Todos —tanto hombres como mujeres— sabemos y estamos conscientes que históricamente las mujeres han estado siempre relegadas, marginadas y sometidas. Las mujeres carecen de historia porque la historia de la humanidad ha sido desde tiempos inmemoriales una historia masculina. Cuando los historiadores han tratado de ver para atrás[1] tratando de dar con lo que el pasado de media humanidad lo que han encontrado ha sido peor que nada: estereotipos fielmente trasmitidos de generación en generación, en una especie de genealogía intelectual que va desde la mitología griega a lo que piensa mi cuñado de su esposa hoy en día. La mayor parte de esta historia es una caótica, pesimista y desalentadora sucesión de afeites y modas, celestinas, prostitutas y adúlteras, reinas y vírgenes, histéricas y endemoniadas, obdedientes esposas, madres abnegadas, católicas reaccionarias, monjas recluidas, reinas de belleza y esculturales productos de la cirugía plástica que no dejan mucho espacio a la discusión y a la reivindicación feminista.
[1] Ver Bonnie Anderson y Judith Zinser referencia al libro
Así el resultado es concluyente: la mitad de la humanidad carece de historia y ha sido vista siempre en función de otra mitad. Hombres, los ha habido de todas clases: jornaleros, inventores, reyes, guerreros, campesinos, letrados, artistas, esclavos, científicos, políticos, militares, escritores pero las mujeres han sido:, ante todo y antes que nada, mujeres. Una mujer se identifica primero como hija de su padre, mujer o viuda de su marido y madre de sus hijos y sólo eso. Y es por eso que hasta tienen su día, —como los trabajadores, los gays, los abuelitos y los compadres—, como si ser mujer nos determinara como si fuera más importante que todos lo demás.
Me podría poner a hacer aquí una disquisición sobre por qué, cómo y cuándo empezó todo esto —pero ésta sería motivo de otro artículo y quizás de otro foro y además ni los más atentos científicos se han podido poner de acuerdo al respecto—; que sí porque son las receptoras en la reproducción sexual, que si porque los hombres no son dueños de su masculinidad y le tienen envidia al sexo femenino y por eso lo tuvo que mantener dominado; que si la mujer es más débil y por lo tanto no apta para la guerra y la caza; que si las funciones que le toca desempeñar son siempre efímeras y no trascienden; etcétera y no importa, el hecho es como dicen Anderson y Zinsser «La ideología de la inferioridad de las mujeres estuvo tan profundamente arraigada en la estructura de la vida de hombres y mujeres, que pocos la cuestionaron».
Pero gracias al cielo, hay por ahí algunos resquicios —«en algún recodo de tu encierro hay una luz, una hendidura», diría Borges— y entre todas las mujeres que no hacen más que manipular, agradar, soportar, chantajear, y causar lástima y, de esta forma aceptar sus condiciones en «este mundo traidor y cruel» hay algunas que han hecho «más que eso, confiriendo a sus vidas belleza, valor y poder pese a la desventajas de su sexo[1]» y en el camino nos han legado mucho más de lo que nos podemos imaginar y para muestra están Safo, Hildegard de Bingen, Juana de Arco, Cleopatra, sor Juana Inés de la Cruz, Mary Wollstonecraft, Juana de Arco, Jane Austen, Emily Davidson, Mata Hari, Alexandra David Neel, Rosa Bonheur, George Sand, Doña Josefa Ortiz de Domínguez, Margaret Thatcher, mi tía Concha Borja y mi tatarabuela Luisa —que se hizo rica con la cochinilla en las Islas Canarias— y seguro alguna que usted conozca y quiera agregar a la lista.
Porque, como dice Jorge Ibargüengoitia, la mujeres en bola «se quejan de todo, de sufrir más que los hombres, de trabajar más que ellos, y, paradójicamente, de no servir más que de adorno, pero cuando un hombre llega a su casa, le cuesta trabajo entender que las mujeres de su familia, aquellos seres que ve ahí sentados tan tranquilos, tan seguros de sí mismos forman parte de un grupo oprimido, postergado y sometido». Y es verdad, como yo lo veo, «hay de todo en esta viña del señor», y «en todos casos se cuecen habas» hay mujeres muy tontas y hombres más y las hay brillantes, «la inteligencia es asexual» —cito a Ibargüengotia de nuevo— aunque también hay estupideces de género: comprar un coche deportivo de un millón de pesos o llorar porque perdió tu equipo favorito son estupideces totalmente masculinas, mientras que gastarse tus ahorros en unas chichis nuevas o en una bolsa de marca —que ni de piel es— son estupideces absolutamente femeninas.
El mundo no puede dividirse por sexo porque esta clasificación es pobre y poco significativa, además ya no se justifica. Para mí es más dividible en términos de educación, ignorancia, ideología, inteligencia, conciencia, juicio y en eso tanto hombres como mujeres —hoy en día y gracias a la píldora anticonceptiva diría mi madre— pueden rifársela para uno y otro lado, porque yo tengo una amiga que es doctora en física, independiente, creativa y autónoma y su hermana es sumisa, dependiente de su marido y hazmerreír de sus hijos. Y así como vemos mujeres que destacan por su inteligencia y sus conocimientos vemos otras que participan en concursos de belleza sin empacho alguno. Así es y no hay nada que hacer al respecto porque si examinamos a los hombres pasa lo mismo.
Pero, como decía al prinicipio, lo que es insoslayable es el hecho de que la sociedad ha sido machista y en ella se ha insertado la tradición misógina —es decir la que odia a la mujer— y tomando en cuenta esto, me he dado a la tarea de recopilar una selección de frases en contra de las mujeres, algunas ciertas, otras no tanto, otras mordaces, otras inteligentes, otras simplemente una muestra de una época y una educación y otras muchas que reflejan el miedo que se les tiene desde tiempos ancestrales. El tema da, y de sobra pero el espacio no así que ahí les van y que las disfrute.
María del Pilar Montes de Oca Sicilia no es —ni ha sido nunca— feminista, sin embargo está consciente de la tradición machista y la pregunta que se ha hecho siempre es ¿de dónde viene? y ¿por qué surgió? Aunque conoce por ahí a algunas mujeres que de verdad la hacen salir de toda duda. ¡Ah ya entiendo todo!
[1] ficha p 16