Dos décadas y 200 números después, aquel divertimento de cultura y lenguaje, que salía de las solas manos y el tiempo libre de Pilar y de Victoria, acabó absorbiendo Aljamía, sus proyectos y sus oficinas; conquistando suscriptores y algarabiadictos por todo México —y más allá—; saltando a los medios masivos de comunicación, primero, y a las redes sociales, después; produciendo libros y suplementos, accesorios y recuerdos; sumando empleados y presentaciones en ferias de libros; más un largo etcétera.
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