Quizá la idea más poderosa de Schopenhauer sea la que nos explica la paradoja entre la voluntad de vivir —ese impulso que nos lleva a disfrutar, enamorarnos, desear, emprender hazañas— y que nosotros mismos nos encargamos de contener, al ponerle límites e incluso ignorando, como si prefiriéramos sufrir en vez de gozar. Es que para azotados no se estudia, nomás hay que sentir algo que no nos gusta y estamos más que dispuestos al tango, al más puro estilo Libertad Lamarque.
Es de todos conocido que las abnegadas madrecitas no hacen más que sufrir y padecer por sus vástagos aunque les hayan salido rebuenos, pues como dijo el
mismo filósofo: «Toda vida es sufrimiento», y añade: «Pocas veces pensamos en lo que tenemos, pero siempre en lo que nos falta». Pero ellas no tienen la exclusiva, cuando esas cosas ineludibles de la vida nos toman por asalto sentimos que nadie más sufre tanto como nosotros. Cuando algunos nos quedamos en ese trance más de lo debido y hacemos de nuestros padecimientos el centro de nuestra existencia, los amigos nos eluden o nos dicen: «Si vas estar en plan de Marga López, mejor nos vamos».
La felicidad es solamente la ausencia del dolor.
Aunque todo mundo tiene sus cuitas, ya sea de amor, de trabajo o más profundas, existen personajes famosos que son conocidos porque sufren como cualquier ser humano. Me refiero a los artistas cuyas trágicas historias nos resuenan tanto que ignoramos si son célebres por sus vidas marcadas por la desgracia o si lo son por sus creaciones.
Se supone que los creadores van un paso por delante de la situación social y política del momento y que son capaces de retratar el alma. Bien fuera a través del inconformismo, la rebeldía o la expresión de una idea, pero muchas de estas figuras han utilizado sus pesares, empezando por nuestra Frida Kahlo, como discurso.
En nuestra querida patria contamos —por fortuna— con una larga lista de «sufridas», quienes tuvieron como motor eso que Freud llama la «angustia creadora»; es decir, un impulso profundo que compele a la creación. Mientras una simple angustia deja mudos a los que la padecen, estas mujeres le dieron voz, las emancipó del sufrimiento al convertirlo en arte, rompieron su silencio y, con ello, hicieron hablar a quienes callan.
Claro, a veces sucede que nos cansamos de esa persona a la que todo le pasa, y es tal su penar que no sabemos ni qué decirle y nos brotan las frases hechas: «Todo va a estar bien», «pues esperemos lo mejor», «por lo menos no te pasó nada» y otras que no alivian en nada al sufriente.
Desde que surgió el concepto del expresionismo y la idea del artista bohemio, parece que es una condición sine qua non que éste sufra de una vida atribulada sin más escapatoria que las artes plásticas, la literatura, la música, las artes escénicas, etcétera. Nuestras creadoras nacionales no se quedan atrás en pesares, a veces bien conocidos y otros vividos discretamente. Aunque no crea, lector, que me congratulo de que una persona sufra, famosa o no, más bien me pregunto qué sería de nuestro mundo artístico si estas mujeres no hubieran padecido tanto en sus vidas célebres, ¿Qué hubieran creado?
Desde luego, la abanderada del desfile es Frida Kahlo (1907-1954) cuyo accidente juvenil la hizo padecer dolores físicos terribles; fue intervenida 32 veces y tuvo poliomielitis. Su precaria salud le dio temas para pintar, un carácter para protagonizar y vivir una serie de circunstancias «extrañas» a su tiempo y que, en nuestros días, son naturalmente admitidas. André Bretón fue quien calificó su obra como surrealista y, hoy, más famosa en el mundo que Diego Rivera.
Frida fue muy amiga de otra surrealista que está muy olvidada de nuestras conciencias y que compartía con ella el dolor físico: Alice Rahon (1904-1987). Nacida en Francia, tuvo una salud desastrosa a partir de un accidente sufrido a los 3 años de edad que le lesionó la cadera y, a los 12, un nuevo accidente le rompió una pierna y agravó el padecimiento de la cadera. Al pasar tanto tiempo acostada se dedicó a la pintura y a la poesía. Se casó primero con el pintor Wolfgang Paalen y con él llegó a vivir a México en 1939. Su precaria salud se vio agravada con una terrible caída en 1967, esto la mantuvo apartada y prácticamente sin pintar. Murió en un asilo de ancianos a sólo cuatro meses de haber ingresado, pues se negó a recibir alimento alguno. Paradójicamente, su pintura es rica en colores y formas, con tendencias abstractas, una de las primeras en México.
La vida es sólo la muerte aplazada.
Por otro lado están las que lucharon contra sus «nervios», como Miroslava, la hermosa actriz de origen checo, protagonista de Escuela de Vagabundos (1954). Huérfana de padre y madre, fue adoptada por Oskar Štern y Miroslava Beková, quedando nuevamente huérfana de madre a muy corta edad. Tuvo un primer matrimonio que se disolvió bajo la causal de homosexualidad del maridito, que nomás quería guardar las apariencias. Dicen y cuentan que para nada era buena actriz, y que sus papeles siempre resultaban subordinados a los de sus parejas masculinas, lo que la hacía parecer un mero adorno fílmico. Entre sus parejas se cuentan Cantinflas y Luis Miguel Dominguín, por quien se dice que se suicidó con barbitúricos. Su amigo Ernesto Alonso señala que siempre se le hizo muy raro que no recibiera ayuda psiquiátrica.
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