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Queremos pastel, pastel, pastel… —primera de dos partes—

por Lorena Montiel

ilustrado por Gerardo Tena

Goza inteligentemente de los placeres de la mesa.

Epicuro

 
Hace unos días, en un restaurante delicioso, tras terminar mi platillo, sentí ese tan familiar huequito en el estómago que siempre me obliga a romper la dieta y a pensar en un postre. Vacilé por un instante si ordenar o no una rebanada de pastel de la larga lista del menú. De ahí me vino la idea de este artículo, pero… ¿cómo fue que esos pasteles se hicieron de un lugar en la historia? ¿De dónde vienen? ¿Quién los inventó? Pues si bien hay una gran variedad, muchos comparten un origen remoto.
Cheesecake o Pastel de queso
El primer registro que se tiene sobre él data del 776 a.C., durante los primeros Juegos Olímpicos, cuando los atletas griegos lo consumieron por primera vez para tener un mejor rendimiento. La receta fue heredada a los romanos —quienes lo difundieron por Europa gracias a sus conquistas imperiales— y sus variaciones obedecieron al queso utilizado en cada región. Cuando este pastel llegó a los ee. uu., se utilizaron los ingredientes locales, se añadió el queso crema, y así nació el pastel de queso más común hoy en día.
Fruitcake
También los romanos consumían un dulce hecho con piñones y pasas, mismo que —en el Medioevo— los ingleses convirtieron en un pastel al que llamaron Fruitcake. Con el transcurrir de los años, a este horneado se añadieron frutas cristalizadas, lo que permitió que el pan se conservara por más tiempo, pero luego, cuando se le agregaron las nueces y los licores, empezó a considerársele un lujo por la cantidad y el costo prohibitivo de sus ingredientes, y su uso se restringió a fechas relevantes. En la actualidad, se consume en festividades como la Navidad, a pesar de que la restricción ya no existe.
Brazo de gitana o Niño envuelto
Hablemos ahora del celebérrimo Brazo de gitana —como se le conoce en España—, también llamado Brazo de reina —en Chile y Colombia—, Niño envuelto —en México— y Swiss Roll, Rollo suizo —en el Reino Unido—. Se trata de un pan bizcocho casi plano, enrollado, relleno y cubierto —según variaciones— con mermelada o crema, chocolate, turrón o yema de huevo, y decorado con azúcar glas y otras variaciones. Cuenta la historia que, durante la Edad Media, un monje berciano[1] descubrió el postre en un monasterio egipcio y lo llevó a España, donde tuvo un éxito rotundo y pronto se popularizó en todo el mundo.
Carlota
La Carlota, por su lado, fue creada a finales del siglo xviii como un homenaje a la esposa del rey inglés Jorge III, la alemana Carlota Sofía de Mecklemburgo- Strelitz. La variación más famosa es la Carlota rusa, inventada por Marie-Antoine Carême —llamado «el Rey de los chefs y el Chef de los reyes»—, a principios del siglo XIX. Este postre se sirve frío, se reviste con soletas[2] o galletas en lugar de pan, y se rellena con crema bavarese o crema de avellanas, chocolate o turrón. En sus inicios se le llamaba Charlotte à la parisienne, pero Carême lo nombró Charlotte russe en honor de quien era su patrón en ese entonces, el zar Alejandro I.
Tarta de Santiago
¡Y qué decir del bizcocho de almendra!, también conocido como Tarta de Santiago.[3] Este pastel se prepara con almendras pulverizadas, azúcar y huevos. Poco se sabe de su consumo en la Edad Media, pero dada la escasez de almendras, debió de haber sido un lujo reservado a unos pocos. Existen registros de que, en el siglo XVI, don Pedro de Portocarrero visitó la Universidad de Santiago y dio con esta «torta real». En el siglo XIX, las primeras recetas de la tarta aparecen en unos apuntes de Luis Bartolomé de Leybar. La característica cruz de Santiago con que se decora, empezó a utilizarse en 1924.


[1]Natural de Bierzo, comarca de la provincia de León, España.
[2] Soletas o soletillas: galletas dulces, secas, ligeras, esponjosas, alargadas y con los extremos redondeados. También son conocidas como lady’s fingers —dedos de dama.
[3] Originaria de Santiago de Compostela, capital de la comunidad autónoma de Galicia.

 

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