De los caballeros de la Edad Media no nos queda nada. Ya no existen aquellos jóvenes guerreros, procedentes de cuna noble, que en la Europa Occidental servían primero como pajes y escuderos y que luego, mediante una ceremonia, eran ascendidos al rango de caballero. Y del hombre gentil, el gentleman, el noble valeroso, que debía destacar de entre el resto por sus cualidades humanas, muy poco queda.
Caballero medieval vs contemporáneo
Esta dualidad de conceptos se presenta también en la lengua. Por ejemplo, cuando en español nos referimos al caballero —en el sentido del «hombre que monta a caballo»—, se hace alusión al oficio, el cual, en ese entonces, era enaltecido tanto por la política como por la Iglesia. En cambio, en el inglés anglosajón, al caballero se le llamaba cnight, «sirviente», vocablo que derivó en knight, el actual caballero. Además, en la Edad Media, la institución de la caballería poco a poco se fue relacionando con reglas de conducta y honor, las cuales incluían también la conducta social.
Según los estudiosos, no es en Roma donde hay que buscar las raíces profundas de la caballería, durante los siglos XI y XII, sino en el mundo bárbaro, en especial el germánico, por su enaltecimiento de los peligros del combate y del valor guerrero no sólo como cualidad moral adquirida en el entrenamiento, sino como un carisma de orden espiritual. Por un lado, estaba implícito que mantener un caballo y aprender a montarlo era una actividad para la clase aristocrática; y, por otro, implementar comportamientos propios de los «caballeros» era una forma de establecer una separación de la clase media.
Así como «noble» describe tanto al hombre de alto rango como al de cualidades elevadas, el referente de caballero se volvió uno solo: el Der kavalier alemán, el gentleman francés. En francés, la palabra caballero es ambigua. En su origen designa, evidentemente, a un guerrero a caballo, pero la caballería no es solamente ir montado a caballo. Y es que en francés hay dos palabras que designan dos realidades afines: chevalerie, para el caballero al estilo de Don Quijote, y cavalerie, para el caballero que lo es por ir montado a caballo, al estilo de los ejércitos. Por eso, en la práctica se utiliza gentleman. y el inglés, el gentiluomo italiano, el caballero del español…
Así que es necesario preguntarse si las conductas que las damitas —del latín domina, «ama», «matrona»— llamamos «caballerosas» realmente eran propias de los caballeros de entonces.
Si bien se sabe que la caballería tuvo distintas épocas —la heroica, del honor y las batallas en la Edad Media; la galante, del amor cortés, y la caballería en decadencia, la de ridiculizar al caballero; por ejemplo, en El Quijote—, la historia ha rescatado un determinado comportamiento caballeresco, con todo un código deontológico basado en el honor, un tanto, quizá, para humanizar la guerra.
Los caballeros y sus deberes
Los deberes de los caballeros eran aquellos que otrora pertenecieran a la Iglesia y el Estado: defender su país y a sus habitantes y proteger a débiles, viudas y huérfanos. Pero, sobre todo, servir sin violentar. Así, su posición implicaba mucho más que formas. De hecho, sobre las prácticas caballerescas se ha dicho, por ejemplo, que el que permitieran a las mujeres pasar por delante suyo o que caminaran junto a los muros no se trataba de una costumbre polite, «educada, correcta», sino que era más una cuestión de seguridad personal, pues así prevenían que los atacantes los sorprendieran.
En conclusión, la posición del caballero implicaba mucho más que la imagen romántica, imprecisa y contradictoria de hoy: la del hombre que, amable y cortés, cede el paso y, con mucho respeto, abre la puerta del auto; el que asume el pago de las primeras citas y desliza la silla para que la mujer se siente; el mismo que, al pasear por la calle, se coloca del lado opuesto a la pared. Quizá, en esencia, sólo nos queden las formas.