Durante las vacaciones de mi infancia, mi abuela nos despertaba todos los días al grito de «lévantense! ¡Ya está el desayuno!». Mi hermano y yo, aún encamorrados, salíamos de nuestras recámaras y nos reuníamos con los abuelos en la mesa- Terminando el desayuno, mi abuelita ya tenía en mente que iba a hacer de comer, y uno de los dos era el elegido a ir por el mandado.
Usualmente, mi hermano se hacía guaje, y como yo siempre fui el más acomedido, mi abuela volteaba y me decía: «Ay, hijito, ¿qué has de hacer? ¿Me traes mi mandado?». Me daba entonces una bolsa y una larga lista que incluía huevos, carne, leche, frutas, verduras, pan y alguna que otra cosita. Mientras tanto, ella se ponía a hacer el quehacer de la casa: tender las camas, sacudir los muebles, escombrar los cuartos, barrer y trapear los pisos, regar el jardín y levantar la cocina para poder empezar a guisar. Mi abuela, como cualquier ama de casa formada a principios del siglo pasado, tenía el hábito de hacer el quehacer todos los días, pero una vez a la quincena la rutina era más exhaustiva: ponía de cabeza toda la casa para limpiar los muebles, los cristales, las vitrinas, los pisos y los baños; cambiaba los manteles, sacudía los sillones, las cortinas, las sábanas; lavaba el patio y barría la banqueta. Nosotros le ayudábamos, pero ella se bastaba sola para realizar toda la faena.
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Tras vivir muchos años con mi abuela aprendí que mandado es la «compra de lo necesario para la comida»1 o la «provisión de boca para el consumo diario que del mercado o del comercio se lleva a casa»2 e ir a un mandado es «salir a traer algo»,3 y quehacer, según el drae, es una «ocupación, negocio o tarea que ha de hacerse», aunque comúnmente en México se usa para referirse, en particular, a las tareas domésticas.
Yo, que soy un hombre moderno formado a fines del siglo x x, conservo aún los hábitos que me enseñó mi abuela y, aunque vivo solo, me he vuelto más hacendoso: voy por mi mandado una vez a la semana, y ahora la faena del quehacer del hogar me toca toda a mí.
1 Guido Gómez de Silva, Diccionario breve de mexicanismos, México: Fondo de Cultura Económica, 2001.
2 Francisco J. Santamaría, Diccionario de mejicanismos, México: Porrúa, 2000.
3 Guido Gómez de Silva, op. cit.