Es probable que la palabra «raspar» provenga del antiguo alemán raspôn, que significa ‘acumular residuos’, y también de hrëspan, ‘arrancar, desplumar’. Lo que sí es seguro es que de raspar se deriva «raspa», un viejo término coloquial para referirnos a una persona «vulgar, maleducada y pesada en su trato con los demás», igualito que como lo define nuestro dem.
Pero aquí no acaba la cosa, pues los mexicanos tenemos nuestra propia acepción. El Diccionario de Mexicanismos de la Academia Mexicana de la Lengua dice que
raspa es un término que refiere a «gente de malos hábitos, pueblo bajo y personas de bajo estrato sociocultural».
O sea que, cuando mi vecina doña Rosita Espinosa de los Monteros y Ramírez trata al señor Lopitos con la punta del pie por ser —según ella— un «naco pobretón», me encuentro ante dos tipos de raspas: don Lopitos, por pertenecer al pueblo llano, y doña Rosita Espinosa de los Monteros y Ramírez, por grosera y antipática.
Ve también al prosaico
Pasando a otras definiciones enfocadas a situaciones «rasposas», veo en los diccionarios que echar raspa es hacer bromas pesadas, desorden y escándalo, mientras que echar una raspa es darle a alguien una buena regañada.
Lástima que esta palabra se use cada vez menos, pues además de «sonar bonito», es tan decidida y maleable que podemos usarla en infinidad de situaciones, aunque se aplicaba con bastante frecuencia para calificar a alguien de prosaico.
Finalmente, para quienes no son raspas en ninguno de los sentidos que acabamos de enumerar, queda «La raspa», una canción popular quesque de Veracruz, la cual se baila raspando los pies contra el piso:
Que salgan a bailar,
las gentes de este lugar,
la raspa con su son
será nuestra diversión.
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