Si a la vida cotidiana de la pareja le agregamos el tema sexual, que muchas veces en el devenir de la costumbre puede ser complicado, pues la ecuación sale en número rojos. En la mayoría de los casos se cree que los hombres son los que más tienden a exponer sus fantasías sexuales, o a describir lo que le harían a una mujer en la cama. Sin embargo, no hay nada menos cierto.
Pues bien, resulta que no existe una competencia de género establecida sobre quién habla más sobre el sexo. Tanto en hombres como en mujeres ocurre este hecho, pero en formas distintas. De hecho, en un estudio realizado por el diario digital Infobae, de Argentina, se da a conocer que cuando se trata de confesiones sexuales, las mujeres revelan mayor cantidad de detalles e intimidades.
¿En qué estás pensando?
En una encuesta realizada por la Universidad Estatal de Ohio a 300 personas, entre hombres y mujeres de 18 a 25 años, se demuestra que la mayoría de hombres tienen 19 pensamientos sexuales al día, mientras que las féminas, aproximadamente 10. Incluso hubo mujeres que registraron 140 pensamientos eróticos en un periodo de catorce horas.
Sin embargo, las que muestran mayor temor al «qué dirán» son ellas, debido al contexto cultural que consideraba, hasta hace muy poco, una actitud así, como «libertina». Por otro lado, un hombre puede llegar a tener 388 pensamientos sexuales en el lapso de 24 horas y piensa en sexo casi igual de lo que piensan en comida: 18 veces al día.
Dirty talking o hablar sucio
Algunas parejas pueden vibrar y moverse al son de las palabras sucias o sexuales, aquellas frases que son icónicas y aluden a los genitales, al placer o a los roles que cada uno tiene en la cama. Animarse a hablar en la cama es hacer uso de un recurso que posee un doble efecto; estimula los sentidos y representa un acto de congruencia con los deseos: «siento y digo», ya que un órgano sexual muy poderoso que una minoría de parejas incluye en la cama es el oído.
Y es que el lenguaje puede ser de lo más sexy, nuestra habla puede encender el motor y excitarlo sexualmente al punto máximo. Escuchar palabras sucias o más bien frases cargadas de elementos que resultan eróticos, estimula la dopamina que enciende la excitación sexual. De acuerdo con la psicóloga Michelle Tea, las palabras correctas en el momento correcto, ya sea por escrito —sexting— o en el acto sexual, elevan la intensidad de la pasión y la dopamina que hace sentir placer automáticamente.
El grito femenino
Curiosamente, en los últimos estudios resulta que es frecuente que quien tome la iniciativa sea la mujer. Ellas, quienes durante largo tiempo hicieron silencio, comenzaron a decir, a expresar las sensaciones y sentimientos, primero con vergüenza, luego con libertad y audacia. Los primeros sonidos provenían del placer, leves gemidos, y con el paso del tiempo y los avances en materia de género, las mujeres consiguieron que las palabras las representaran en todo tipo de expresión de su mundo propio, incluyendo el sexual.
De acuerdo con un estudio de la Universidad de Calgary, 15% de los adolescentes, entre 14 y 18 años en el mundo han enviado un mensaje de texto con contenido sexual.
Por otro lado, los hombres tuvieron que adaptarse a los cambios y aceptar que las mujeres podían demandar pasión a través del lenguaje. Por ello se estableció el hablar sucio o dirty talking, que en el mismo título lleva el estigma.
Déjate llevar por el sonido
Y según un estudio llevado a cabo con 180 parejas, por la Universidad Campinas —Unicamp— de Sâo Paulo, Brasil, lo más común cuando de hablar sucio se trata en orden de frecuencia e importancia, es:
- Gemir. Volviendo a lo primigenio, 90% de las mujeres dijeron que se excitan mucho con gemidos y suspiros en la habitación. Cuando estás en persona —o incluso por teléfono— y si no sabes qué decir, gime.
- Suspiros. Si un gemido parece inapropiado se suspira cuando el otro hace algo sexual de alguna forma que te guste. Suspiros de placer, obvio, no de tristeza.
- Interjecciones. «¡Sí!, ¡Mmmm!, ¡Oh, dios!, ¡Yes!, ¡Woooow!», las interjecciones se usan como una forma de rapport para que el otro sepa que se está disfrutando.
- Indicaciones. Cuando se trata de indicaciones las cosas ponen más álgidas, porque tanto a mujeres como a hombres —y sobre todo en los primeros encuentros— nos da vergüenza indicarle al otro algo y, peor aún, decir que hace el sexo oral mal o que ella no hace un buen handjob. Una amiga decía: «No es una Chupachups, la vagina no es una Chupachups, ¿cómo se lo digo?». Mientras que otro amigo, comentaba sobre su novia: «No sé cómo decirle que el pene no es jabón, ¡no se gasta!». Por ello es más común indicar que algo sí se siente bien, conectarse con la sensación, decir: «eso me gusta», «así», «justo», «más», «no pares», «sigue», «eso me excita», etcétera.
- Narraciones. «¿Dónde me estás tocando?». «Me encanta cuando me tocas así». «Hazlo como la otra vez». «¿Qué me estás haciendo que se siente tan rico?». «¿Qué es lo que más te excita en tu vida?».
Dirty as it can be. Lo menos común es lo más fuerte, los juegos de roles. «Tú eres mi puta». «Yo soy tu esclavo». «Cállate». «Haz lo que te digo». «Obedéceme, perra». Son frases que aun siendo consensuadas pueden caer en lo inusual y en los límites, sobre todo ahora que se procura reducir los actos de violencia contra la mujer.Los hombres proverbialmente han usado y gustan de oír este tipo de subtextos —por eso la existencia de hotlines—, mientras que las mujeres durante mucho tiempo, lo sentían como algo ajeno que sólo proferían las prostitutas y las «chicas malas». Sin embargo, a últimas fechas esto ha cambiado —sobre todo en la generación millenial.
Datos no opiniones
Y así, en una encuesta realizada por la publicación The New Yorker, se concebía que mientras la mujer tenga un mejor y mayor nivel educativo, empresarial, salarial y de toma de decisiones, más le gusta ser sumisa y experimentar roles en la cama y por tanto hablar y que le hablen sucio.
Y aquí viene al caso una cita de la película Acoso sexual —Disclosure— (1994), dirigida por Barry Levinson y escrita por Michael Crichton, dicha por Meredith Johnson —en la voz de Demi Moore—, cuando se le acusa de haber seducido a su colega Tom Sanders —interpretado por Michael Douglas:
Me quieren poner en tela de juicio, ¿verdad? Por lo menos seamos sinceros y confesemos qué buscamos con esto. Soy una mujer sexualmente agresiva, sí. Y me gusta serlo. Pero es la misma pinche historia desde el principio de los tiempos. Queremos que las mujeres hagan el trabajo de los hombres, que ganen lo que gana un hombre y que decidan como los hombres, pero después vayan como señoritas «con su paraguas y recogiéndose las enaguas» y se dejen coger de misionero como hace 100 años. Bueno, pues no. No, gracias.
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