así, la palabra hominem es nuestra actual hombre, pero, en medio de ambas, hay toda una evolución —homine > hom’ne> homre > hombre—.

Otros ejemplos de palabras patrimoniales son los siguientes:
1) filium > hijo.
2) lactem > leche.
3) lupus > lobo.

Vía culta

Cultismos. Son palabras procedentes del latín que en su origen eran propias de personas letradas, pero la mayoría pasó pronto a la lengua estándar, siendo hoy, desde una perspectiva sincrónica, términos de uso y significado muy común que, debido tal vez a su introducción tardía —y por vía culta, intelectual, de diccionarios o académica—, apenas han evolucionado; por ejemplo:

1) fraternus > fraterno.
2) incredulum > incrédulo.
3) postumum > póstumo.

Vías patrimonial y culta

Semicultismos. En algunos casos, la evolución de ciertas palabras patrimoniales se detuvo en sus mismos orígenes, generalmente por la presión cultural que se ejercía sobre éstas: los clérigos, conocedores del latín, seguían aplicándolas con su fonética latina, pero eran palabras patrimoniales que siempre había utilizado el pueblo. De este modo, seculus hubiera dado lugar a sejo—seculo > sec’lo > seglo > sieglo > sejo—; sin embargo, la presión culta detuvo la evolución en siglo. O fructus, que hubiera evolucionado a frucho, se detuvo en fruto, para no confundirse con otros términos semejantes.

Dobletes léxicos. En varios casos, una misma palabra o étimo latino dio lugar a dos términos en español: uno patrimonial o de evolución normal, y otro culto. A continuación se muestra una lista con los dobletes léxicos, tambien llamados «pares románicos», más usuales del español.


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