Redacción
tarambana
Nadie puede negar que Leonardo da Vinci fue un genio del renacimiento: pintor, anatomista, inventor, arquitecto, escultor, científico, filósofo y poeta; en pocas palabras, este florentino legó a la humanidad grandes obras —por ejemplo, La última cena y La Monalisa, así como prototipos de inventos como el helicóptero— que hasta nuestros días siguen siendo admiradas y analizadas. Pero hay que agregar algo sobre este artista, y es que, como decían nuestros abuelitos, era un tarambana.
No se sabe a ciencia cierta la procedencia de este término, aunque maría moliner aventura que podría tener el mismo origen onomatopéyico que tarabilla —persona que habla mucho, muy rápido y de temas banales—, y define al tarambana como un «sujeto aturdido, informal, irreflexivo o calavera». según el drae, en el lenguaje coloquial se trata de una «persona alocada y de poco juicio»; mientras que el Diccionario de mexicanismos dice que es una persona que «anda de juerga y parranda».
Si nos atenemos a algunos chismes que se conocen acerca del gran Leonardo, tendremos que aceptar que, con todo y su genialidad, era realmente un tarambana: le encantaban las fiestas, la buena comida y las malas compañías; casi siempre terminaba peleado con sus clientes porque rara vez concluía un encargo, pues opinaba que «una obra de arte nunca se termina, sólo se abandona»; por eso, dejó muchos apuntes en sus cuadernos de dibujo, pero sólo hizo 30 pinturas, la mayoría de las cuales dejó inconclusas —y ni hablar de sus esculturas: ninguna se conserva en la actualidad.
Junto con su amigo, el también pintor Sandro Botticelli, puso una taberna llamada Los Tres caracoles, que terminó quebrando porque el servicio era malísimo y la comida peor, y no había un comensal que no se enfermara tras comer ahí. sus amigos influyentes lo salvaron de pasar una larga temporada en la cárcel luego de que fuera detenido junto con tres «amigos» y acusado de sodomía —que en el siglo XV era considerada un delito—.
En fin, que si conoce a alguien con una personalidad similar a la de Leonardo —tal vez no tan talentoso, pero sí igual de fiestero e irresponsable—, seguramente se habrá topado con un tarambana. Ni más ni menos. Y si éste, de casualidad, resulta ser un genio, tanto mejor.
Cada vez que escucho hablar a mi papá, me hace pensar que vive en una realidad paralela, ¿por qué? Deben saber, queridos-estimados-amos-y-señores-míos, que mi santo padre no dice una sola mala palabra…
Bueno, siendo precisos, sí las dice, pero, la verdad, para estos tiempos sus palabrotas son de risa; pero el pobre —¡ay!— todavía se sonroja al decir alguna de ellas. Veamos:
bribón
Empezamos con el insulto más cariñoso de todos: «Eres un bribón… pequeño rapaz». A mí me dicen eso y caigo perdidamente enamorado de la interlocutora y, aletargado de pasión contestaría: «Este bribón que ahora a sus pies se arrodilla / no espera más que un suspiro de su melodiosa boca / para entregarse, cual esclavo, a sus más inalcanzables caprichos…».
Pues bien, después de haber sido rechazado por tan hermosa criatura, les cuento que esta palabrita significa «persona sin escrúpulos y oportunista, capaz de cualquier cosa para satisfacer sus deseos o necesidades personales», mientras que el DRAE dice: «pícaro, bellaco, dado a la briba», que es la vida holgazana del mendigo o del pícaro, y el arte de engaño de los que la llevan; viene de bribia, la elocuencia persuasiva, y oraciones de que se sirve el mendigo para inspirar lástima. sin más, un bribón es aquel que usa las palabras con gracia para engañar y conseguir lo que desea.
granuja
Esta palabrita surge del latín granum, ‘grano, semilla’, y es una derivación de grano, que de origen se refería a las semillas de las uvas y, por extensión, a las uvas separadas del racimo. No es nada aventurado suponer que esta palabra comenzó a usarse para referirse a los jóvenes que «se apartaban del racimo»; es decir, los que rompían las normas.
Pero dígame si usted no se muere de risa si le dicen granuja. Además, le apuesto que si se lo dice a cualquier joven por la calle, seguramente lo volteará a ver y dirá: «¿A quién le dijo granoso?»
malandrín
Si ya de por sí bribón suena más a palabra de cariño que otra cosa, ¿pues qué puedo decir de malandrín?… Pues que viene del italiano malandrino, ‘salteador’, o del catalán malandrí, ‘bellaco, rufián’, que antiguamente parece haber significado ‘pordiosero, leproso’.
Ambos derivan del latín malandra, ‘especie de lepra’, que es alteración del griego μελάνδρυον /melándryon/ ‘corazón de roble’ —por el color oscuro—, y éste, contracción de tò mélan dryós ‘lo negro de un roble’. En origen se refería al salteador de caminos, y pasó a los diccionarios como «malvado, perverso, de malas intenciones».
malhechor
Ésta sí la tenemos más presente y viva que las otras, gracias a varios políticos que nos la han recordado. se refiere a una «persona que hace un mal o un daño a otro o a la sociedad», y se usa mucho en el ámbito de la abogacía, y así lo definen: «delincuente, especialmente el que comete delitos de forma habitual».
Aquí el problema radica en que, si tenemos palabras más rudas para hablar de esos desgraciados —los malhechores, aclaro—, pues hasta ñoña se escucha.
mequetrefe
Ésta es la palabrota que más me encanta. Significa, según el DRAE, «sujeto entrometido, bullicioso y de poco provecho».
Para variar, el mentado diccionario es impreciso, pues en la práctica le atribuimos esta condición a alguien que es despreciable, de pobre condición moral, vacilante, de personalidad nada firme. Probablemente esta palabra es portuguesa, compuesta de meco, ‘hombre libertino, sujeto astuto y malicioso’, y trefe —o trefo—, ’travieso’ y también ‘delgado, flojo, tísico’.
Hoy podemos encontrarla en el diccionario como «persona petulante e inútil». Pero también imagino la cara de cualquier lector al que le digan: «es usted un mequetrefe», no dudo que, más que enojarse, recuerden con nostalgia los regaños cariñosos de la abuela.