Así como la mayoría de los profesionistas del mundo occidental usamos tarjetas de presentación, en Japón es común emplear «tarjetas de visita».
Cuando se llega a la casa de otra persona, el protocolo funciona así: uno entrega su tarjeta y recibe a cambio la del anfitrión. Cada quien debe sostener la tarjeta con ambas manos y leerla cuidadosamente y, por nada del mundo, guardarla de inmediato en el bolsillo ni en la cartera.
Al terminar la reunión, entonces sí se puede guardar la tarjeta, pero en una carpeta o en un tarjetero especial. Faltar a cualquiera de estas atenciones, se considera una ofensa grave.