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Sexualidad femenina y el origen de la sociedad…

por Claude Levi Strauss
Sexualidad femenina y el origen de la sociedad

En el siglo XIX e incluso a principios del XX, una teoría en boga entre los antropólogos decía que en los primeros días de la Humanidad las mujeres tenían «ventaja» en los asuntos familiares y sociales. Se adujeron diversas evidencias de ese supuesto matriarcado primitivo, a saber:las esculturas de mujeres y la frecuente figuración de símbolos femeninos en el arte prehistórico; un lugar preponderante otorgado a las «diosas madres» en el período protohistórico, en la cuenca mediterránea y más allá; los llamados pueblos primitivos observados en nuestro propio tiempo, cuyos nombres y estatus social fueron transmitidos de madre a hijo; y finalmente, muchos mitos recopilados en casi todo el mundo, todos los cuales brindan variaciones sobre un solo tema.

Dice así1

En la Antigüedad, dicen, las mujeres gobernaban sobre los hombres. El sometimiento de los hombres duró hasta que lograron apoderarse de los objetos sagrados, a menudo instrumentos musicales, delos que las mujeres obtenían su poder. Habiéndose convertido en los únicos poseedores de estos medios para comunicarse con el mundo sobrenatural, los hombres pudieron establecer definitivamente su dominación.

Los avances de la observación etnográfica acabaron con las ilusiones del matriarcado, y durante un tiempo se pudo creer que ese fin era definitivo. Nos dimos cuenta de que, tanto en un régimen jurídico materno como en un régimen jurídico paterno, la autoridad pertenece a los hombres. La única diferencia es que la ejercen los hermanos de la madreen un caso y el marido en otro.La primera aparición de la cultura ya no sería un misterio, sino que estaría enraizada en la fisiología.

Sexualidad femenina y el origen de la sociedad
Vía Wikimediacommons

Celo permanente

De todos los mamíferos, el humano es el único, según una formulación tradicional —cuya importancia, sin embargo, no ha sido medida—, que puede hacer el amor en todas las estaciones. Las hembras humanas no tienen una o varias temporadas de celo. A diferencia de otros animales, no señalan a los machos, mediante cambios de coloración y emisión de olores, sus períodos de estro,2 es decir, los favorables para la fecundación y la gestación. Y no rechazan a los machos en otros momentos.Estamos invitados a ver esa gran diferencia como el factor que hizo posible e incluso determinó la transición de la naturaleza a la cultura.

La pérdida del celo sería el origen de la prohibición del incesto, que sabemos es prácticamente universal en sus diversas formas en las sociedades humanas.Esa pérdida, se afirma, y la disponibilidad constante que resulta, habría atraído a demasiados hombres por cada mujer. El orden social y la estabilidad del matrimonio se habrían visto comprometidos si toda mujer, mediante la prohibición del incesto, no se hubiera hecho inaccesible a quienes, por la vida doméstica en común, eran más susceptibles a la tentación.

Cuando los humanos empezaron a formar verdaderas sociedades, el peligro resultante fue que cada hembra en celo atrajera a todos los machos. El orden social no habría podido resistirlo. Por lo tanto, el estro tuvo que desaparecer para que la sociedad llegara a existir.

Sexualidad femenina y el origen de la sociedad
Vía Wikimediacommons

Argumento seductor

Al menos esa última teoría se basa en un argumento seductor. Los olores sexuales no desaparecieron por completo. Dejando de ser naturales, podrían convertirse en culturales. Tal sería el origen del perfume, cuya estructura química aún hoy es similar a la de las feromonas orgánicas,3 ya que los ingredientes que lo componen provienen de animales. Con esa teoría se abrió un camino que algunos se han apresurado a tomar, volviendo a poner patas arriba los hechos básicos del problema.

Lejos de postular la pérdida total del estro, afirman que las mujeres no podían ocultarlo por completo porque sus menstruaciones —más abundantes que las de otros mamíferos— a menudo las traicionaban, señalando a todos que estaban entrando en un período de fertilidad. Las mujeres, en competencia por los machos, inventaron una estratagema. Las que no eran fértiles en ese momento y que por lo tanto no atraían la atención de los hombres, trataban de engañar los embadurnándose con sangre o con un pigmento rojo que imitaba la sangre. Ése es, supuestamente, el origen del maquillaje.En ese escenario, las mujeres son calculadoras e inteligentes. Otro escenario les niega cualquier talento de ese tipo o, mejor dicho, convierte la estupidez en ventaja de las mujeres que, habiendo permanecido ignorantes de sus períodos de ovulación, tendrían más oportunidades de propagar sus genes. La selección natural las favorecería a expensas de las mujeres más inteligentes que, comprendiendo el vínculo entre la cópula y la concepción, podían evitar la cópula durante el estro para ahorrarse las dificultades de la gestación.

Caprichos naturales

Según los caprichos de los teorizadores, la pérdida del estro aparece a veces como una ventaja y otras como una desventaja. Algunos dicen que la pérdida permitió fortalecer los matrimonios, otros que mitigó los riesgos biológicos de las uniones monógamas. Expuso a los humanos a los peligros sociales de la promiscuidad, o los previno. Nos invade el vértigo ante estas interpretaciones contradictorias que se aniquilan mutuamente.Y cuando puedes hacer que los hechos digan algo, no tiene sentido crear una explicación con ellos.


  1. Extractos traducidos y compendiados por María del Pilar Montes de Oca Sicilia
  2. Sinónimo de época o período de celo
  3. v. Algarabía149, febrero 2017, «Feromonas: la otra química del amor»,pp. 94-100

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